“Los gobiernos a veces nos tratan como idiotas, pero aún tenemos la palabra”, dijo Gil Navarro al público, emocionado, al saludar el sábado en medio de los enfáticos aplausos finales. “Shakespeare todos y ninguno” es, precisamente, una celebración de la palabra y de la actuación en estado puro, libre de imposturas, dispuesta a correr el riesgo de poner a dialogar a distintos personajes shakesperanos encarnados en el protagonista sobre el breve escenario, reto del que sale más que airosa.
La selección de la puesta incluye escenas de "Enrique IV", "Macbeth", "Romeo y Julieta", "Rey Lear", "Julio César", "Timón de Atenas", "Coriolano" y "La tempestad", junto a los ya mencionados "Hamlet", "Otelo" y "Ricardo III".
La obra está construida a partir de una relectura de la puesta protagonizada por Alfredo Alcón en 1990, “¡Shakespeare, todavía!”, donde el gran actor argentino recorría los pasajes elegidos por el investigador teatral español fallecido, Antonio Rodríguez de Anca.
El director santafesino, entrañable amigo de Alcón, recupera aquí las distintas voces de las criaturas para que cada una logre sonar con su propio color y misterio, mientras Gil Navarro entrega una actuación formidable, al dotar a cada una de una carnadura tal que el espectador puede imaginarlas con nitidez, y llegar a respirar sus miserias y grandezas. Un trabajo arriesgado y exigente, donde la organicidad se manifiesta desde un registro cercano, facilitado por su gran caudal de voz y una dicción impecable.
Una silla de cuero, más un plateado copón, herencia de las funciones compartidas junto a Alfredo Alcón, con quien trabajó en la memorable “Rey Lear” (2009), en la que componía a Edmund, el hijo bastardo de “Rey Lear”, ofician como su única compañía.
El intérprete trajo a aquel personaje de regreso al escenario, durante un momento conmovedor de la función y logró el sábado hacer sonar la voz, la palabra de los hijos no reconocidos, conscientes de su fuerza, sin necesidad del grito para conseguir ser escuchados.
“Esta noche (por el sábado) me sentí muy acompañado por Alfredo”, agregó al final de la velada, y más a allá del reconocimiento de deuda hacia el maestro de la escena argentina, en la función inaugural, se pudo percibir que el actor nunca estuvo solo sobre las tablas, él se encargó de convocar a cada ser, a cada detalle del imaginario del gran dramaturgo de Avon para diseñar así un elenco de situaciones y vidas evocadas, como sucede en la más potente de las ensoñaciones.
La puesta, libre del hilo conductor basado en lo cronológico, se detiene en las costuras, en el entramado tragicómico de las pasiones humanas cotidianas, tan enlazadas a los discursos políticos.
Los tan mentados 400 años de la muerte de Shakespeare encuentran en la obra un poético homenaje que brilla desde la austeridad de su poética. El espectáculo puede verse los sábados en Corrientes 1543, Capital Federal, y dura una hora.
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