DAISEY RIDLEY, DE “STAR WARS” A NADAR EN AGUAS ABIERTAS EN “LA JOVEN Y EL MAR”
DAISEY RIDLEY, DE “STAR WARS” A NADAR EN AGUAS ABIERTAS EN “LA JOVEN Y EL MAR”
NOVEDADES EN LA PANTALLA CHICA

“La joven y el mar” Mujer al agua, voces que se agitan

Se estrenó en Disney+ la película sobre la primera mujer en cruzar el Canal de la Mancha, Trudy Ederle, quien, para lograrlo, tuvo que nadar contra la marea del océano y también contra la de la sociedad

Hay una pizca de locura en la mente de los nadadores de aguas abiertas: voluntariamente, nadan durante horas en aguas con corrientes fuertes, a veces heladas, aguas malhumoradas, cambiantes, comiendo mientras patalean, combatiendo criaturas marinas. Pero Trudy Ederle tenía más que una pizca: imaginen ese combate contra las fuerzas de la naturaleza, pero en 1926, cuando no había neoprene que protegiera el cuerpo, ni GPS, ni suplementos. Y cuando a las mujeres no les permitían nadar en buena parte del mundo.

Una mujer contra la marea: esa es la historia que se cuenta en “La joven y el mar”, película estrenada ayer en Disney+, protagonizada por Daisey Ridley, la figura central de la última trilogía de “Star Wars”, que aquí cambia los sables laser por trajes de baño antiguos, hechos de lana y que cubrían todo el cuerpo de las mujeres porque nadar era considerado una actividad impúdica, y las chicas el sexo débil.

El director Joachim Rønning trabajó particularmente la recreación de la época, un tiempo icónico para Estados Unidos: los años 20 eran especiales por la irrupción del jazz y la noche iluminada, aunque la familia de Ederle no vivía esa parte glamorosa. Su padre era carnicero, un inmigrante curtido por las privaciones de su vieja patria y por la dureza de la persecución del sueño americano. Desde ya, no quería que su hija nadara: buscaba que se casara con algún muchacho de su patria que tuviera un negocio propio, y poco más.

Pero Trudy desafió todas las convenciones de su época: su épica tiene, en ese sentido, todos los condimentos. De niña contrajo una enfermedad que la dejó con una leve pérdida de la audición. Cuando se enamoró de la natación, tuvo que enfrentar a su obstinado papá alemán, también a una entrenadora que no confiaba demasiado en sus habilidades. Arrancó, batió récords mundiales y fue a competir a París, a los Juegos Olímpicos de 1924, pero no la dejaron entrenar durante el largo trayecto en barco para que no tuviera contacto con los atletas varones, y no obtuvo los resultados esperados. Cuando parecía el fin de su carrera, la rendición al destino que le planteaba su padre, apareció un nuevo sueño: convertirse en la primera mujer en cruzar el Canal de la Mancha, algo que solo un puñado de hombres había conseguido.

Rønning narra estas desventuras con pulso del cine clásico y por lo tanto no sorprende que haya decidido filmar en el mar, de verdad: nada de pantallas verdes. La aventura del cine: es algo que le gusta, claro, teniendo en cuenta que ya rodó en el mar en “Piratas del Caribe: La venganza de Salazar” y “Un viaje fantástico”.

 

A NADAR

Pero el viaje al mar implicó un durísimo entrenamiento para Daisey Ridley. Para la actriz, después de estar varios años enfrascada en la franquicia “Star Wars” (que le dio úlceras por los nervios) “todo proyecto es un descubrimiento, un nuevo desafío”, al punto de que cuando recibió el guión, se entusiasmó tanto que decidió ser productora de la película.

Ridley “sabía nadar, por supuesto”, cuenta el director, “pero tenía que aprender a nadar en aguas abiertas muy frías y todas las complicaciones que eso acarreaba. También tenía que adaptar su estilo de natación para que fuera fiel a la época, ya que el deporte cambió mucho desde la época de Trudy”.

Para lograrlo, Ridley entrenó con un equipo que incluía a la nadadora olímpica Siobhan O’Connor, ganadora de la medalla de plata en los juegos de Río de Janeiro de 2016. “Entrené durante tres meses antes de comenzar el rodaje, y luego seguí entrenando durante la filmación. Mi estilo de natación mejoró muchísimo. En el último plano que hice, nadé probablemente 150 metros en el mar, luchando contra la corriente y manteniendo la velocidad del bote de cámara”, relata Ridley.

“Estoy muy orgullosa de lo que hice físicamente, pero no necesito volver a nadar nunca más”, se ríe la actriz, que además pasó de entrenar con las mallas del siglo XXI a vestir un traje completo, de lana, en la primera parte del filme, y luego una especie de bikini que inventaron las hermanas Ederle para un nado más cómodo. Era mejor que la lana, pero utilizarla en el mar casi la congela: cuenta Rønning que, durante el rodaje, el equipo debía sacar a la actriz del agua helada después de cada toma para calentarla. “Tenía los labios morados, pero siempre estaba más que dispuesta a volver al agua. Me impresionó muchísimo su vigor”.

COMENTARIOS