Rastros de carmín
Calle 13 recupera y amalgama, en un sonido potente y ecléctico, historias secretas, corrientes e ideologías que no aparecen en los manuales, pero que brotan como estallidos de violencia, desde Silvio Rodríguez y Rubén Blades hasta el aullido de Johnny Rotten. Los beats agresivos, un cuerpo que se retuerce y letras de protesta y emancipación, se suman a una erótica que va del tecno-pop de los 80 (Electro movimiento) a la música latinoamericana, sin perder impronta personal.
“Tu no puedes comprar el viento/ tu no puedes comprar al sol/ tu no puedes comprar la lluvia/ tu no puedes comprar el sol”, arremeten en “Latinoamérica”; o este otro: “Nos gusta el desorden/ rompemos con las reglas/ somos indisciplinados” (Vamo` a portarnos mal).
Como el rock, Calle 13 convive con las mismas contradicciones que suponen la masividad y la sociedad del espectáculo. ¿Se puede ser confiable y ganar millones? Pero los artistas hablan con su obra, y la de Calle 13 sigue siendo una música reñida con el gusto cristalizado, rebelde, inconformista e iconoclasta.
Como el escritor Greil Marcus en el maravilloso libro “Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo XX”, Calle 13 conjuga en su propuesta “un espectro de fraternidad contracultural, de cuerpos que, para existir, huyen de lo que hay”.