La cantante Joss Stone volvió a cautivar el martes al público argentino con su voz y un cuidado repertorio que se metió en lo mejor del más antiguo funky, soul y los demás estilos de la música negra.
Stone fue quien abrió las puertas por las que luego entraron las talentosas Amy Winehouse y Adele, con una voz cautivante, prodigiosa, pero alejada de los artificios, y adentrándose bien en las raíces de la música negra, de los grandes equipos de compositores de los 60 y 70 y del sello Motown.
El camino de Stone es el de la música, simple y sencillamente, una buena voz y una gran banda, nada de grandes despliegues escenográficos, ejércitos de bailarines, excentricidades fuera de tono, pero también nada de Pro Tools y de Autotune, los dos programas informáticos que hacen que un perro ladrando se convierta en Pavarotti cantando un aria.
Stone presentó el martes una propuesta totalmente opuesta a la que Lady Gaga mostró en River, ya que en el Luna Park todo era buena música, una voz y una figura cautivante, además de una cantante con un carisma tremendo, basado en su sencillez y su sonrisa.
El concierto abrió con un éxito de los Chi-Lites "For god sake" que tuvo su momento bailable y luego una parte tranquila en los que Stone invitó al público a poblar los pasillos de la sala.
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