EL ESPIRITU DE LA DANZA
Tierra Madre brilló sobre el escenario de la Ranchería con “Bravas de mi tierra”
Se presentó el 1 y 2 de diciembre, bajo la dirección de María Eugenia Alvear con el auspicio del gobierno local. En un espectáculo sin fisuras, el público colmó la sala y disfrutó de un evento cultural de alto nivel.
El ballet Tierra Madre, que dirige María Eugenia Alvear, brilló sobre el escenario del Teatro de la Ranchería con su espectáculo “Bravas de mi tierra”, el 1 y 2 de diciembre pasado, en un evento que contó con el auspicio de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Junín, y que volverá a escena el 27 de diciembre, día del aniversario de la fundación de Junín.
Desde el comienzo y hasta el aplauso final, el espectáculo tiene como lenguaje la danza, contando historias de mujeres argentinas convertidas en personajes de leyendas o en mito por el amor de su pueblo.
Lo relatado sobre el escenario es una obra integral donde los cuadros ensamblan en un todo con un leit motiv expuesto durante la hora y media de duración: la unidad de las danzas folklóricas interpretadas por el cuerpo de baile con coordinación de estilos y propuesta estética de gran belleza por su sobriedad, su escenografía despojada, su vestuario acorde a la sencillez de paisanos y paisanas y moviéndose en el límite preciso entre lo tradicionalista puro y su estilización, sin traicionar las coreografías.
Tierra Madre demostró que no sólo el aplauso sino también las ovaciones se consiguen haciendo hablar a los cuerpos con sencillez, con armonía de movimientos, respetando a rajatabla las figuras y tiempos de las coreografías.
En este presente el cuerpo de baile colocó sobre el escenario todos los géneros de la danza, donde cada uno de sus integrantes desplegó virtudes técnicas y consustanciación con el mensaje a transferir a los espectadores.
Otro acierto fue la parquedad de las presentaciones de cada uno de los cuadros, pocas palabras dando apenas un bosquejo histórico donde situar los personajes y no fue necesario nada más ya que la danza tiene que hablar por sí y no necesita explicación ni otro lenguaje que el suyo propio del cuerpo como signo de equilibrio y movimiento.
Este signo encontró su cumbre cuando paisana y paisano, pañuelos al aire, se contaron todo su amor acunado por el ritmo de la zamba, con la melodía de los cuerpos, y fue el fin de las palabras, todo se detuvo, todos llegamos al espíritu de la danza y lo que ésta es capaz de transmitir cuando se respeta la capacidad perceptiva del espectador a quien le fue obsequiado un espectáculo sin fisuras, sin baches ni altibajos.
Desde el comienzo y hasta el aplauso final, el espectáculo tiene como lenguaje la danza, contando historias de mujeres argentinas convertidas en personajes de leyendas o en mito por el amor de su pueblo.
Lo relatado sobre el escenario es una obra integral donde los cuadros ensamblan en un todo con un leit motiv expuesto durante la hora y media de duración: la unidad de las danzas folklóricas interpretadas por el cuerpo de baile con coordinación de estilos y propuesta estética de gran belleza por su sobriedad, su escenografía despojada, su vestuario acorde a la sencillez de paisanos y paisanas y moviéndose en el límite preciso entre lo tradicionalista puro y su estilización, sin traicionar las coreografías.
Tierra Madre demostró que no sólo el aplauso sino también las ovaciones se consiguen haciendo hablar a los cuerpos con sencillez, con armonía de movimientos, respetando a rajatabla las figuras y tiempos de las coreografías.
En este presente el cuerpo de baile colocó sobre el escenario todos los géneros de la danza, donde cada uno de sus integrantes desplegó virtudes técnicas y consustanciación con el mensaje a transferir a los espectadores.
Otro acierto fue la parquedad de las presentaciones de cada uno de los cuadros, pocas palabras dando apenas un bosquejo histórico donde situar los personajes y no fue necesario nada más ya que la danza tiene que hablar por sí y no necesita explicación ni otro lenguaje que el suyo propio del cuerpo como signo de equilibrio y movimiento.
Este signo encontró su cumbre cuando paisana y paisano, pañuelos al aire, se contaron todo su amor acunado por el ritmo de la zamba, con la melodía de los cuerpos, y fue el fin de las palabras, todo se detuvo, todos llegamos al espíritu de la danza y lo que ésta es capaz de transmitir cuando se respeta la capacidad perceptiva del espectador a quien le fue obsequiado un espectáculo sin fisuras, sin baches ni altibajos.