Se conocieron arriba del tren y se enamoraron. (Crédito foto: Canal de YouTube de Viajar en Foco).
Se conocieron arriba del tren y se enamoraron. (Crédito foto: Canal de YouTube de Viajar en Foco).
LLEVAN MÁS DE 20 AÑOS JUNTOS

La historia de amor de Castilla que nació arriba del tren

Gabriela y Darío se enamoraron durante los viajes en ferrocarril. Él era vendedor ambulante y ella viajaba todas las mañanas para trabajar en Mercedes. Una historia llena de añoranza y buenos recuerdos.

El amor entre Gabriela y Darío surgió entre el año 2002 y 2003. Ella vivía en Castilla, una pequeña localidad del Partido de Chacabuco. Cansada de no tener un trabajo estable y en blanco, decidió probar suerte en Mercedes, una ciudad cercana. Allí conoció a una doctora que le brindó un trabajo como deseaba y fue así que empezó a viajar todas las mañanas en el ferrocarril que realizaba el trayecto Junín-Retiro.

Por su parte, Darío, “el Chavo”, como muchos lo conocen, era de Junín, pero su vida transcurría básicamente arriba del tren. Todas las mañanas se subía para vender sus productos a los viajeros que iban hacia Buenos Aires. Y luego, hacía el trayecto contrario. 

En primera persona

“Yo viajaba todos los días. Me iba a la mañana y volvía de noche. Y él era el vendedor ambulante del tren. Al principio empezó ofreciéndome sus productos, pero yo no necesitaba nada de eso. Él insistía y me terminó vendiendo todo”, relató Gabriela a Viajar en Foco, un sitio web de viajes y atracciones locales. 

Luego, agregó “estuvimos un año así de amigos. Yo estaba medio mala onda porque venía de otra historia. Me había separado y no quería saber nada, pero él se ponía a charlar todas las mañanas”. 

Al respecto, Darío remarcó “fui muy insistidor y de a poco fui invitándola a una cosa y a otra. El viaje de Castilla a Mercedes duraba una hora y ahí intentaba todo”. 

Gabriela recordó que él le preguntaba mucho por su pueblo y que mostraba interés de conocerlo. Entonces lo invitó. “Un día le dije: ´mirá yo me voy de vacaciones, pero después del 31 de diciembre ya estoy de vuelta, venite los primeros días de enero´. Y el 2 se vino”, contó contenta Gabi. Y comentó: “bajó a las cinco de la tarde con un calor tremendo, lo fui a buscar y toda la gente nos miraba. Lo llevé a conocer el pueblo y esa noche se quedó en mi casa, le cociné y el tema quedó ahí porque él no se animaba a más, estaba muy tímido. Luego le preparé la habitación de mi hija y le dije:  ´cualquier cosa que precises me avisás´. Y ahí fue cuando se animó y me dijo: ´capaz me da un poco de miedo´ y le tiré (entre risas): ´bueno si querés, cruzate´ y ahí empezó todo”. 

Gabriela confesó que fue muy prudente y que se tomó sus tiempos porque no sabía nada de él. Tenía hijos grandes y tenían miedo de que “se instale”, por eso se quedaba sólo los fines de semana, hasta que un día se apareció con un bolsito azul: “Darío no tenía teléfono celular, yo usaba el que me habían dado mis patrones, el famoso ladrillo que era con tarjeta, entonces él me llamaba, pero pagaba yo. Las charlas eran muy cortas y ahí quedaba todo”, relató y luego contó que “un día le hice una carta diciéndole que lo iba a extrañar, ya estábamos enganchados. Todavía la tiene guardada en la mesita de luz”. 

Un emprendimiento juntos

En el año 2007 Gabriela dejó de trabajar en Mercedes, pero Darío ya estaba instalado definitivamente con ella en Castilla y continuaba trabajando en el tren. Luego, en julio de 2016, una formación de pasajeros de la empresa Ferrobaires, que provenía de la ciudad de Junín y se dirigía a la terminar porteña de Retiro, impactó contra otra del Belgrano Cargas. “Cuando fue el choque, la empresa quebró y nos quedamos sin tren por mucho tiempo. Él se quedó sin trabajo, y entonces, con lo que teníamos ahorrado nos pusimos un local en el pueblo que empezó siendo juguetería y luego mercería. Ahora tenemos de todo, hasta ropa interior y calzado”. Y agregó, “hoy no puede vender arriba del tren porque no está permitido, entonces los domingos nos vamos a los pueblos a las fiestas populares”. 

En cuanto al ferrocarril, el famoso “Martita” como muchos lo conocían, chocó y después dejó de circular por mucho tiempo. Allí quedaron guardadas historias lindas de familias, estudiantes y amigos entrañables. Anécdotas que hoy se recuerdan con cariño y nostalgia. Porque más allá de ser de un medio de transporte de personas y mercadería, el tren era un lugar de encuentro, donde nacían amistades y se compartían grandes momentos.

“En el tren vivimos cosas que nadie las vivió. Mi papá fue ferroviario de toda la vida. Con mi hermano fuimos conociendo todos los pueblitos. El tren es todo para mí”, cerró Gabriela emocionada.

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