La historia de la abuela de Rojas que se animó a volar por primera vez a los 85 años
HISTORIAS DESTACADAS

La historia de la abuela de Rojas que se animó a volar por primera vez a los 85 años

Martha Carpenzano se subió a la aeronave de su nieto de 18 años, Juan Martín Bagnis, y juntos vivieron un vuelo emocionante. "A este recuerdo me lo llevo guardado en lo más profundo de mi ser", sostuvo Martha.

Juan Martín Bagnis tiene 18 años y acaba de terminar sus estudios secundarios como muchos jóvenes de su edad. Pero cuenta con algunas historias de vida muy particulares que lo diferencian del resto y, a su corta edad, ya sabe lo que quiere para el resto de su vida: volar.

A los 15 años y 9 meses se convirtió en piloto de planeador y, hasta la fecha, sigue siendo el de menor edad en todo Junín. Juan sabe muy bien lo que es pilotear el velero, recorrer distancias y elevarse sin más ayuda que los movimientos de las masas de aire en el seno de la atmósfera.

De chico mamó la aviación y hoy sueña con ser piloto de aerolínea. “Mi papá me cuenta que a los seis meses ya me llevaban a volar. Y cada vez que veíamos una aeronave, era una parada obligada para sacarnos una foto”, contó. 

Mario, su padre, también es piloto y en épocas pasadas volaba por trabajo. Por lo que puede decirse que toda la familia lleva el mundo de los aviones en la sangre. 

La pasión del joven lo llevó a realizar una travesía aérea muy especial junto a otro de sus familiares, su abuela. Martha Carpenzano contó que un mediodía se encontraba junto a su familia compartiendo un almuerzo en su casa de Rojas y de la nada su nieto le propuso volar. "Dejé los platos sin lavar en la bacha y me fui con Juan Martín hacia Junín sin pensarlo", manifestó. 

Lo curioso de esta historia es que Martha, de 85 años de edad, estaba por experimentar un vuelo por primera vez en su vida. "Nunca tuve miedo porque sentí que tenía que hacerlo con todo mi ser. Toda la familia se quedó admirada por el hecho de que me haya animado. Recuerdo que pensé: 'A esta altura de mi vida no me puedo perder la oportunidad de volar con mi nieto al que tanto amo'. Y fue así como me subí a la aeronave".

Martha describió el viaje como algo emocionante durante el cual Juan Martín se ocupó de explicarle todos los detalles del vuelo, como la altura en la que se encontraban, y también le describió cada uno de los lugares que sobrevolaban.

"Disfruté plenamente cada instante del viaje, tal es así que no recuerdo cuánto duró. Cuando llegamos a destino, nos bajamos y le di un abrazo tremendo a Martín porque estaba tremendamente emocionada por lo sucedido. De esta vida no nos llevamos nada, pero este recuerdo me lo voy a llevar guardado por siempre en lo más profundo de mi ser", reveló Martha. 

Su nieto recordó al respecto: "Fue un vuelo muy tranquilo, muy leve porque era a última hora del día, la mejor hora para volar”.

La historia de Juan Martín

A los 12, casi de casualidad, pisó por primera vez el Club de Planeadores de Junín y se convirtió automáticamente en su segundo hogar. El resto de los pilotos lo adoptaron en “la gran familia” e, inclusive, entre todos le pagaron el curso de piloto de planeador. “Cuando vi por primera vez los hangares abiertos casi me volví loco. Como mi viejo era bastante conocido en el club, porque había remontado, cuando entramos me presentaron a todos los pilotos. Había una señora que nos invitó a ir cuando queramos, y eso lo tomamos muy en serio (risas)”, destacó el planeador.

Ya inmerso en el Club de Planeadores, Juan hizo de todo. Al ser tan jovencito en su llegada, comenzó mirando y estudiando sigilosamente todos los movimientos del lugar. Los adultos que practicaban ese deporte no podían entender cómo un pequeñín tenía esa pasión por los veleros y el lugar en sí. “De a poco me fui involucrando. Primero arranqué corriendo un ala en el planeador, después enganchando, fui jefe de pista, planillero, usaba las radios y así, de a poco, los más grandes me iban enseñando”, explicó.

También abría los hangares y sacaba los planeadores; luego los guardaba y los dejaba acomodados en el lugar correspondiente. Hizo de todo. “Lo que podía hacer con mi conocimiento, lo hacía. Y lo que no sabía, me lo enseñaban. Y así hasta hacer el curso”, sumó.

Y ese momento llegó. La hora de estudiar para volar ya era posible por su edad. Y el Club de Planeadores se involucró de lleno y los pilotos le regalaron el curso. “Ahí pude ver que el laburo que fui haciendo dio sus frutos. Siempre voy a estar agradecido por ese enorme gesto”, sintetizó.

Ya a sus casi 16, recibido de piloto, aún iba al Colegio Padre Respuela. Cada falta que le permitía realizar el sistema educativo, Juan la usaba para escaparse a volar con complicidad de su papá Mario. 

“Me recibí un 20 de agosto y, cuatro días después, recuerdo que estaba en la escuela, era miércoles y el día estaba especial para volar. Entonces le pedí a mi vieja que me invitara a volar, yo no tenía dinero para hacerlo, y le prometí que no faltaba nunca más. Y esas fueron mis primeras tres horas voladas”, recordó.

La escuela fue testigo de cada escapada de Juan. “Mi viejo siempre me pasaba a buscar a las 10 de la mañana por el colegio Y de ahí me iba a volar”, anexó.

Lo que se viene

Su norte es claro. Juan tiene pensado estudiar piloto de aerolínea. “Es el más grande sueño que tengo y pienso luchar para lograrlo. Por suerte pertenezco al Club de Planeadores y eso te abre muchas puertas. Sobre todo en Junín, porque te brinda la posibilidad de hacer los cursos de piloto de planeador, privado, y también podés hacer de manera virtual el curso de instructor y vas haciendo los vuelos en el club como instructor de planeador”, explicó.

COMENTARIOS