ENTREVISTA

Alejandra Conti: “Haroldo nunca dejó de estar en Chacabuco”

A 41 años de la desaparición del escritor, su hija dialogó con Democracia acerca del recuerdo de la ciudad donde nació y se crió su padre, los homenajes que se realizaron en los últimos días y las sensaciones encontradas por el polémico fallo del 2x1 a represores y su posterior anulación.

El pasado 3 de mayo la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró aplicable el beneficio del 2x1 para la prisión en un caso de delitos de lesa humanidad. Ese día, Alejandra -la hija de Haroldo Conti, escritor oriundo de Chacabuco y desaparecido durante la última dictadura militar- se encontraba terminando de confeccionar la baldosa que colocarían dos días después en el barrio porteño de Chacarita, donde Haroldo fue secuestrado hace 41 años. Desde hace más de cuatro décadas, mayo es un mes destacado en el almanaque de la familia Conti: cada día 5 se cumple un nuevo aniversario de su desaparición y cada 25 un nuevo aniversario de su nacimiento. Este año, mientras se llevaba a cabo el homenaje en el que fuera su domicilio, la Corte otorgaba el beneficio de 2x1 a un represor y luego el Congreso anulaba la decisión por unanimidad. Días cargados de emociones: indignación, vulnerabilidad y nostalgia.
Haroldo Conti nació y se crió en Chacabuco, hasta que su madre tuvo que irse a trabajar a la ciudad de Buenos Aires y tanto él como su hermana, Pocha, ingresaron a colegios pupilos. Sin embargo, Haroldo siempre se consideró un hombre del interior, con cualidades propias de la gente de pueblo y nunca dejó de volver a visitar a sus amigos y buscar una dosis de campo, de aire libre, de vida simple. Tras cumplirse 41 años de su desaparición, diario Democracia dialogó con una de sus hijas, Alejandra, artista plástica y docente, quien recordó aquellas vacaciones familiares en Chacabuco y destacó lo presente que se mantiene la memoria de su padre en la ciudad natal.

- ¿Qué recuerdos tenés de tu infancia, cuando visitaban Chacabuco? 
- Recuerdo, en la infancia, cuando íbamos a Chacabuco a compartir asados. A Haroldo le encantaba volver al pueblo, lo volvía loco. Allí había una tía, famosa, porque aparece en sus cuentos: la tía Haydeé. Haroldo le dedicó cuentos a ella, que era directora en una escuela de Chacabuco. En vacaciones de invierno íbamos a la casa de otra tía, Maruca, que también figura en alguno de los cuentos. Creo que en la casa hoy está Bachi, el hijo. Para mí era una aventura. Imaginate, alguien de ciudad, ir al campo era una aventura. Eran muy lindos esos días, porque la gente de Chacabuco es muy cálida, son personas muy abiertas, llenas de afecto. Nos íbamos con él una semana entera y ahí aprendí a andar a caballo, paseábamos, lo disfrutábamos. Él estaba muy contento con eso. Recuerdo las grandes mesas en las cocinas de campo, comiendo cosas que en Buenos Aires no comíamos ni locos. 

- ¿De qué manera Chacabuco, con sus paisajes y su idiosincrasia, aparece impresa en la obra de Haroldo?
- La presencia de los paisajes y la idiosincrasia de Chacabuco en los textos de Haroldo son constantes.Cuandose hacían homenajes en la casa que él tenía en el Tigre, la mayoría de la gente venía en micro desde Chacabuco y, en esas ocasiones, se ha arrimado gente que me decía “leyendo uno de los cuentos de tu papá encontré a un tío mío” o “yo me siento retratado”, es decir, mi viejo se apropiaba de los personajes del pueblo y hoy es emocionante que vengan a decírmelo.Haroldo y su obra es algo muy vívido para la gente Chacabuco porque figuran personajes reales y los hallan en los cuentos. 

- ¿Cómo es hoy tu vínculo con los chacabuquenses?
- Yo la verdad es que les agradezco mucho a todos los chacabuquenses, ellos reciclaron un teatro muy lindo y durante dos años me invitaron a hacer una muestra de arte y el año pasado no pude viajar porque mi mamá se había accidentado y ellos buscaron los cuadros, montaron la muestra. La verdad es que se portaron increíble. Allá hay un actor que hizo una obra muy linda sobre mi papá. Yo tardé en ir a verla, no fui al estreno porque me movilizaba mucho, sabía que el personaje era Haroldo, pero cuando lo vi me impresionó más porque era muy parecido a mi papá: flaco, alto, medio desgarbado. La obra es muy buena, me gustó mucho, ahí se explaya sobre diferentes escenas y te lleva directamente al pueblo. 

- ¿Qué cualidades tenía Haroldo propias de un hombre del interior de la provincia?
- Yo creo que hay cualidades que incluso las tenemos mi hermano Marcelo y yo. Muchas veces no creen que somos porteños. Me refiero a lo cálido, a juntarse con gente, a charlar de igual a igual. Haroldo, cuando iba al campo o al Tigre charlaba horas y horas con sus amigos y no eran charlas con intelectuales que hacían críticas o artículos, eran charlas comunes. Él nunca perdió el contacto, para nada, cada vez que podía se iba para el pueblo. Haroldo nunca dejó de estar en Chacabuco. Para él era imprescindible no perder el contacto con la naturaleza, con el afuera, con el agua, con el verde. 

- ¿Con qué imagen recordás a Haroldo?
- Lo recuerdo con la imagen de una mesa muy grande, en Tigre, cuando a la noche se hacían cenas. La imagen es una mesa hermosa, con todos los amigos: Teresa Tito, Carmen y sus hijos que eran mis amigos. Tengo el recuerdo de estar todos escuchando, seríamos entre diez y quince personas, todos escuchábamos a Haroldo, porque cuando él contaba algo te envolvía, tenía una manera increíble de contar anécdotas, muy explícito, con muchas imágenes. Era mi viejo y un personaje, carismático, tenía un humor particular, rozando el humor negro, y eso en algunos cuentos se aprecia.

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