Guillermo Mañé nació en la ciudad de Buenos Aires y allí realizó la formación de ceramista. En el año 1991 sintió la imperiosa necesidad de apartarse de la vorágine que caracteriza a la Capital Federal y, junto a su esposa, emprendió un cambio radical de vida donde el campo y la zona rural ahora conformaban su paisaje. Hace poco tiempo que Mañé se jubiló pero continúa ejerciendo la docencia en la Escuela de Arte de Junín y, como no podría ser de otra manera, produciendo piezas en su taller.
- ¿Recuerda cómo se despertó el interés por la cerámica?
- Mi interés por la cerámica fue algo sorpresivo e inconsciente. Yo dibujaba desde chico, hacía historietas, después entré al área de pintura, en un taller de la Casa de la Cultura, en Buenos Aires, estaba más vinculado a la pintura y al dibujo que a la cerámica. Entré por azar prácticamente en 1978, a los 19 años, y al poco tiempo me atrapó el material. Desde que egresé de la Escuela Nacional de Cerámica de Buenos Aires hasta ahora siempre mi pasión profesional estuvo vinculada con esta rama del arte, en paralelo con la docencia, porque empecé a dar clases ni bien me recibí. Todos estos años fueron una mezcla de docencia y producción de taller, a veces predominando la docencia, como en los últimos años, otras veces con la producción del taller.
- ¿En qué momento decidió emigrar desde Buenos Aires hacia Rojas, el interior de la provincia?
- Me vine a Rojas en 1991, hace 26 años que estoy acá. Yo no aguantaba más seguir viviendo en Buenos Aires, quería estar en una zona más tranquila, vivir en un medio rural y vivimos 10 años en el campo con mi esposa –que también es ceramista- cuando nos fuimos de la ciudad. Desde hace 15 años vivimos en la ciudad, en Rojas, pero al comienzo estuvimos en el campo. Yo buscaba eso entonces, allí pudimos armar un taller, teníamos un espacio grande y ese fue un momento de crecimiento muy importante para nosotros, entre el entorno y el espacio.
- ¿Cómo hizo para mantener los lazos profesionales y qué nuevas oportunidades encontró en la zona?
- Nunca corté los vínculos con Buenos Aires. Durante mucho tiempo mantuve un vínculo profesional, comercial, viajaba a dar cursos, llevaba la producción y la vendía, mantenía los clientes que tenía cuando estaba allá. La cercanía me facilitó mantener el contacto. Rojas siempre fue mi lugar de residencia, pero no tanto para el desarrollo profesional, siempre estuve más vinculado a Buenos Aires y a Junín en ese sentido. A los tres años de estar en la zona me surgió la posibilidad de trabajar en la Escuela de Arte de Junín, en el año 1994, y hoy, a pesar de estar jubilado, tengo algunas horas. En Junín pude hacer varias muestras en el MUMA, para mí fue muy importante también en el MACA de Junín (Museo de Arte Contemporáneo Argentino), allí pude montar una muestra que me llenó de orgullo, quedó muy bien en ese espacio.
Tengo especial cariño por muchas piezas, pero sobre todo por la que está en los jardines del MACA, en Junín, son como 600 piezas que conforman una obra.
- En esta rama del arte, ¿cuánto hay de inspiración y cuánto de disciplina a la hora de sentarse a trabajar?
- Eso es algo común a todas las artes, lo que pesa bastante en la cerámica es que requiere de un período de aprendizaje bastante grande, porque tiene una carga técnica muy fuerte, mucha complejidad, que no se resuelve con poco conocimiento del oficio. Obviamente después está el talento y la sensibilidad del artista para hacer un producto más creativo, pero desde ya las nociones del oficio tienen que estar bien consolidadas.
- ¿Cuál es la búsqueda de los jóvenes que se están formando en cerámica?
- Lo que veo en los últimos grupos que han ingresado a la escuela es que se inclinan más hacia lo profesional y no tanto al hobby o lo amateur, se ha despertado una vocación fuerte en el campo de la cerámica en la zona, cosa que no pasaba antes. Los alumnos, durante el período de aprendizaje, ya se van armando su taller, buscan comprarse un horno, conseguir herramientas, un torno y comenzar a trabajar antes de terminar con la formación, lo cual es muy importante.
- ¿Cuáles son las próximas muestras o encuentros en los que va a participar?
- Ahora estamos preparando trabajos para presentar acompañando la muestra personal de un amigo, que es Emilio Villafañe. Él es el rector del Instituto Municipal de Cerámica de Avellaneda, una de las escuelas más importantes en Argentina. Él nos invitó así que estamos preparando, mi esposa y yo, un trabajo para esta muestra. Por otro lado, estamos armando cursos para hacer en Ushuaia, siempre hay proyectos para desarrollar.
- ¿Tiene una pieza que se distinga de las demás y que ocupe un lugar especial en su vida?
- Tengo especial cariño por muchas piezas, pero sobre todo por la que está en los jardines del MACA, en Junín, son como 600 piezas que conforman una obra y están en el ingreso del MACA. Ese trabajo fue muy importante y afortunadamente quedó en un espacio público, dentro de la Región.
- ¿Hay fecha de jubilación cuando uno lleva una vida vinculada al arte?
- Mientras pueda manipular un pedacito de arcilla voy a estar produciendo algo, obviamente que la cerámica demanda mucho compromiso de lo físico, uno no puede hacer lo mismo a los 30 años que a los 70, pero otra opción es la producción intelectual, escribir sobre el tema o investigar.
COMENTARIOS