Gelo Chacabuco: la historia de una pasión con herencia familiar
Ángel Rubén Flores y su hijo Walter son fanáticos de Racing. Oriundos de Chacabuco, ambos trabajan en el club de sus amores y durante más de 15 años llevaron a todas las canchas una de las primeras banderas de la Academia con el sobrenombre que los representa.
Hace más de 60 años que Ángel Flores recorre la Ruta Nacional 7 con destino a Avellaneda. Allí lo esperan sus amigos y conocidos racinguistas. Pisó el Cilindro desde muy chico, cuando su papá, curiosamente hincha de Independiente, lo llevaba a la cancha. Pero “Gelo”, como todos lo conocen en Chacabuco, se cruzaba de vereda junto a su hermano Nerio y comenzaron a hacerse amigos de la gente de Racing. Así nació su pasión por la Academia, el club que lo llevó a recorrer cientos de canchas del país y a no faltar, durante todos estos años, ni a un solo partido de local a pesar de vivir a más de 200 kilómetros de distancia. Además, desde hace más de 20 años es el responsable de los alcanza pelotas cuando su equipo juega de local.
“Ahora voy en auto, pero muchas veces iba en tren, colectivo o a dedo. Siempre me las ingenié para ir a la cancha”, relató Ángel y contó que “viví de todas las épocas del club, las rachas buenas y las malas. Racing es parte de mi vida cotidiana”.
Desde hace 45 años, su pasión es compartida con su hijo Walter, quien también trabaja en el club manejando el carrito que levanta a los jugadores cuando se lesionan. “Walter empezó a ir a la cancha desde que estaba en la panza de la madre. Asistíamos a todos los partidos, siempre fue conmigo. A él no le importaba en qué íbamos, yo lo cargaba en mis hombros y salíamos”, contó Flores y agregó que “en la década del ´80, cuando estábamos en la B, no faltamos a ningún partido. En esa época se podía ir de visitante, entonces asistíamos a todas las canchas y siempre veíamos las mismas banderas: “La Guardia Imperial”, “La 95”, “Carcarañá”, “Beto de Munro”. Allí fue que Walter empezó a pensar en la idea de tener una bandera que nos represente. Nosotros siempre llevábamos una banderita de Argentina para que nos identifiquen, pero a partir de ese momento pintamos “Gelo Chacabuco”, que contenía nuestro sobrenombre, porque a ambos nos conocen así, y el nombre de nuestra ciudad”, relató Ángel orgulloso. Luego, comentó que “compramos tela y la pintamos nosotros mismos. Fue una bandera muy vista y reconocida. Se dio el gusto de recorrer varias provincias, Mendoza, Córdoba, Santa Fe. Llegábamos y mi hijo se encargaba de colgarla”.
Por su parte, Walter relató que “era muy identificada porque eran poquitas las de esa época, aunque no era fácil llevarla porque éramos nosotros dos solos. El resto iba en grupos más grandes”, y agregó que “con mi papá no teníamos auto, así que la teníamos que cuidar un montón, pero así y todo la logramos llevar a todas las canchas y tenemos los mejores recuerdos y anécdotas de la época”.
En cuanto al por qué dejaron de colgarla, Ángel explicó que “la llevamos hasta el año 2000 cuando comenzó el gerenciamiento de Racing. Nosotros trabajábamos en el Club, pero no cobrábamos, lo hacíamos ad honorem. Cuando agarró Blanquiceleste nos tuvieron que blanquear y ahí, al ser empleados, no pudimos seguir colgando. Pero nos representó durante muchos años y dejó una huella en la historia de la Academia”.
En cuanto a anécdotas vividas, ambos se acuerdan los largos viajes que hicieron juntos, las horas de espera en terminales de micros y los viajes a dedo que emprendieron. “A veces no había micros enseguida, entonces teníamos que esperar durante horas. Hemos pasado muchas noches durmiendo en las terminales hasta el otro día. Tardábamos muchísimo en llegar de vuelta a Chacabuco, pero no lo lamentamos ni lo sentimos, porque era a gusto nuestro”, manifestó Flores padre.
Por su parte, su hijo recordó “casi siempre íbamos a dedo, salíamos a la entrada de Chacabuco y nos llevaban siempre. Un día salimos y llovía muchísimo. No andaba nadie en la ruta. Nosotros esperábamos en una garita. Al ratito pasó un camión y frenó. Le preguntamos si nos llevaba y dijo que sí, pero se le había roto uno de los limpiaparabrisas y llovía a cántaro. Entonces mi papá le ofreció atarlo con un cordón y traerlo cuando se quedaba. El hombre aceptó y Gelo hizo todo el viaje con el brazo afuera tirando del cordón, no paró nunca de llover. Llegó a Buenos Aires empapado”.
Hoy, esta pasión es continuada por los tres hijos de Walter: Emilia (8), Camilo (4) y Antonia (4) que, obviamente, son fanáticos de Racing. “La llegada de los nietos para nosotros fue una bendición, algo que deseábamos con mucho amor. Ellos también fueron a la cancha desde la panza de su mamá, también hincha de Racing. Ya todos son socios y El Cilindro es como su segunda casa”, relató Ángel.
Por su parte, Walter afirmó que “cuando nacieron mis hijos, al poquito tiempo Racing logró campeonatos y todos estuvieron presentes en la cancha” y agregó “sé que ellos van a seguir con este legado porque lo llevan en la sangre”.
Y para cerrar, Ángel aseguró “sabemos que el día de mañana vamos a estar representados en forma absoluta por ellos. Toda la familia es de sangre color celeste y blanco y eso me llena de orgullo”.