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ROBERTO CARNAGHI, JULIA CALVO, CARLOS KASPAR Y GRACIELA TENEMBAUM IMPECABLES

"Las Brujas de Salem", un texto actual sobre la intolerancia y la manipulación

La famosa pieza de Arthur Miller en su versión local, tiene altibajos pero una mirada sobre la sociedad que hace olvidar algún traspié y se convierte en un buen espectáculo.

Roberto Carnaghi, Julia Calvo y Carlos Kaspar se destacan por su oficio en el heterogéneo elenco de Las brujas de Salem, de Arthur Miller, dirigida por Marcelo Cosentino, que se entrenó en la sala 2 del teatro Broadway.
Quizá la obra más política de Miller, relata hechos ocurridos en Salem, Massachusetts, a fines del siglo XVII, donde un grupo de jovencitas desata la paranoia de esa sociedad con acusaciones de brujería que llevan a la prisión y al cadalso a gran parte del pueblo.
La iniciadora es una chica (Lali Espósito) que actúa por venganza contra su antiguo patrón, John Proctor (Juan Gil Navarro), de quien se sintió desdeñada tras un vínculo inconfeso, y su primera víctima será la mujer del granjero (Graciela Tenembaum).
Pero pronto la conspiración se saldrá de cauce y el pueblo entero caerá en la cárcel o en el cadalso ante el supuesto de que el Demonio y el Mal son constituidos en entidades tangibles, ante lo que las autoridades presbiterianas aportarán sus temibles jueces.
A partir de entonces, los tribunales estarán dispuestos a condenar antes que a escuchar, y Proctor, uno de los personajes emblemáticos del teatro del siglo XX, se verá en una disyuntiva similar a la de Galileo: insistir en su verdad o salvarse a cambio de bajarse de ella.
Como se sabe, la metáfora está directamente vinculada al macartismo que reinaba en los Estados Unidos en ocasión de su estreno (1953) y del que Miller zafó por inteligencia y buena suerte, mientras actores, libretistas y otros daban con sus huesos en la cárcel.
El demonio entonces se llamaba comunismo -era la posguerra- y todo aquel que en Hollywood fuera sospechado de simpatías en ese sentido podía ser denunciado, incluso por buchones famosos como Elia Kazan, Robert Ryan o Adolphe Menjou y mucha otra gente sin sus talentos.
Si bien los tiempos han cambiado, Las brujas... es un magnífico manual sobre el accionar de la intolerancia sumada a la estupidez, pasiones humanas que suelen encontrar suelos fértiles.

Radiografía

La versión del Broadway se atiene al texto original, tiene un formidable dispositivo escénico de Alberto Negrín, capaz de mostrar un bosque y en segundos convertirlo en prisión, pero se desluce por el abuso del voseo -que le da al texto un naturalismo excesivo- y porque en el elenco hay desniveles notorios.
Frente a las ejemplares actuaciones de Carnaghi, Calvo, Kaspar y Tenembaum, construidas a puro oficio y dominio de la escena, el protagonista Juan Gil Navarro lucha y finalmente sale airoso con su John Proctor, un personaje que fue de Pedro López Lagar y de Alfredo Alcón, en épocas en que la sonoridad de las voces era imprescindible.
Sorprende Lali Espósito  (Teen Angels)- con su seductora, taimada y odiosa Abigail, y hay interesantes trabajos de Justina Bustos y Guillermo Marcos, frente a un Carlos Belloso que patina raramente en la complejidad de su personaje y a un Alejandro Fiore escapado de un spaghetti-western.
La prestigiosa Rita Cortese está poco tiempo en escena como una asesina virtual de recién nacidos .
El director Marcelo Cosentino (Closer, Fortuna II) lidia con una acción caracoleante en la que al principio ubica demasiado tiempo los personajes a la izquierda del escenario, cuya amplitud traiciona con frecuencia la intimidad de alguna escena. 

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