ENFERMEDADES POR REDES SOCIALES
Aumentan los casos de tecnoestrés
Los expertos aseguran que cada vez son más las personas que no pueden “desconectarse”.
Es una postal ya clásica de estos tiempos: personas que, en el trabajo, en la calle o en el auto, están todo el día con el teléfono en la mano como si fuese una extensión de su cuerpo. Personas que consultan el correo a cada instante. O que mandan un mensaje y chequean sus contactos minuto a minuto como si en realidad llevaran varios días sin revisarlos. Hay quienes no apagan sus equipos ni siquiera en el cine o en las salas de internación médica, donde están prohibidos. También están los que se quedan largas horas frente a su PC sin poder dejar de estar en línea. ¿Adictos a las tecnologías? ¿Un trastorno que no para de sumar víctimas? ¿Un aspecto cultural que el propio individuo irá resolviendo con el cambio de época? Lo que sea, cada vez más psiquiatras aseguran que los trastornos y enfermedades derivadas de las nuevas tecnologías se encuentran por estos días en su pico más alto. El término tecnoestrés comenzó a escucharse por primera vez en los años 70, y por entonces se lo entendía como la sobrecarga de información que puede alterar a las personas
“Los elementos tecnológicos se han instaurado en todos los ámbitos de nuestra vida -apunta el psiquiatra Antonio Cano, especialista en el estudio de la ansiedad y el estrés-. Si bien es cierto que su principal objetivo es facilitar nuestro día a día, también lo es que pueden generar nerviosismo porque hay que aprender a manejarlos, lo que lleva tiempo y puede desencadenar más problemas de los que nos resuelve”.
A la hora de definir este mal, el experto detalla que ese nerviosismo “se encuadra en lo que ahora denominamos tecnoestrés, que es un tipo de estrés provocado por la exposición continuada al uso de nuevas tecnologías de información y comunicación como internet, los celulares, la televisión digital o el teletrabajo”.
Si bien no hay estudios científicos que den cuenta de la prevalencia del tecnoestrés en la sociedad, una investigación de Intel en varios países detectó que el 40% de los usuarios permanece 24 horas, siete días a la semana, conectado a sus dispositivos, mientras que 8 de cada 10 duermen con su celular al lado.
Pese a que por ahora nadie habla de epidemia, los especialistas consultados coinciden en que una proporción significativa de la población puede estar aquejada por estos males de nuestros tiempos. Y muchos, incluso, no saberlo.
Recién en los años 70
El término tecnoestrés comenzó a escucharse por primera en los años 70, y por entonces se lo entendía como la sobrecarga de información que puede alterar a las personas. Durante la última década, sin embargo, y a medida que las tecnologías se fueron haciendo cada vez masivas y de uso más cotidiano, el concepto se hizo aún más específico y, en sintonía con la explosión digital, comenzó a utilizarse con una frecuencia inusitada.
De todos modos, aclaran varios expertos, se trata de un mal que aún no está clasificado como enfermedad dentro del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, que como se sabe contiene una clasificación y proporciona descripciones claras de las categorías con el propósito de que los clínicos y profesionales de la salud mental puedan encuadrar, estudiar, intercambiar información y tratar así los trastornos.
Para el psiquiatra platense Pedro Gargoloff, “el riesgo de dependencia de cualquier tipo está sujeto, entre otras cuestiones, a variables como la aceptación, el rechazo social y la accesibilidad.
A menor rechazo social y acceso más fácil, obviamente el riesgo es mayor. Y en este punto internet y las nuevas tecnologías superan a drogas como la cocaína, la marihuana y está muy próxima a sustancias como el tabaco y el alcohol”.
En personas mayores de 40
Aunque se trate de un terreno en el que muchas veces cada profesional tiene su propio manual, a la hora de analizar y describir el fenómeno existe una coincidencia generalizada en que las personas mayores de 40 años son más propensas que los jóvenes a caer en las garras del tecnoestrés, y esto debido a que, por una cuestión generacional lógica, no han crecido con las nuevas tecnologías y, de esa manera, pueden encontrar más dificultades a la hora de adaptarse a sus nuevos usos.
Además, y ya hilando más fino en el perfil de los tecnoadictos, los expertos sostienen que, dado que las mujeres poseen generalmente una predisposición más social a los hombres y utilizan más el lenguaje que ellos, tienen por lo tanto una mejor adaptación a las nuevas tecnologías.
Por este motivo, y aunque las consultas por este problema tienen un predominio del público femenino, los hombres son quienes más posibilidades tendrían de sufrir una dependencia a los nuevos dispositivos tecnológicos.
“Los elementos tecnológicos se han instaurado en todos los ámbitos de nuestra vida -apunta el psiquiatra Antonio Cano, especialista en el estudio de la ansiedad y el estrés-. Si bien es cierto que su principal objetivo es facilitar nuestro día a día, también lo es que pueden generar nerviosismo porque hay que aprender a manejarlos, lo que lleva tiempo y puede desencadenar más problemas de los que nos resuelve”.
A la hora de definir este mal, el experto detalla que ese nerviosismo “se encuadra en lo que ahora denominamos tecnoestrés, que es un tipo de estrés provocado por la exposición continuada al uso de nuevas tecnologías de información y comunicación como internet, los celulares, la televisión digital o el teletrabajo”.
Si bien no hay estudios científicos que den cuenta de la prevalencia del tecnoestrés en la sociedad, una investigación de Intel en varios países detectó que el 40% de los usuarios permanece 24 horas, siete días a la semana, conectado a sus dispositivos, mientras que 8 de cada 10 duermen con su celular al lado.
Pese a que por ahora nadie habla de epidemia, los especialistas consultados coinciden en que una proporción significativa de la población puede estar aquejada por estos males de nuestros tiempos. Y muchos, incluso, no saberlo.
Recién en los años 70
El término tecnoestrés comenzó a escucharse por primera en los años 70, y por entonces se lo entendía como la sobrecarga de información que puede alterar a las personas. Durante la última década, sin embargo, y a medida que las tecnologías se fueron haciendo cada vez masivas y de uso más cotidiano, el concepto se hizo aún más específico y, en sintonía con la explosión digital, comenzó a utilizarse con una frecuencia inusitada.
De todos modos, aclaran varios expertos, se trata de un mal que aún no está clasificado como enfermedad dentro del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, que como se sabe contiene una clasificación y proporciona descripciones claras de las categorías con el propósito de que los clínicos y profesionales de la salud mental puedan encuadrar, estudiar, intercambiar información y tratar así los trastornos.
Para el psiquiatra platense Pedro Gargoloff, “el riesgo de dependencia de cualquier tipo está sujeto, entre otras cuestiones, a variables como la aceptación, el rechazo social y la accesibilidad.
A menor rechazo social y acceso más fácil, obviamente el riesgo es mayor. Y en este punto internet y las nuevas tecnologías superan a drogas como la cocaína, la marihuana y está muy próxima a sustancias como el tabaco y el alcohol”.
En personas mayores de 40
Aunque se trate de un terreno en el que muchas veces cada profesional tiene su propio manual, a la hora de analizar y describir el fenómeno existe una coincidencia generalizada en que las personas mayores de 40 años son más propensas que los jóvenes a caer en las garras del tecnoestrés, y esto debido a que, por una cuestión generacional lógica, no han crecido con las nuevas tecnologías y, de esa manera, pueden encontrar más dificultades a la hora de adaptarse a sus nuevos usos.
Además, y ya hilando más fino en el perfil de los tecnoadictos, los expertos sostienen que, dado que las mujeres poseen generalmente una predisposición más social a los hombres y utilizan más el lenguaje que ellos, tienen por lo tanto una mejor adaptación a las nuevas tecnologías.
Por este motivo, y aunque las consultas por este problema tienen un predominio del público femenino, los hombres son quienes más posibilidades tendrían de sufrir una dependencia a los nuevos dispositivos tecnológicos.