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LA CIUDAD ETERNA SE TRANSFORMA EN EL ESCENARIO PERFECTO PARA HILVANAR HISTORIAS

De Roma con amor... una película con el indiscutible sello de Woody Allen

El humor sin dobleces es el eje de esta película. Un Woody Allen más ingenuo y que reivindica a la comedia italiana con un film que invita a la risa, y a repensar la fama, la juventud y la vida postlaboral.

Woody Allen celebra su enamoramiento con el cine en su nueva película A Roma con amor, donde cuatro historias tienen como denominador común el humor.
Las historias no se tocan, pero las une el escenario romano, o al revés, quizás lo que ocurre es que sus historias construyen Roma, una ciudad particular no sólo por su historia y su valor cultultural sino por la diversidad de personajes que conviven en ella.
El film remite al humor típico de Allen, con la ironía y el sarcasmo invadiendo el guión, y por momentos comandándolo. Pero además tiene mucho de esa vieja magia de la comedia italiana de Vittorio de Sica, casi como si el leiv motiv hubiese sido precisamente homenajear a ese cine, hoy prácticamente perdido, que tiene toques picarescos a la vez que inocentes, más evidentes en la historia que encabeza Penélope Cruz, en su pael de prostituta, donde el enredo y las confusiones van envolviendo a sus protagonistas en una maraña difícil de desenredar.

Tres historias más

La historia encabezada por Alec Baldwin, (un arquitecto exitoso), tiene el peso del género fantástico, con el que Woody Allen ya ha trabajado en varias ocasiones. Este arquitecto se convierte prácticamente en un fantasma de un joven estudiante de arquitectatura que se ve atrapado en una complicada situación amorosa.
La tercer historia lo tiene por protagonista a Roberto Begnini, quien representa a Leopoldo, un romano común y corriente, que de la noche a la mañana y sin saber por qué se ve convertido en el hombre más famoso de la ciudad. En esta historia la parodia alcanza niveles superiores, especialmente si se presta atención al papel que desempeña la prensa, y al fenómeno mediático en sí mismo.
El plato fuerte para los fanáticos de este director es seguramente la que protagoniza él mismo, un neoyorquino que  viaja a Roma con su esposa para conocer al novio de su hija, un romano de izquierda que de inmediato entra en choque con su suegro.
El cruce cultural entre las dos familias es de lo más interesante, y la relación entre el padre del novio y Allen dispara episodios que se dan la mano con el absurdo.
La ciudad es un escenario perfecto, y cada lugar está en perfecta sincronía con sus personajes. La Roma de Woody Allen no es única, se fragmenta de acuerdo a la mirada de sus habitantes y la cámara no ofrece una vista única e idílica, sino que desde el principio se va sumergiendo en una Roma absolutamente real, humana, vital y donde todo es posible. 

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