Los payamédicos iluminan con sonrisas y color cada tramo que atraviesan en la ciudad. Lejos del concepto de payaso que se vincula a través de la burla, los “payas” buscan el contacto a través de lo tierno y amoroso en espacios como hospitales y geriátricos. En diálogo con Democracia, Mauricio Capdevila, formador de Payamédicos, contó cómo se desarrolla la actividad en la ciudad de Rojas y develó cuál es el andamiaje de intervención oculto detrás de las pelucas de colores y las narices coloradas.
- ¿Cómo está compuesto el grupo de payamédicos en Rojas y en qué espacios intervienen?
- En este momento, en Rojas son cinco payamédicas que se encuentran en actividad. Nosotros acostumbramos a tener un dispositivo fijo, normalmente es un hospital, y ahora las “payas” de Rojas están yendo al hospital y también al Hogar de Ancianos San Francisco de Asís. La frecuencia de intervención varía, ahora van cada quince días, aproximadamente, es que al ser poquitas se complica por los horarios de trabajo, la familia y demás, entonces cuesta mantener un día fijo todas las semanas. Siempre se habla con las autoridades del Hospital para ver en qué parte se puede intervenir, por lo general en todas, menos en la parte de terapia intensiva, que es más delicado.
- ¿Cuál es el objetivo de la presencia de payamédicos en esos espacios?
- La intención de las intervenciones, más allá del dispositivo que sea, es desdramatizar la situación, por ejemplo en las habitaciones con pacientes internados o en las salas de espera de un hospital donde la gente aguarda a que la atienda el médico o para hacerse estudios. Nosotros tratamos de desdramatizar lo que dure la visita al hospital, buscamos que se despejen, tratamos de jugar, de liberarlos de ese momento que puede ser tenso y que se sientan bien. Incluso, al sentirse bien, eliminan endorfina y el cuerpo evoluciona más rápido.
- ¿Cuál es la reacción de las personas: se entusiasman algunos, otros ofrecen resistencia?
- Algunos enseguida se prestan al juego, son muy simpáticos, y otros sienten un poco de vergüenza, los mayores, por lo general, tienen el prejuicio de ser el ridículo ante un juego, por ese tema, no porque tengan algo en contra de un payamédico. Es clave la habilidad del payamédico para lograr que una persona, que se encuentre tímida ante el juego, se libere como un niño. Nos ha pasado con personas que en la intervención no son muy demostrativas pero después, a través de Facebook, comparten publicaciones re lindas sobre nosotros y suben fotos con los “payas”. Eso nos demuestra que las cosas siempre se hacen de la mejor manera y que tienen buen resultado.
- ¿Cuál es el andamiaje que sostiene al payamédico?
- En la formación hay dos talleres, uno de payateatralidad y otro de payamedicina. Cuando iniciamos el taller de payateatralidad tratamos de conseguir el juego a través del clown pero con una ética puntual. La sociedad está acostumbrada a ver un payaso de comportamiento grotesco o de burla y nosotros, en payamédicos, buscamos que el juego sea a través de lo amoroso y no de la burla. En ese taller buscamos las herramientas de juego para poder acercarnos a las personas, tenemos que registrar mucho lo que pasa a nuestro alrededor, estar atentos a la mirada de la gente, es fundamental para la actividad. Muchas veces algunos se sienten intimidados y no es la idea, por eso hay que mantener una distancia, ver hasta dónde podemos acercarnos y proponer el juego.
- ¿Los payamédicos comparten sensaciones personales tras las intervenciones?
- Sí, porque si bien estamos en un personaje cuando nos ponemos el traje de payamédicos, detrás del personaje está nuestra persona y hay situaciones que nos afectan en lo sentimental. Cuando termina cada intervención hacemos un balance, charlamos y nos contamos las cosas, lo que haya pasado, para no llevarnos a casa ninguna angustia y no quedarnos con algo malo. Se hace un apoyo grupal para resolver y pasar a algo positivo.
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