El 24 de noviembre de 1991 Freddie Mercury se iba de gira por la eternidad, tras una larga lucha contra el cruel HIV: fue un día de luto, de esos lutos oscuros de los que emergió, por deseo de catarsis, la necesidad desesperada de hacer algo. Ese algo sería, algunos meses después, uno de los conciertos más memorables, el Tributo a Freddie Mercury, que cumple hoy 30 años.
Es que era claro para Brian May, Roger Taylor y John Deacon, los otros tres miembros de Queen, que el dolor era demasiado fuerte y había que salir de él tan pronto como fuera posible. Y la mejor manera que encontraron fue celebrar la vida y el legado de su icónico amigo: el desconsolado triunvirato comenzó a pensar en cómo celebrar al cantante, y en febrero anunciaron sus planes en la entrega de los premios Brit Awards, cuando “The days of our lives” fue elegido mejor single británico de 1991 y los tres aparecieron para recoger el galardón y un premio póstumo para Freddie.
El plan era el siguiente: armar un gran concierto que celebrase la vida de Mercury, tan pronto como el 20 de abril de 1992, el Lunes de Pascua, en Wembley, claro, escenario mítico para la banda. Todos los beneficios se destinarían al fondo recién formado, Mercury Phoenix Trust, para financiar proyectos de lucha contra el sida. Al día siguiente, cuando todavía no había plantel confirmado, se pusieron a la venta 72 mil entradas: se agotaron en dos horas.
Y dos días más tarde, se anunció el line-up, verdaderamente estelar, que homenajearía a Freddie: irían a Wembley David Bowie, George Michael, Guns n’ Roses, Metallica, Def Leppard, Annie Lennox, Seal, Lisa Stansfield, Elton John, Liza Minnelli, Robert Plant de Led Zeppelin, Paul Young, Zucchero, Tony Iommi de Black Sabbath, Bob Geldof, Roger Daltrey de The Who, Mick Ronson, Ian Hunter, Extreme, London Gospel Community Choir y Spinal Tap. Incluso U2, en plena gira, actuaron vía satélite a través de las pantallas del estadio, mucho antes de que la pandemia y la muerte de varios íconos desataran el fenómeno del concierto virtual.
Por supuesto, hubo polémica: todavía hoy, voces como la de la biógrafa de Freddie Leslie-Ann Jones señala que la alineación para el mítico concierto era demasiado rockera, demasiado del gusto de May y Taylor, y no lo suficientemente diverso musicalmente para expresar el rango artístico de Mercury. Queen era, de hecho, una banda bien rockera en sus inicios, antes de que Freddie, por prepotencia de glamour y colores musicales y escénicos, transformara a la banda en una fusión de rock, gospel, ópera, pop, tecno y quién sabe cuántos horizontes musicales más.
En ese sentido, Jones se preguntó donde estaban artistas que habían significado mucho más para Freddie que los presentes. No estaba Aretha, tampoco Prince o Michael Jackson, no había mención a Dave Clark o Tony Hadley. ¿Dónde estaban los tenores, el elemento operático? “El elemento metálico del cartel tal vez no era lo que él hubiera querido”, afirmó la escritora. “Muchos se sorprendieron por la ausencia del elemento ‘gay salido del armario’, con Boy George, Holly Johnson, Jimmy Sommerville o Lee Johns”.
Y sin embargo, los rockeros que homenajearon a Freddie terminaron gestando una despedida que se volvería legendaria, con una potencia que, si bien careció de los mencionados matices, sirvió al menos para que las 72 mil almas exorcizaran a puro pogo el dolor por la muerte del ídolo.
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