Jackie Quiñones, protagonista de “Hightown”, serie de Starzplay cuya segunda temporada se estrena el 19 de diciembre, es una policía estatal que investiga una compleja ola de crímenes mientras batalla con sus propios problemas: adepta a las noches de descontrol, Jackie (Monica Raymund) camino al filo de la adicción mientras navega un mar de secretos y traiciones. La intensidad de su mundo le hace buscar escapes en noches de fugaz intimidad, y allí, el problema ya no es de Jackie sino de los productores de la serie. Porque ante la revelación de cientos de maltratos y abusos en los sets de filmación, de excesos en el rodaje de las escenas de intimidad, de actores traumados y productores prepotentes, Hollywood tiene que volver a aprender a filmar el sexo. Porque como tantas series de alto voltaje, “Hightown”, una serie intensa en cuanto a lo criminal y también a lo sexual, plantea la interrogante: ¿cómo seguir retratando la sexualidad en la pantalla en el siglo XXI? Un siglo donde ha quedado claro que, más allá del maltrato a los actores y los abusos en el set, el sexo televisivo educó a generaciones enteras que no tenían acceso a ESI o internet, y construyeron irresponsablemente imágenes fantasiosas e irrealizables de la sexualidad, propagaron estereotipos tóxicos y encasillaron identidades. Ese brumoso mar es el que ayudan a navegar los nuevos capitanes de tormenta de Hollywood: los coordinadores de intimidad. Figuras que trabajan con los directores y los actores para establecer reglas claras a la hora de filmar escenas donde todo el mundo se sienta cómodo, escenas que sirvan a la historia y no sean puro fetichismo. Es un equilibrio que camina Marci Liroff, coordinadora de intimidad de “Hightown”, cada día en su trabajo. Por un lado, “las escenas tienen que lucir bien, tienen que ser realistas, eso lo conseguimos con coreografía, con enmascaramiento, y otros trucos”; por el otro, hay que tener cuidado con los actores, con la audiencia, sin que eso le quite potencia a la expresión de la sexualidad en la historia. Liroff se convirtió en coordinadora de intimidad tras una vida trabajando como directora de casting: “Estaba buscando por dónde seguir, sentía que era un buen momento para cambiar de aire”, explica, “y este trabajo me parecía un buen próximo movimiento, porque siempre he sido buena protegiendo a los actores como parte de mi trabajo de directora de casting: siempre quise que se sintieran seguros, que nadie se aprovechara de ellos, incluso en una situación de casting”. Pero, advierte Liroff, su trabajo no es solo con los actores: también coordina las escenas con el director, para entender su visión y la misión de la escena y “traerla a la vida”, ayudarlo a que la lleve a cabo sin cruzar ninguna línea. Esta negociación es toda una novedad en la industria, “un gran cambio. Antes los actores llegaban al set y estaban desnudos, con una bata: Saludaban al compañero de escena y el director les decía ‘bueno, empiecen’. No había discusiones sobre la coreografía, o el consentimiento, o lo que no estaba permitido… a los actores se los dejaba solos para construir la escena”, cuenta Liroff. “Incluso a veces podía aparecer un productor exigiendo algo que los actores no habían consentido. Como el actor está en una situación donde está bajo presión, como es difícil decirle que no a quienes tienen el poder de despedirlos, como los actores están programados para decir que sí a todo, muchas veces los actores quedaban encerrados en situaciones en las que no querían estar. Y terminaban con traumas y ansiedad por estas situaciones”. Pero ahora, ante una oleada de denuncias de abusos y situaciones incómodas en los sets, Hollywood ha cambiado y todos han adoptado la figura del coordinador de intimidad, que empuja a que la escena completa, desde el primer beso al “descamisamiento” y el acto en sí, esté “planificado de antemano, como si fuera una escena de riesgo”. De hecho, muchas veces son estas figuras quienes terminan armando la escena, como coreógrafos: “Algunos directores saben exactamente lo que quieren, pero otros no encuentran el lenguaje, dudan mucho, y te terminan entregando la escena”, cuenta Liroff. Lo cierto es que “cuando llegamos al set está todo acordado: no puede haber cambios gracias al sindicato de actores, que protege a los actores. No se puede agregar nada, no vamos a discutir ese día”. Pero no es que se hayan acabado las discusiones y desde ahora en más haya un mapa de cómo hay que filmar el sexo en la pantalla que hay que seguir como un protocolo sanitario: “Tenemos discusiones durante la planificación, ese es el momento de discutir”, dice Liroff, que por otro lado afirma que “nunca conocí un director que quisiera empujar a un actor a hacer algo con lo que no se siente cómodo. Creo que esos días terminaron”.
En el set
Ahora, aunque esté todo acordado, el coordinador de intimidad igual tiene que trabajar el día del rodaje. “Me encuentro con los actores antes de las escenas y les ayudo a colocarse las prendas de modestia, así no están piel con piel, genital con genital; voy de maquillaje a vestuario para saber que sepan exactamente cómo es la escena: quizás es una escena muy activa y el actor usa peluca, entonces nos tenemos que asegurar que esa peluca permanezca puesta; me fijo que la escena salga acorde a lo planificado y lo imaginado, que cuenta la historia y cumpla lo pautado”, cuenta Liroff sobre su rol en el piso. También, agrega, se asegura de que se respete el set cerrado ante escenas de intimidad, con solo un puñado de esenciales trabajando, “me aseguro de que el actor esté cómodo, se sienta bien, y también intento proteger al equipo, porque a veces se ruedan escenas muy violentas y el equipo técnico puede comenzar a sentirse ansioso”. El éxito de estos mediadores ha sido tal, tanto han ayudado para construir climas laborales cordiales y felices, que los llaman cada vez más, hasta para escenas de mera sugestión, explica Liroff. “Cada vez más nos contratan para trabajar en un beso entre menores: quizás sea su primer beso, puede ser muy incómodo, así que estoy allí para ayudarlos, para mostrarles como besar sin lengua”, ejemplifica la coordinadora de intimidad. Y también, dice, consultan mucho los escritores. “Sobre todo en escenas que incluyen ciertos fetiches”, cuenta. Quieren obtener de ella, agrega, “los detalles correctos, las formas, el lenguaje”.
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