Diego Toledo tiene 34 años y es oriundo de Pasteur, una localidad del Partido de Lincoln. Cuando era adolescente sufrió una grave enfermedad y la solidaridad de los vecinos de su pueblo lo ayudaron a él y a su familia a no bajar los brazos. Hace más de 20 años decidió partir en busca de nuevas oportunidades y desembarcó en Capital Federal, en la casa de su hermano mayor.
Así, en el último tiempo, fue disc jockey en megafiestas y fotógrafo de famosos en un canal de televisión. Sin embargo, cuando estaba en el momento de mayor trascendencia, dejó el ambiente artístico y pegó una vuelta de timón para meterse de lleno en lo gastronómico. Hoy, Diego vive con su compañera de vida, Micaela y juntos son los dueños de “Buona”, una pintoresca cervecería en San Vicente, provincia de Buenos Aires.
Su enfermedad y la incondicionalidad de su pueblo
Cuando era adolescente y Diego Toledo iba a la secundaria, le descubrieron una grave enfermedad que lo marcó para siempre. Fue un antes y un después en su vida. “A los 15 años me detectaron cáncer, lo descubren un poco tarde, cuando ya no movía una pierna y estaba en silla de ruedas. No teníamos idea que me pasaba, nadie sabía, nadie entendía. Me habían medicado pensando que era otra cosa y había pasado el tiempo. Fue un golpe duro en mi vida. Fue como que el tiempo se detuvo ahí”, contó Diego en diálogo con Democracia.
Su padre -Armando- era albañil y su madre -Josefa- ama de casa. La situación económica no era la mejor por aquellos tiempos, pero la solidaridad de un pueblo unido no tardó en llegar.
“Una compañera del colegio puso en los almacenes del pueblo unas cajitas que decían ‘ayudemos a Diego’, entonces, la gente iba a comprar y colaboraba. Además, se hicieron partidos de fútbol a beneficio; el que tenía el cable no nos cobraba y así hacían un montón de cosas espectaculares que, a nosotros, en un momento tan difícil como ese, fue de gran ayuda porque no teníamos un mango”, expresó Diego con la voz quebrada. Y agregó: “gracias a eso, mi viejo estaba conmigo en el hospital, no era necesario que esté trabajando y fue increíble, el pueblo entero se movilizó para ayudarnos. Voy a estar eternamente agradecido a toda la gente de Pasteur”.
Y en la misma línea continuó “hubo mucha ayuda, la gente venía y tocaba la puerta de casa y preguntaba qué necesitábamos, era increíble”.
Luego, dijo: “nosotros valorábamos estar en Pasteur, mis viejos no son nacidos ahí y mi papá siempre decía que, si esto nos hubiese pasado en una ciudad grande, la podríamos haber pasado mal, porque acá -en Pasteur- no sos un número, sos una persona con nombre y apellido; y eso es lo bueno de estos lugares que, en momentos donde hay que bancar, el pueblo está”.
Ante la pregunta de qué palabra utilizaría para agradecer a tanta gente, Diego dice que “la palabra para expresar, según indica el diccionario, es ‘gracias’ pero, se queda muy chica porque la ayuda que nos dieron fue muy grande. Muchos no me conocían y nos ayudaron igual. No fue solo lo económico, nos sentimos muy contenidos por el pueblo y eso es lo que más nos quedó”.
“El problema fue cómo agradecer a toda esa gente que nos dio una mano”, contó Diego y agregó “en esa época no existían las redes sociales y mi vieja hizo una carta, con mis palabras, y fue leída en la radio de la localidad”.
El desembarco en la gran ciudad
La tormenta había pasado y Diego había logrado superar la enfermedad. Pudo terminar el colegio secundario y decidió dejar la casa familiar y su amado pueblo para ir en busca de nuevos horizontes con la mirada puesta en su futuro.
“Sabía que era difícil irme a estudiar sin trabajar, porque no teníamos plata, entonces, me vine a la casa de mi hermano mayor, Carlos, en Capital Federal, le golpeé la puerta y me quedé”, relató Diego. Y agregó “mi plan era dejar el pueblo y después ver qué pasaba. Intenté estudiar ingeniería informática y comencé a trabajar, pero no logré seguir porque era muy difícil trabajar y estudiar a la vez”, relató Diego.
Y continuó “mi primer trabajo fue en el kiosco del padre de un amigo y, luego, se me dio la oportunidad y entré a una de las empresas más importantes de disc jockeys de Argentina; ahí fue un mundo nuevo, de eso me quedaron cosas muy hermosas, como por ejemplo, poner música en la inauguración del Estadio Único de La Plata para 50 mil personas, o en la fiesta de fin de temporada de Showmatch; y muchos eventos más”.
Además de la música, la otra pasión de Diego es la fotografía, “siempre me encantó, pero estaba el tema económico, las cámaras son muy caras y nunca me animé a comprarla hasta que un día dije ‘sí’ y fue otro mundo nuevo. Por suerte aprendí rápido y me animé a sacarle fotos, principalmente, a mi familia y después dije ‘hay un montón de gente que se merece un buen retrato’”.
Rodeado de estrellas
Por los contactos que hizo Diego en las innumerables fiestas que musicalizó, le permitieron fotografiar a los invitados del programa de Carolina “Pampita” Ardohain en el canal de televisión “KZO” (Kuarzo), donde conoció muchos famosos como el tenista Pico Mónaco; Sol Pérez; el chef internacional, Christophe Krywonis; el cantante y compositor, Chano Charpentier; la conductora, Luli Fernández; el artista, Federico Bal; la modelo, Valeria Mazza, entre otras celebridades que pasaron por su lente.
“Hoy sigo con la fotografía, pero el paso más trascendental fue el tiempo que estuve viviendo en Capital Federal y después decidí irme para emprender otra cosa y justo en el mejor momento como disc jockey y fotógrafo”, aseguró.
Un volantazo en su vida
Cuando Diego cumplió los 30 años, en 2018, “me surgió la oportunidad de poner una cervecería en San Vicente y, después de 10 años de poner música, la noche y los eventos me cansaron; y necesitaba hacer un cambio”.
Luego de todo lo que pasó en su adolescencia, Diego contó que no le teme a los cambios, porque “hay que ir para adelante, probar, chocar y aprender”.
“Si bien nací de una familia muy humilde y vengo de un pueblo muy chico; a donde uno quiere llegar es decisión de cada uno, está en nuestras manos, es tener un norte”, relató y concluyó “como esa frase que dice ‘no existe viento a favor para un barco que no tiene destino’”.
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