Tras divorciarse, puso en marcha una picadora abandonada y hoy es un éxito
Virginia Iturrería es remisera escolar, pero hace 10 se divorció y al quedarse sola, con sus tres hijos, decidió volver a poner en marcha una picadora que le había quedado en la división de bienes. Así, luego de emprender, logró llevar adelante el negocio y hoy ya superó las 550 hectáreas.
Desde hace 26 años, Virginia Iturrería trabaja como remisera en el transporte escolar de Lincoln. Así, diariamente reparte junto a otros tres empleados a niños por distintas instituciones educativas de la ciudad.
Además de eso, hace 10 años, luego de divorciarse y quedar sola con sus tres hijos, decidió volver a poner en funcionamiento a una vieja picadora que heredó de la división de bienes. Así, luego de arriesgarse a emprender sola en un mundo desconocido, comenzó a invertir tiempo y dinero en un nuevo negocio familiar.
“Hace 10 años cuando me separé, lamentablemente me quedé solita con los chicos hasta el día de hoy y al margen de hacer el transporte escolar semanalmente a primera hora del día, trabajo para la empresa que formé a base de la picadora Jaguar 860 abandonada que heredé en la división de bienes”, relató Virginia y agregó “al principio la tuve parada un tiempo porque mi ex marido había vendido todo, sólo me había quedado la picadora y aunque me la fueron a comprar varias veces, siempre pensé en mis hijos. Siempre decía, en cuanto me acomode arranco”.
Así, con los años Iturrería se animó a repararla y a empezar a armar un equipo para volver a ponerla en funcionamiento y fundar “La Vasca e hijos”, una empresa de picado de forrajes.
“Tenía a un hijo estudiando en La Plata, los gastos eran dobles y había que hacerse cargo de la situación”, contó Virginia y dijo: “Tuve que meterle para adelante sin mirar atrás y sea como sea, arrasar con todo y poder armar de esto un negocio familiar donde estén incluidos mis hijos. Esa fue la visión que tuve en ese momento. La verdad que fue una lucha áspera”.
Resiliencia pura
De esta manera, logró salir adelante con la picadora, pero no fue fácil. En el medio tuvo que lidiar con muchas personas y demasiadas trabas. Pero nada la detuvo, su objetivo estaba más fuerte que nunca.
Además, contaba con el respaldo de su familia y de sus amigas, que la apoyaban y alentaban todo el tiempo. “Al principio tercerizaba la parte de camiones, luego logré comprar uno y en un momento le pedí un préstamo de 50 mil dólares a mi hermano para poder comprar la embolsadora. Ahí arrancamos con todo”, sostuvo “la Vasca de Lincoln” como también la llaman y agregó: “Me fue bien desde el principio y en solo tres meses pude devolverle el dinero a mi hermano”.
Armar la clientela
Al realizar el transporte escolar, Virginia tenía trato con los dueños y encargados de distintas estancias y campos de Lincoln. A pesar de eso, armar su primera clientela no le fue fácil.
“Sabía de todos los lugares que tienen feedlot y tambo. Así que me empecé a ofrecer y me fue bien”, aseguró y luego, agregó “hoy, los que pican son mis tres hijos y otros empleados que incorporamos. Logré hacer de esto un negocio familiar. Yo les allané el camino y para mí fue fabuloso. Ellos están creciendo y este año ya superamos las 550 hectáreas”.
Así, Virginia contó que su hijo más grande, Iván de 30 años, se volvió de La Plata luego de la pandemia y hoy disfruta trabajar con su madre y hermanos. Luego está Elías, de 22 años que es el que maneja la picadora cuando Iván se cansa y el camión grande.
Por último, Aarón de 20 años, que maneja la embolsadora. “Los tres son muy trabajadores y están a la par”, afirmó la Vasca y agregó “esto es de ellos yo los acompaño nada más. Somos un gran equipo familiar”
Por último, manifestó: “Aunque éste sea un universo mayormente masculino, a cualquier otra mujer que tenga dudas le diría que se anime con seguridad y confianza en sí misma”, y cerró “se puede salir adelante”.