Desde octubre del año pasado, el cartel de bienvenida a Zavalía comenzó a verse lleno de colores y vida, es que un matrimonio comenzó a hacer el jardín y sobre Ruta 65 ahora asoman gallardias, malvones, conejitos, muérdagos, caléndulas y lirios que se dejan ver entre las siete letras que nombran al pueblo.
María Angélica “Coca” Ariguel (74) y su marido Néstor Chiaraviglio (81) cumplieron 54 años de casados y hace 49 que viven en el pueblo. Cuando estaban en el campo, una legua y media hacia adentro, él trabajaba como peón rural y ella se dedicaba a crear los más delicados tejidos y bordados. Hoy, ya jubilados y con más tiempo disponible, se confiesan amantes de la jardinería y del trabajo de la tierra con sus manos. Hace algunos meses, Coca sintió el deseo de armar un jardín en la entrada del pueblo y no dudó en pedir permiso al intendente. “Un día vino Franco Flexas a Zavalía y le dije que yo quería poner plantas en la Virgen de Luján que tenemos en la entrada y él me dijo ‘Sí, Coca’”.
A partir del visto bueno, ni la sequía, ni las hormigas ni el mes entero de lluvias los detuvo. Al comienzo solo había rayitos de sol y luego el jardín fue creciendo más y más. “Mi marido es muy prolijo, está en todos los detalles y el pasto está muy bien cortado”, asegura Coca con orgullo.
Ahora son las cinco de la tarde y Coca y Néstor recién vuelven del jardín que está a unas pocas cuadras de su casa.“Hoy fuimos a pie con una carretilla y todas las herramientas porque sacamos yuyos y llevamos plantitas de esta temporada para trasplantar, salimos temprano pero teníamos el viento de frente y hacía mucho frío”, cuenta Coca y agrega “en verano íbamos a las seis de la tarde a regar y volvíamos a las nueve y media de la noche a casa, teníamos muchísimas plantas lindas como clavel chino y conejitos”.
Los días secos de los primeros meses del año, Coca y Néstor no quisieron que empleados municipales se acerquen a regar, “es que el agua era necesaria para muchas calles y caminos de tierra, entonces nosotros preferimos arreglarnos solos”, cuenta Coca y agrega que un amigo de ellos se acercaba con un tanque de mil litros de agua y cargaban baldes para regar todas las plantas.
Quitar los yuyos, cargar la carretilla con herramientas, caminar hasta el jardín, ver crecer las plantas y armar los canteros alternando colores es lo que Coca y Néstor disfrutan por estos días. “Queremos ver lindo el pueblo, hoy esto lo hacemos con esfuerzo y ad honorem porque nos gusta, cuando ya no podamos hacerlo, seguramente lo harán otros vecinos”, cuenta Coca y agrega “los choferes de la empresa de colectivos que pasa a diario por la ruta nos dicen que no han visto otro jardín de acceso tan hermoso en la zona, los vecinos también nos felicitan e incluso recibimos comentarios de gente que ya no vive en el pueblo y vio las fotos del acceso por internet”.
A los 74 años, Coca puede afirmar que cuando trabaja en el jardín siente paz, tranquilidad y mantiene la mente ocupada.
Y así atraviesan la madurez de la vida: disfrutando del reconocimiento de la gente, de caminar con calma por las calles del pueblo, de hundir los dedos en la tierra húmeda, del olor al pasto recién cortado, de un rayo de sol en la cara en una tarde de otoño, del riego a baldes cuando cae la noche en verano. De esos momentos simples Coca y Néstor disfrutan. Allí está la felicidad.
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