Sandra Damico tiene 43 años y cuatro hijos; los tres mayores –de 27, 22 y 16 años– de su primera pareja, y Naomi –de 7 años– de Daniel Medina, su pareja actual. Hasta 2015 ella realizaba trabajos por hora en Chacabuco y él desempeñaba su oficio de tornero,pero ese año la vida dio un giro inesperado cuando recibieron la noticia que ningún padre quiere escuchar: Naomi, la más chiquita de los cuatro, tenía cáncer infantil y debía enfrentarse al más cruel de todos los tratamientos en un hospital de la ciudad de Buenos Aires.
A partir de allí, la historia comenzaba a escribirse de nuevo y Sandra intentaría transformar su dolor en un arma para luchar contra la discriminación y los prejuicios.
Con la enfermedad de Naomi, Sandra entraría en el camino de fortalecer su poder de resiliencia y se prometería dar batalla para que no haya un chico más en Chacabuco que tenga que padecer no solo la leucemia, sino también la mirada incómoda de los otros.
Sandra, entonces, se propuso concientizar y dejar claras algunas cosas: que el cáncer no es contagioso, que los barbijos no se usan para tener prioridad en la fila, que un niño enfermo merece vivir en un lugar acondicionado y recibir educación igual que todos los chicos. “Quisiera morir y volver a nacer”, con esa frase Naomi puso en palabras aquello por lo que su mamá decidió pelear: por una ciudad inclusiva.
- ¿Cómo se enteraron de que Naomi padecía cáncer infantil?
- En diciembre de 2015, Naomi tuvo siete días consecutivos de fiebre de casi 40 grados, no le bajaba y la llevamos a la guardia, nos dijeron que se trataba de una insolación de pileta. Algo andaba mal, la fiebre no bajaba y yo hacía todo lo que me habían dicho que tenía que hacer, entonces le pedí a un médico que la viera, hicimos unos análisis específicos y nos fuimos. Al otro día, la ambulancia vino a mi casa para trasladar de manera urgente a Naomi a Buenos Aires. Ese día yo llegué a Buenos Aires con 300 pesos en el bolsillo, nunca me voy a olvidar de ese momento. Ya en el Hospital Pedro de Elizalde, yo preguntaba qué pasaba porque si Naomi tenía una insolación de pileta, por qué estaba entrando a un quirófano. Luego, una médica de cabecera me citó y me explicó de qué se trataba todo. Ese día, 23 de diciembre de 2015, el mundo se me vino encima. Ese día comenzó todo.
"La gente la discrimina y eso duele...Tienen que saber de qué se trata la enfermedad".
-¿Cómo fueron los días de Naomi y tuyos en el Hospital Pedro Elizalde?
-En 2015, ella quedó internada y allí estuvimos un año y medio. Yo me encontré peleándola sola en un primer mundo, así le llamaba yo, porque fue avasallador, yo no conocía nada, sentía que la ciudad me comía cruda, no sabía qué micro tomar para ir a conseguir la droga oncológica, he llegado a no tener plata ni para comprar agua. No se lo deseo a nadie.Me quedé en el Hospital todo ese tiempo, estaba lejos de mi hogar, de mis otros hijos, pero aprendí que el Hospital también era mi casa, allá no hay cansancio, no existen las horas ni las quejas. Yo siempre estaré agradecida por la calidez humana.
-Imagino que en un año y medio deben haber generado vínculos fuertes con otros chicos, médicos y familias
-Sí, Naomi estuvo un año y medio en aislamiento total, en la habitación tenía un baño, un televisor y una hermosa ventana, era todo lo que había. Yo digo que ese también es mi hogar y cuando estoy en Chacabuco necesito estar allá porque me siento segura.
-¿Cómo es Naomi?
- Naomi es muy activa, es una nena que al principio le costó adaptarse al hospital. Le gusta cantar, bailar, ama a Rolo de La Berisso. Naomi se lleva muy bien con Brian, su hermano de 22 años, tienen un vínculo especial porque él tuvo meningitis de chico y logró salvar su vida. Cada vez que él viene, se juntan y son uno solo. Ella tiene días buenos y días en que no tiene ganas de jugar. Es difícil vivir pensando en qué va a pasar mañana.
- ¿Cómo fue el proceso de adaptación en Chacabuco al volver de Buenos Aires?
- En esta ciudad la única con este tipo de cáncer es ella. Yo logré que el Congreso me amparara y logré que haya una habitación aislante para poder volver a casa tras el año y medio. Costó mucho volver, ella no se adapta. Salir a una plaza significa que la traten de nene porque a veces tiene pelo, a veces no. A veces quiere jugar, otras veces no. La gente la discrimina y eso duele, en Buenos Aires la gente no es así. Yo no quiero que los demás chicos se enfrenten a ese infierno que me tocó a mí, creo que es necesario que haya mayor información, la gente tiene que saber de qué se trata la enfermedad. Esto no se contagia, al contrario, ella se cuida de contagiarse de nosotros. Hace ocho meses que el círculo es demasiado cerrado, porque ella tiene que explicar a la gente que tiene cáncer y prefiere no hacerlo. También ha pasado que los maestros de la escuela solo han venido a casa cuatro veces a darle clases...así que yo le doy cosas, pero yo no soy maestra.
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