El Hogar Máximo Gil de Chacabuco es una de las instituciones más nobles de la ciudad. Ahí hoy viven cerca de 25 menores de edad, víctimas de violencia, en situación de riesgo o vulnerabilidad.
Con tres “tías” por turno y la dirección de Norma Gil, la institución contiene a los chicos que deberían permanecer de manera transitoria en el hogar; no obstante, por la burocracia y los tiempos prolongados de la Justicia, muchos crecen allí y atraviesan su infancia sin familia, en brazos de las “tías”, aquellas mujeres que trabajan en la institución y se ocupan de cocinarles a los chicos, de alistarlos y llevarlos a la escuela pero sobre todo, de que tengan una torta de colores el día de su cumpleaños y un beso de buenas noches antes de ir a la cama.
Liliana Chanfalloni (62) fue una de ellas y hace apenas un mes dejó el hogar para jubilarse.
“Entré a trabajar en marzo de 1996, siempre me gustaron los chicos, acompañar a la gente más necesitada”, cuenta Liliana a Democracia y agrega “al comienzo me encargaba de llevar a los nenes a la escuela o al médico, después me dediqué a la cocina, estaba en el turno de la tarde, de 14.30 a 21.30, pero todas hacíamos de todo, es un trabajo en equipo, somos un poco las mamás de todos ellos y las necesidades son muchísimas”.
Arduo trabajo
En 22 años, Liliana cambió pañales, preparó mamaderas, cambió a los chicos para ir a la escuela y cocinó para saciar el hambre de todos. “Comían de todo los chicos pero les encantaban las pizzas que yo amasaba, esperaban el fin de semana con mucho entusiasmo y yo les hacía. Para cada cumpleaños les preparaba torta y sandwichs”, cuenta Liliana con la voz encantada, como quien recuerda los buenos tiempos.
Si bien hay cosas a las que el hombre nunca logra acostumbrarse, el ser humano sí cuenta con la fortaleza para aprender a convivir con ellas. Y aunque los primeros meses hayan sido duros, Liliana hoy recuerda que la contención de su familia y de las “tías” le enseñaron a sobrellevar su trabajo con chicos que traían consigo las más crueles historias familiares. “Yo creo mucho en Dios y le pedía que me ayudara a ser fuerte pero una va aprendiendo a convivir con todas las vivencias terribles que tienen esos chicos y el amor que una siente por ellos hace que se los pueda contener y ayudar, ellos también te enseñan mucho”, cuenta Liliana.
En el mismo sentido, agrega con énfasis “el cariño de esos chicos es incondicional, por favor, en todos estos años que estuve son muchísimas las historias, hay chicos que se fueron del hogar y que vuelven a visitarnos, casualmente en estos días vino uno de ellos, porque ese mensajetratamos de dejarles: que cuando salgan del hogar sean personas de bien y que puedan afrontar todas las situaciones,siendo siempre agradecidos”.
Cumpleaños, tardes de juegos y muchísimas cenas en el hogar de todos, en el gran hogar, como lo llama Liliana. Es que muchos vecinos de Chacabuco se suman a ayudar a los chicos a hacer las tareas, a llevarlos a las actividades que tienen por la tarde o compartir una merienda.
Ellos son muy chiquitos y es lógico que confundan los vínculos, se volcaban muchísimo en nosotras y entonces les enseñábamos que nosotras éramos las tías, ellos después iban al psicólogo y ahí les explicaban”, cuenta Liliana y agrega “como todos los chicos, necesitan abrazos, besos y límites, por supuesto, porque siempre quisimos que ellos, al salir del hogar, sean buenas personas”.
Dar amor es el requisito básico para trabajar en una institución con estas características, es que de otra manera el trabajo allí no sería posible. “Siempre queremos agradecer a la comunidad que colabora voluntariamente, nos ayudan muchísimo, en el hogar hay mucha calidez humana”, apunta.
La familia
Ya jubilada y con más tiempo libre, Liliana está abocada a disfrutar de su familia: de su marido, sus dos hijos y sus nietos.
“Estoy con mis afectos más íntimos, cosa que no podía hacer porque estaba muchas horas fuera de mi casa, a los chicos del hogar los voy a seguir visitando porque una extraña esos mimos, esos abrazos, voy a extrañar a mis compañeras, teníamos un excelente vínculo entre todas”.
En este último mes, Liliana recibió numerosas demostraciones de afecto, llamados, felicitaciones, carteles de colores y mucho reconocimiento. Y es tiempo de disfrutarlo. Porque en la vida, todo el amor que uno da, vuelve.
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