En el cine, James Bond cumple 50 años, 23 largometrajes y seis actores que lo encarnaron, sin embargo, y más allá del respetable recuerdo que se tiene por Sean Connery, existen motivos de sobra para considerar a Daniel Craig como el mejor de todos, y a 007: Operación Skyfall como un excelente entretenimiento.
Motivos no faltan a un público que esperaba ver al agente 007 encarnado por un actor no sólo con talento para interpretarlo sino además con un porte que transmitiera con sutileza lo que atrapa al público femenino, es decir encanto y seducción en igual y justa medida, para envidia del público masculino.
Si a esas cualidades se le suman el ingenio y el despliegue suficientes como para quedar bien con el cine industrial de los últimos tiempos el plato gourmet podía ser exquisito, y de hecho así ocurrió con Casino Royale primero y con Quantum of Solace después.
Mucha agua pasó debajo del puente del personaje desde esta primera revisión con Craig, incluso demasiado tiempo entre la segunda y la tercera entrega, sin embargo, es también posible concluir que la última, es decir 007: Operación Skyfall es, sin lugar a dudas, todo un hallazgo.
La elección de un cineasta talentoso, para nada experto en la acción, como el británico Sam Mendes, fue también muy afortunada: el tono buscado para esta aventura es el crepuscular, que roza por momentos el "dark" más intenso e interior.
Es que el sistema de inteligencia que sostiene el engranaje detrás del personaje está en crisis, y así arrancan sus corridas, tras algún traspié, en busca de proteger la cadena de mando a pesar de que todo parece estar escrito de antemano, y no es del todo feliz.
Esta vez no sólo Bond está en peligro, sino M, su jefa, porque un ex agente del M16, el latino Raúl Silva, está dispuesto a liquidarla, según dice porque lo ha hecho sufrir mucho en el pasado cuando todavía no había descubierto el placer de cortarse solo al servicio del mejor postor y la venganza.
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