Alejandro Armendáriz nació en Chacabuco y desde muy pequeño comenzó a subirse arriba de un escenario en las distintas fiestas populares que asistía en la Región. Así, cuando tenía 4 años, por primera vez, relató frente al público versos del Martín Fierro. Y desde allí, no paró. Su carrera comenzó a girar en torno a las payadas y relatos, esa forma popular de expresar situaciones y describir personas y momentos. Todo a base de la improvisación e imaginación del artista.
“A los 6 años empecé a subir con Miguel Salinas, un hombre de Chacabuco, a decir versos como decidor. Luego, ya a los 14 aprendí el arte de improvisar y con eso continúo hasta hoy”, relató Armendáriz y agregó “no sé muy bien por qué me dediqué a esto, pero tengo recuerdos de tener 5 años y estar en el campo de mis abuelos mirando Argentinísima y escuchando al Chaqueño Palavecino, a Tamara Castro, Argentino Luna o a Horacio Guaraní. Siempre escuchando folklore y un día, empecé a decir versos porque me los acordaba. De ahí en más surgió todo”.
En ese sentido, Alejandro expresó que nunca sintió vergüenza por subir a un escenario, sino todo lo contrario. “Siempre fui muy feliz y me sentí seguro”, aseguró, aunque reconoció que se ponía muy nervioso cuando era más chico.
“Lo que más me gusta de mis presentaciones es el cariño de la gente. El que te presten atención, te hagan silencio, te escuchen y aplaudan”, contó el joven y agregó que “el detrás de escena es muy lindo, porque cuando uno se baja del escenario, y te cruza una señora y te felicita, te pone muy contento. A veces te piden hasta una foto y uno es un simple paisano, pero esas cosas te alegran el alma”.
Sus propios versos
En cuanto a las letras de sus expresiones, Alejandro manifestó que lo que es improvisación se hace en el momento, con lo que surge en ese instante en cada presentación. Luego, el repertorio se completa con letras propias y de otros autores. Para componer, el artista sostuvo que se basa en experiencias propias, en lo que ve y va viviendo. “Trato de agarrar un ejemplo y volcarlo en versos. Me baso en la vida cotidiana y en lo que le puede pasar a un amigo o lo que me puede pasar a mí. Y a eso, trato de ponerle siempre una fantasía”, explicó.
Por otro lado, remarcó que “lo que más me gusta de los festivales es la familia que se forma. Tengo la oportunidad de andar en un ambiente donde es muy familiar y gaucho, donde hay personas que uno conoce que son maravillosas y que te ayudan, porque uno, en esta vida precisa puntales, más a mi corta edad, precisa a alguien te diga es por acá. Y hay que saber escuchar porque hay gente muy entendida en el tema”.
La importancia de su familia
Alejandro relató que los mejores recuerdos que tiene de su infancia son los que pasaba en el campo junto a sus abuelos, Horacio y Delia. Allí, sus tardes pasaban entre caballos, vacas y mucho folklore. “Ello son lo más grande que tengo en la vida, porque una parte muy grande de lo que soy hoy es gracias a ellos”, reconoció Armendáriz y completó “Si bien tengo a mis padres, de muy chico siempre iba mucho al campo y me quedaba. Ellos me transmitieron los valores que hoy tengo y pregono”.
En ese sentido, el joven aseguró: “Me saco el sombrero por mi familia, mi novia y amigos. Me acompañan en todo. Gracias a Dios tengo la oportunidad de andar en varios lugares y siempre están atrás a mío, dejan sus cosas y me siguen” y agregó “La verdad que estoy muy agradecido de corazón por lo que hacen por mí, porque no sería tan fácil hacerlo si ellos no me acompañaran”.
La repercusión de la gente
Por último, el payador de Chacabuco contó que cada vez que se presenta en un escenario es muy bien recibido, y eso para él es muy gratificante. “A veces no caigo con las palabras que me dicen y no sé qué contestarles porque soy un agradecido de la vida poder hacer lo que amo y estoy muy feliz de que a la gente también le guste”.
Y concluyó, “Cada escenario que piso es un halago. No tengo el sueño grande de estar en un escenario mayor, sino que mi sueño es poder cantarle al paisano y poder vivir de esto. Siempre voy a estar agradecido de estar en algún escenario, ya sea en una escuelita o en algún festival de renombre. Lo más gratificante es la devolución de la gente”.
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