“En el amor la edad no importa” es la respuesta más frecuente ante parejas conformadas por miembros que entre uno y otro cabe una generación.
Hoy es frecuente la diferencia de edad entre los componentes de una pareja y como se observa no es un impedimento para el romance y es cada vez más frecuente que las parejas no coincidan cronológicamente, pero sí emocionalmente.
Esto no es nuevo. Ya en el siglo pasado, cuando llegan los inmigrantes europeos a nuestro país, muchos viajaron solos y más tarde llegaba una jovencita, quien sería su esposa y la compañera de lucha y madre de familia.
Cuando el hombre es quien lleva veinte o treinta años de diferencia a la mujer justificamos la constitución de la pareja y, desde una postura machista, diríamos que se trata de el intercambio de necesidades “seguridad por juventud”. Claro que estas elecciones no ocurren cuando el señor mayor es un jubilado, allí pasa a llamarse “abuelo”.
Luego de la llamada revolución sexual se empezó a romper la frontera de las relaciones generacionales y se ha hecho más común observar mujeres maduras con hombres muy jóvenes.
Hablaríamos del Edipo o de Electra desde un punto de vista psicoanalítico, pero desde un análisis contextual también hablaríamos de una complementación de necesidades.
Muchas de estas relaciones son fugaces, sólo por hoy diríamos. En cambio hay otras que se sostienen en el tiempo a pesar de los cuestionamientos familiares, los prejuicios sociales y diversidad de controversias.
Entre ellas: distintos grupos de pertenencia, distintos intereses. Es de entender que quien tiene 60 años no puede tener los mismos intereses que alguien de 25 ó 30 años.
Los celos también pesan, Siempre puede aparecer el rival contemporáneo. También aparecen distintas posibilidades sexuales. Considero que al tener claro la diferencia de edad pueden posicionarse más asertivamente en la pareja.
Por Susana Machado - Psicóloga
Seleccione Edición
COMENTARIOS