Alesio “Pocho” Garialdi es un joven payador chacabuquense de 23 años. Cuando tenía 12 se inició en el arte casi a modo de juego: se despertó de la siesta con versos en la memoria y se los cantó a sus padres. A partir de allí, comenzó el largo camino que buscaba transitar hasta, una vez adulto, llegar a consagrarse. El próximo jueves 13 de febrero participará del certamen que se desarrollará en el marco de la edición Nº 39 del encuentro internacional Santos Vegano.
“Participé en el certamen de Olavarría, hace algunos años, y en otro certamen que se hizo en Cañuelas, en estos de Santos Vegano es la primera vez que voy a participar”, dijo el joven payador y señaló que “para la selección se tuvo en cuenta a toda la gente interesada en participar y fueron elegidos seis payadores por cada categoría: los que recién empiezan, que tienen menos de cinco años de trayectoria, y la categoría libre, que es en la que estoy yo con cinco payadores más; de todos los seleccionados, uno solo es de Catamarca y los demás somos todos de distintos distritos de la provincia de Buenos Aires”.
Sus inicios como payador
Consultado respecto de sus comienzos en el arte del payador, Alesio “Pocho” Garialdi contó que “yo arranqué con la guitarra y el recitado cuando tenía 12 años, aproximadamente, fue como una travesura, un juego, una sorpresa que le quise dar a mis viejos: me levanté una tarde con algo que tenía en la memoria y se los recité; ellos me dijeron que tenía linda voz” y agregó que “tiempo después, cuando estaba cursando mis estudios secundarios en la Escuela Industrial tenía un profesor que nos pedía que hagamos algún recitado, a mí y a otros compañeros del grado, eso me motivó para que fuera aprendiendo distintos versos semana a semana, pero aún me faltaba la guitarra, así que mi abuela me la compró y empecé a estudiar con Federico Luna”.
“Más adelante, visitando a mi papá cuando trabajaba en el campo, en San Miguel del Monte, un paisano puestero me enseñó la milonga con la que se acompaña a los payadores, eso me hizo abandonar los estudios formales de guitarra y empecé, de a poco, a integrarme en el ambiente de músicos y guitarreros. Así fue cuando Eduardo ‘Lalo’ Borghetti hacía el programa ‘Preparando un matecito’ y junto con Patricio Máspoli, Chano Domínguez, me fueron incentivando, enseñando algunas cosas, otras fui aprendiendo de ver y empecé a participar en eventos de la ciudad de la zona, siempre detrás de la embajada de ‘Preparando un matecito’”, recordó Alesio “Pocho” Garialdi y agregó que “en un momento me crucé a Sergio Miranda, él me acercó la información de la versificación, las métricas, las cuartetas, las sextillas, la décima -que es la que más se usa hoy por hoy- y ahí me metí en la improvisación”. Por otro lado, Alesio destacó que “poco a poco me fui ganando algunos espacios, luchando y pidiendo el lugar, después, a los lugares donde llegaba pidiendo permiso, ya me convocaban; mucha gente creyó en mí, me citaron, yo había hecho payadas desde la radio cuando tenía trece o catorce años, esas fueron las primeras experiencias”.
El arte de la payada
“La payada en sí es un duelo poético entre un payador y otro, no se considera una payada si hay un payador solo, eso es simplemente una improvisación”, contó Alesio Garialdi y agregó que “el tema del canto improvisado se remite a la antigüedad, no se sabe exactamente cuándo surgió porque la poesía repentina ha acompañado al hombre desde tiempos muy remotos: en todos los lugares y todos los tiempos, en distintos países se llama de manera diferente pero la influencia más directa que tenemos en la Argentina es la del romancero de España, eso se nota mucho en la música y en la métrica”. Actualmente, el arte de payar se desarrolla en distintos países como Panamá, México, Cuba, Chile, España, siendo Uruguay el más similar a la Argentina.
Por otro lado, Alesio “Pocho” Garialdi dijo que “si bien se han formado muletillas, uno trata, en lo posible, de esquivarlo. Ahora, en el momento, si no nos queda otra, las usamos, pero tratamos de que sea un canto genuino, improvisado realmente” y agregó que “en cuanto a en qué nos apoyamos, los payadores trabajamos con lo que es el pie forzado, es decir, sabemos en que va a terminar porque los últimos dos versos te indican hacia donde dirigirte, la finalización, esas palabras, son importantes; también el tercero y el cuarto pero tenemos, por otro lado, el salto al vacío, sin tener final predeterminado, y surge instantes previos”.
El payador dijo que “se buscan los tiempos donde el otro está cantando, el interludio entre los aplausos y la música, ahí se piensan los remates y otras cositas; la verdad es que hay que tener mucho ingenio, es algo que tiene mucho de innato, y sobre eso hay que empezar a construir, no es solo la audacia del momento, también hay que formarse, en la mayor medida posible” y agregó que “después está la personalidad de cada uno, uno trata de filtrar su alma entre la poesía. Entre esas métricas. Hay tantos estilos de payadores, como payadores hay, porque cada cual le aporta lo suyo a este arte”.
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