LA OBRA DE MORIA CASAN, SOFIA GALA CASTIGLIONE Y MARIO PASIK MAS ALLA DE UN DESNUDO
3 mitades es más de lo que parece
El director José María Muscari pudo interpretar la verdadera fibra de esta pieza, que profundiza en las relaciones amorosas. El beso de Moria con su hija es apenas una treta de márketing.
La comedia 3 mitades, que Moria Casán protagoniza en el teatro Picadilly junto a su hija Sofía Gala Castiglione y Mario Pasik, esconde un interés real que supera el amarillismo de ciertas publicidades.
Trabajo característico en texto y dirección del irregular pero talentoso José María Muscari, va a decepcionar a quienes concurran a presenciar escenas que bordeen el incesto o exhibiciones de desnudos desaforados.
Lejos del despropósito de Vidas privadas, de Noel Coward, que Muscari ofreció a principios de año en la misma sala -donde el disparate aplastaba las sutilezas del autor británico-, aquí hay una agudeza de observación sobre las relaciones humanas en la tradición de En la cama, un espectáculo que dividió aguas en su trayectoria.
Según palabras del autor, esta pieza aguardaba desde hacía muchos años en la memoria de su computadora y sufrió modificaciones y reescrituras varias, hasta que el trabajo con sus actores terminó por darle el acabado que esperaba.
La historia no es complicada -una chica joven (Castiglione) enamora al mismo tiempo a una mujer madura (Casán) y a su marido (Pasik)- y está narrada a través de diálogos chispeantes, con dardos casi siempre certeros y exposiciones individuales en las que a veces los intérpretes interpelan al público.
Sin desbordes
Con el estilo típico de Muscari, que a sus 35 años intervino como director, autor, actor y otras cosas en casi 60 espectáculos, la realidad se entromete en el texto, se citan lugares reales y marcas comerciales y los actores salen brevemente de sus roles para autorreferenciarse.
No es el Muscari que desnudó actrices famosas (Desangradas en glamour), hizo orinar a otras en pleno escenario (Catch) o destilar miserias sobre sus carreras a un grupo de olvidados (Cotillón); aquí hay un aire “almodovariano” en el análisis de los vínculos, más allá que ciertos públicos busquen otras cosas.
Para decirlo claramente, los besos supuestamente apasionados entre la mujer mayor y la joven -madre e hija en la vida real- no pasan de un simple roce de labios y el "desnudo total" de la primera detrás de un cortinado transparente hace pensar que lo mejor para la señora Casán sería no hacerlo.
La gran contra que tiene la actriz es ser, además, una figura mediática y muy polémica a la que algún público puede ir a ver en esa calidad y no al personaje que juega en el escenario, aunque Muscari fomente esa dualidad en éste y todos sus productos.
Con un buen comediante (Pasik) a su lado y la frescura de su hija Sofía Gala, la diva hace un buen papel en el difícil escenario del Picadilly -que prácticamente sólo permite movimientos de lado a lado-, y ella lo camina con autoridad y por momentos con gracia.
Sin que vaya a pasar a la historia, la pieza tiene su inteligencia, conoce de las parejas y sus desgastes y, sobre todo, de esa picazón y esa ansiedad que suelen envolver a quienes se entusiasman con un nuevo amor.
Trabajo característico en texto y dirección del irregular pero talentoso José María Muscari, va a decepcionar a quienes concurran a presenciar escenas que bordeen el incesto o exhibiciones de desnudos desaforados.
Lejos del despropósito de Vidas privadas, de Noel Coward, que Muscari ofreció a principios de año en la misma sala -donde el disparate aplastaba las sutilezas del autor británico-, aquí hay una agudeza de observación sobre las relaciones humanas en la tradición de En la cama, un espectáculo que dividió aguas en su trayectoria.
Según palabras del autor, esta pieza aguardaba desde hacía muchos años en la memoria de su computadora y sufrió modificaciones y reescrituras varias, hasta que el trabajo con sus actores terminó por darle el acabado que esperaba.
La historia no es complicada -una chica joven (Castiglione) enamora al mismo tiempo a una mujer madura (Casán) y a su marido (Pasik)- y está narrada a través de diálogos chispeantes, con dardos casi siempre certeros y exposiciones individuales en las que a veces los intérpretes interpelan al público.
Sin desbordes
Con el estilo típico de Muscari, que a sus 35 años intervino como director, autor, actor y otras cosas en casi 60 espectáculos, la realidad se entromete en el texto, se citan lugares reales y marcas comerciales y los actores salen brevemente de sus roles para autorreferenciarse.
No es el Muscari que desnudó actrices famosas (Desangradas en glamour), hizo orinar a otras en pleno escenario (Catch) o destilar miserias sobre sus carreras a un grupo de olvidados (Cotillón); aquí hay un aire “almodovariano” en el análisis de los vínculos, más allá que ciertos públicos busquen otras cosas.
Para decirlo claramente, los besos supuestamente apasionados entre la mujer mayor y la joven -madre e hija en la vida real- no pasan de un simple roce de labios y el "desnudo total" de la primera detrás de un cortinado transparente hace pensar que lo mejor para la señora Casán sería no hacerlo.
La gran contra que tiene la actriz es ser, además, una figura mediática y muy polémica a la que algún público puede ir a ver en esa calidad y no al personaje que juega en el escenario, aunque Muscari fomente esa dualidad en éste y todos sus productos.
Con un buen comediante (Pasik) a su lado y la frescura de su hija Sofía Gala, la diva hace un buen papel en el difícil escenario del Picadilly -que prácticamente sólo permite movimientos de lado a lado-, y ella lo camina con autoridad y por momentos con gracia.
Sin que vaya a pasar a la historia, la pieza tiene su inteligencia, conoce de las parejas y sus desgastes y, sobre todo, de esa picazón y esa ansiedad que suelen envolver a quienes se entusiasman con un nuevo amor.