“Otra ruta, otro pueblo, otro cuarto de hotel, vida nómade”, esa frase quedó estampada para siempre en la canción Tracción a Sangre de Gustavo Cerati. También podría haber sido escrita tranquilamente por Edgar Giamico. El personaje de esta historia, que allá por 2011 dejó Chacabuco, vendió todo lo que tenía y lo cambió por una mochila para iniciar una vida nómade que hasta hoy mantiene.
El pasado jueves presentó su libro “El que busca no encuentra”, en la tierra que lo vio nacer, frente a su gente. Aunque en realidad, Giamico no es de ningún lado y, a la vez, es de cada rincón de este planeta. “Es la primera vez que la gente de Chacabuco pudo ver quién soy en este momento”, le dijo a Democracia.
Giamico tiene 38 años. Allá por 2011, casi sin programarlo, pero sí procesándolo, decidió vivir su existencia de otra manera, del lado más filosófico, de vivir con poco, el momento y ver qué pasa. “Esto último está muy presente en la niñez, en donde todo el tiempo nos desafiamos por la curiosidad constante. Con esa energía misma fue con la que inicié sin un objetivo claro”, recordó.
Pero de pronto el chacabuquense se vio recorriendo el mundo a pie, en bicicleta o en avión, rompiendo dientes de este engranaje. El cómo, no importa. Todo fue surgiendo en un estado en tránsito como parte de un proceso. El hasta cuándo, ni el propio actor lo sabe, porque él se identifica con lo nómade desde lo más antiguo, desde la intuición y entender que todo tiene un fin, como todo, independientemente del cuándo.
Hay lugares en los que está días, en otros sitios sólo semanas y, hasta hubo situaciones como en Italia, en donde vivió un año y medio. “En ningún momento tengo la necesidad de moverme. Pero al mismo tiempo sé que esto puede tener un final. Quizás me enamore de un lugar o me encuentre desarrollando un trabajo que me gusta y me quedo ahí para siempre o un par de años, o a lo mejor tenga que seguir en movimiento”, contó.
Su forma de ver la vida cambió totalmente en esta década. El ser humano es constante y vive procesos de cambios dinámicos siempre. “Soy muy diferente a lo que era antes de salir, pero también a otros Edgar que surgieron estos años”, admitió Giamico, quien, tal como lo detalla, antes existía otro Edgar que sufrió una metamorfosis.
Previo al viaje se dedicaba al atletismo de manera profesional y cuando terminó el secundario estudio Marketing a distancia, para no robarle tanto tiempo al deporte, y se recibió cuando tenía 22 años. El atletismo lo practicaba en La Plata, ciudad en donde también empezó a estudiar Filosofía. “Estudié 4 años, desde el inicio, sin intención a recibirme. Era más como ir a presenciar la mayor cantidad de materias posibles. En las que me gustaban di examen. Fue un proceso maravilloso”, recordó el chacabuquense.
Eso lo ayudó a establecer conceptos desde lo filosófico de todo lo que le iba ocurriendo, mientras cargaba su vida adentro de una mochila para transformarse en nómade. “Eso es abrazar el desapego. Las cosas están presentes dentro nuestro mucho más de lo que creemos y no necesitamos forzarlas para ver cuándo aparecen. Cuando aprendes ese ritmo entendés que no tener algo material presente, como un regalo, no significa que el vínculo se pierda”, remarcó. De esa manera la mochila va cargada con lo justo y necesario en cuanto a lo material, pero llena de sentimientos y recuerdos. Ese peso, no pesa.
A lo largo de los años, Giacomo ha ido conociendo muchas personas que se transformaron en importante en su estilo de vida. Esto es parte de la deconstrucción familiar que vivió Edgar porque para él, esa gente, es familia. “Las personas con las que conecto en los viajes no son amigos. Son familia que nos une una energía fuerte”, valoró.
Para poder llevar adelante esta vida, Giacomo fue muy metódico, a pesar de ser un nómade, y trabajó de muchas cosas. “No quería iniciar el viaje con un trabajo establecido o digital. Quería salir con la mochila y transitar ese nuevo estado mío y atravesarlo en el momento. Por eso pensé en qué”, explicó.
El nómade empezó haciendo panes rellenos y se encontró con una pasión como es la cocina para él. Descubrió una belleza hermosa en ese proceso. Los primeros cinco años vivió de eso y hasta pudo pagarse el pasaje para ir a Europa. También fue guía de trekking en montaña, encargado de hostel, voluntario, mozo, cocinero, organizó festivales y hasta fui manager de una banda.
Tras su paso por Chacabuco, Giacomo seguirá presentando su libro en Capital Federal y La Plata en formato “picnic” para romper estructuras. Más allá de eso, no hay nada definido. Tal vez ponga su mochila al hombro y parta sin rumbo fijo a Paraguay, quizás el Litoral, San Juan o hacer temporada de verano en Europa. En definitiva, el mundo es muy grande para elegir un solo lugar para vivir la vida.
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