El cine Inglés expone a Margaret Tatcher sin objetar sus políticas

El cine británico recrea la historia de Margaret Thatcher, quien fuera primera ministra de su país entre 1979 y 1990, a partir de un puñado de hechos en los que tuvo protagonismo.

El cine británico encara por primera vez la vida de Margareth Thatcher, quien fuera su primera ministra entre 1979 y 1990, en "La dama de hierro", la película dirigida por Phillyda Lloyd, con Meryl Streep, que se estrena el jueves en la Argentina. La autora de la versión cinematográfica del musical "Mamma Mia!", de una puesta de la ópera "Macbeth", en la Royal Opera House y del telefilme "Gloriana", sobre la reina Isabel I de Inglaterra, debuta en su primer largometraje -para cine- argumental, también con Jim Broadbent.
La idea de la guionista Abi Morgan, también autora de de la independiente "Shame", del ascendente Steve McQueen y "Brick Lane", sobre una joven de Bangladesh que viaja por matrimonio a Londres, era repasar la historia de Tathcher, desde el presente, a los 87 años, afectada por la enfermedad de Alzeihmer.
El personaje encuentra en Streep (y en Alejandra Roach, la actriz que la encarna hasta que alcanza la mayoría de edad) su más ajustada intérprete, incluso por su parecido físico, que solo forzó a la actriz a cubrir su rostro con un importante maquillaje cuando, en forma alternativa, aparece octogenaria. Las primeras imágenes la muestran "perdida" en el Londres de hoy, y atrapada en una soledad desesperanzada, con medicaciones que la mantienen mínimamente a flote y una actividad limitada a comer y dormir que se confunde con sus propias pesadillas, en las que pasado y presente se yuxtaponen.
Personaje desagradable para el mundo progresista de la segunda mitad del siglo XX, Thatcher supo hacerse odiar, en la cámara baja, a finales de la década del 70, y como primera ministra, periodo en el que enfrentó no solo crisis como consecuencia de su política ultra conservadora sino, además, la Guerra de Malvinas.
Venta de bienes del Estado, enfrentamientos con los sindicatos y en general con cualquier reclamo, generando altísimo niveles de desocupación, caracterizaron esa etapa en la que el mundo descubrió una impresionante frialdad para las políticas recesivas y retrógradas e incluso un enfrentamiento bélico con la Argentina.