El trabajo del Padre Gustavo en Rojas: “Soy un sacerdote en continuo movimiento”
Gustavo Albrecht llegó a la ciudad en plena pandemia. Luego de meses durísimos, donde llegó a pasar hambre y mucha angustia, empezó a llevar a cabo su particular tarea como cura con especial preocupación en los jóvenes.
Gustavo tiene 47 años y desde hace dos es sacerdote. Llegó a Rojas durante la pandemia y allí está a cargo de la Parroquia de San Francisco de Asís que cuenta con cinco capillas. Desde ese lugar, realiza su tarea pastoral, aunque se considera un cura de la calle y en permanente contacto con la gente. “Me trasladaron junto a otro sacerdote que venía de Arrecifes. Fue durísimo porque apenas llegamos nos encerraron por tres meses y no conocíamos a nadie. La gente no nos traía nada, la iglesia estaba cerrada y no entraba plata. Pasamos hambre y, además, vivimos la crisis de estar encerrados y no poder ayudar”, relató Gustavo y agregó “el cuestionamiento sobre para qué iba a ser sacerdote si no podía a ayudar a la gente era constante. Sin dudas, hubo un click para todos con la pandemia”.
Sobre su trabajo actual, Gustavo contó que “soy un cura que como todo grande quiere hacer lo que no hizo. Entonces, en vez de hacer una novena para San Francisco que fue el 4 de octubre yo hago un mes entero” y aseguró que es de salir e ir a charlar con la gente. “Continuamente estoy en la calle, por eso en la puerta de mi casa parroquial dejé mi teléfono. Si alguien me necesita, me puede llamar”, dijo y expresó: “soy un sacerdote en continuo movimiento, aunque eso tiene su costo porque termino muy fusilado. Pero bueno, tengo que recuperar el tiempo perdido”.
Su visión de la juventud
En relación a los jóvenes, el Padre Gustavo manifestó estar muy preocupado, al igual que el Obispo, la Diócesis y el Papa Francisco. “La Iglesia está envejeciendo y la juventud se aleja, entonces hay que ver cómo acompañar”, afirmó y relató que frente a su parroquia se encuentra el colegio San José, que tiene primario y secundario, y que su misión ahora es acompañar en todas las crisis o problemas pos pandemia.
“Hoy los jóvenes trabajan en grupitos con cierta actividad y me dan una mano, pero luego no van a misa, estamos lejos de eso. Estoy viendo cómo atraparlos por las redes”, aseguró Gustavo y agregó: “soy de charlar mucho, de agarrar el mate e ir junto a aquellos que necesitan hablar. No existe más el grupo de jóvenes de 20 años atrás que venían todos los sábados, es muy difícil eso. Ahora vienen para actividades muy puntuales. Es difícil captar a los jóvenes hoy”.
En ese sentido, el Padre dijo que los problemas más grandes que encuentra en los adolescentes son la autoestima y el fracaso. “Hoy veo que están muy pendientes de una foto de Instagram, de cuántos like o cosas les ponen. Es muy exterior todo y si no están arraigados o tienen una buena base espiritual, eso los tumba” y comentó: “no admiten el fracaso, entonces cuando les sucede se les derrumba todo”.
En cuanto a su llegada a los jóvenes, contó que mantiene una relación especial. “No parezco sacerdote, yo estuve sentado ahí y eso se los cuento siempre. Sé lo que están buscando y les hablo en su lenguaje de las cosas esenciales de la vida”, y aseguró que “así se capta y una vez que tienen confianza te hablan de los problemas que sufren”.
El rol de la iglesia
En lo que tiene que ver a la actualidad de su institución, el Padre reconoció ser muy crítico de la iglesia, ya que, según él, luego de la Confirmación no supo dar respuestas a ese grupo juvenil. “En la actualidad, hay un montón de propuestas, pero hay que hacer un camino largo porque fueron muchos años donde quedó oveja sin pastor en los jóvenes. Hoy es una nueva cultura, donde nosotros tenemos que ir a donde están ellos y eso es dificilísimo”, aseguró y expresó: “los curas jóvenes que salen del Seminario tendrían que estar más aggiornados con las problemáticas y las cosas, porque están tipo burbujas y salen con una realidad que quedan lejos de los jóvenes”.
Por último, Gustavo habló sobre su futuro: “me siento de 20 años, pero cuando empiezo a hacer juegos con la gente me doy cuenta que no, pero me veo con esta misma pasión. Espero no perder la pasión por el evangelio y ojalá que esto sea para siempre; porque si pierdo la pasión es como el matrimonio, perdés el fin, y uno se empieza a preguntar el sentido de las cosas. Entonces, me veo con ese fuego, tratando de llegar a todos para que conozcan que Dios los ama”.