Cada tarde, después de que cae el sol, Marcelo Menese, de 33 años, y su señora, Sol Bonetti, de 30, se acercan en moto al SUM del barrio Juan El Bueno de la ciudad de Los Toldos para, entre muchas otras cosas, dar una clase de boxeo a niños, jóvenes y adultos. Allí, junto a otros dos profesores -Daniel Zaballo y Mariano Zalazar- comienzan a entrenar con los chicos que asisten de lunes a viernes, de siete de la tarde a nueve de la noche. Aunque afuera la térmica sea inferior a cero o llueva de manera torrencial, los chicos siempre están ahí: esperando para dar pelea.
La historia comenzó hace algunos años, cuando Marcelo y su señora recibieron en su casa a los sobrinos que estaban muy entusiasmados con la idea de aprender a boxear, los chicos llevaron a algunos amigos y llegaron a ser nueve nenes entrenando en el patio. Si bien Sol trabaja en un geriátrico y Marcelo hace changas, al final del día ambos comparten las ganas de ayudar y se trasladan junto a sus dos nenas hasta el barrio ubicado en el otro extremo de la ciudad, pero donde, al menos por dos horas, dejan a un lado las preo-cupaciones y se ocupan de pasar un buen rato.
Una tarde en el SUM del Barrio
Cuatro nenas y veinte varones son los que llegan día tras día al SUM del barrio Juan El Bueno. Algunos porque les gusta el deporte, otros porque quieren verse bien físicamente y otros, simplemente, para compartir la actividad con los vecinos. Allí, Marcelo, Daniel y Mariano dan las clases de boxeo, primero a los más chiquitos y después a los más grandes, mientras que Sol sirve la merienda y se ocupa de hacer las tareas con algunos de los nenes. Este espacio fue recuperado por la Municipalidad de Viamonte y allí se hacen hoy distintas actividades gratuitas culturales y deportivas.
“Esto trasciende totalmente lo deportivo, nosotros sabemos que muchos chicos, de no existir este espacio, estarían lamentablemente en la calle, porque algunos padres los traen y los vienen a buscar, pero la verdad es que a muchos otros no les interesa lo que hacen sus hijos”, cuenta Marcelo Menese a Democracia y agrega “desde 2014 que recibo chicos en casa para entrenar, en su momento estábamos en el patio, ahora es bueno poder hacerlo bajo techo y venir con mi señora, incluso muchas veces traemos chicos de nuestro barrio, que queda lejos de acá”.
Mucho más que un deporte
Además de enseñar boxeo, Marcelo y su mujer asumen el compromiso de acompañar y contener a los chicos con sus historias difíciles: escucharlos, aconsejarlos y ver de qué manera ayudar. La actividad está especialmente planteada para ellos, para quienes tienen pocas oportunidades, para quienes tienen hambre de pelear. “Muchos trabajan, otros van a la escuela, yo digo que tienen que ir cuando puedan, no hay que presionarlos”, apunta Marcelo y agrega “siempre están las puertas abiertas”.
Sin presiones, con mucha pasión
Cada nuevo integrante arranca aprendiendo la técnica de cómo pararse, cómo hacer sombra, cómo caminar y luego le pegan a la bolsa; los más avanzados, por su parte, corren entre ocho y diez kilómetros por día para participar de peleas y exhibiciones que se realizan en la región. Principiantes y avanzados, todos se ajustan a las reglas del juego: no pelear y, en tal caso, acatar la decisión de suspensión o expulsión.
El nivel de compromiso con la actividad crece día tras día. Lejos de las presiones y exigencias que suelen acobardar a los chicos, los profesores y colaboradores buscan generar un espacio de disfrute, de dedicación, donde el cuerpo y la mente se concentren en lo importante: dar batalla. En la vida y en el ring.
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