La tradicional Casa Romera, almacén de ramos generales de Leandro N. Alem, fue fundada el 29 de marzo de 1927.
La tienda conserva el parquet original, el gran mostrador dispuesto en “L” y la antigua estantería que se extiende hasta el techo repleta de productos. Una despensa de época, de esas que son una postal del pasado, pero que aún resisten en los pueblos del interior de la provincia.
La postal
Es una mañana quieta y con sol de otoño en Alem. Los tilos dan sombra en Urizar al fondo, justo en frente a las vías del tren, y un perro descansa en la puerta de Casa Romera, el almacén más antiguo del pueblo. Adentro, los clientes hacen compras; afuera, esperan sus bicicletas sin candado apoyadas contra el cordón de la vereda.
El almacén tiene la entrada principal -angosta y con persiana metálica- en la esquina y se extiende con vidrieras y dos puertas más sobre las calles Urizar y Lariguet; en lo alto de la ochava hay un cartel de madera donde se puede leer “Casa Romera, ramos generales desde 1927”.
En el corazón de la tienda hay un mostrador de varios metros, dispuesto en forma de “L” y, detrás,una inmensa estantería que alcanza al techo con cubículos repletos de productos de almacén. Tal como se estilaba antes, en la cima están los elementos de limpieza como baldes, palanganas o bañaderas de plástico y hay ubicada por allí una escalera para subir y agarrar lo que se necesite.
Así como la “S” de la heladera Siam remite a la casa de los abuelos, los pisos de madera de Casa Romera -originales de la época-también trasladan al cliente al pasado. El sonido hueco, producto de los sótanos que se usaban para guardar mercadería, hace saber que el lugar, si bien ha cambiado mucho, aún conserva detalles clave que hacen a su identidad.
Cuatro generaciones
El comercio fue fundado por Tomás José Romera yabrió las puertas por primera vez el 29 de marzo de 1927.Romera era un inmigrante español que al llegar a la Argentina se radicó en Baigorrita primero y luego en Leandro N. Alem. Desde el día número uno hasta 1982, año en que falleció, Tomás José se hizo cargo del negocio. Estratégicamente, en su momento, se instaló a 50 metros de las vías del ferrocarril y así resultaba más simple descargar los productos del vagón y acomodarlos en la estantería. Los nietos conservan hoy la herramienta que su abuelo utilizaba para quitar los clavos de los cajones de madera en los que llegaba la mercadería.
En la década del 50, Tomás Romera, el hijo del fundador, estudiaba para ser perito mercantil en la ciudad de Buenos Aires cuando una importante crisis económica lo obligó a volver al pueblo y dar una mano en el negocio junto a su padre. Así, a partir de 1955 comenzó a trabajar en el polirrubro hasta el día en que murió, dejando el legado a sus tres hijos Carlos, Alberto y Alejandro que son quienes hoy tienen las riendas del local de ramos generales más antiguo del pueblo.
“En 90 años este comercio atravesó momentos muy duros, antes en Alem había solo tres negocios, ahora hay treinta, pero siempre se salió adelante”, cuenta Alberto Romera, nieto del fundador, con la birome detrás de la oreja y compartiendo un mate dulce con pastafrola.
En cuanto a la cuarta generación, Alberto confiesa que es difícil porque los hijos de sus hermanos están en Buenos Aires estudiando, con otros intereses, pero que su sobrino Facundo, que hoy tiene 20 años, es a quien despacito preparan para que mantenga vivo el negocio.
Antes y ahora
En nueve décadas el almacén ha cambiado muchas cosas, pero la esencia y la fisonomía la conservan. Continúa siendo de ramos generales, aunque las estanterías ya no tienen los cajones con productos sueltos como harina, azúcar o yerba. Tienen horario de comercio, de 8 a 12.30 y de 17 a 21.30 pero, tal como indica Alberto Romera, “si algún amigo o vecino precisa una gauchada, se lo atiende”. La cafetera, con unos 70 años de antigüedad, sigue siendo la herramienta fundamental para moler los granos de café y, sobre todo, se conserva la amabilidad detrás del mostrador.
Esfuerzo y sacrificio son las dos palabras que se repiten varias veces a lo largo de la entrevista con Alberto. Conscientes de que su abuelo dejó un capital valioso para la familia y con la dificil tarea de mantenerlo vivo pese a las dificultades, los nietos de Romera trabajan todos los días, excepto los domingos, y no tienen recuerdo de haber cerrado por vacaciones.
Por el 90º aniversario de la inauguración recibieron muchos saludos a través del canal local, por llamados telefónicos y colocaron una cartelera con fotos de las distintas generaciones. “No hubo plata para hacer fiesta, cuenta Alberto, pero si Dios quiere, para los cien años, vamos a hacer un asado para toda la familia y los amigos, vamos a cortar la calle con música y baile.”
En todos estos años solo hubo dos empleados en la tienda, uno de ellos se jubiló allí tras cuarenta años de trabajo y cada mañana vuelve a hacer sus compras a Casa Romera, el lugar que lejos de los carteles luminosos o góndolas con diseño aún fía a sus clientes y les garantiza el mejor servicio.
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