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FLORENTINO AMEGHINO

¿Vivir más controlados o ser más responsables de nuestro cuidado?

La pandemia producida por el Coronavirus es el tema de conversación más recurrente donde hoy se centra la opinión pública. Esta columna viene a contribuir, humildemente, a ese debate, aportando algunas reflexiones personales a fin de plasmar una invitación para superar colectivamente este problema.
Para contextualizar, y siguiendo las definiciones de la Organización Mundial de la Salud, nos encontramos frente de un nuevo virus, aún poco conocido por la ciencia, sin vacuna, asimilable a la gripe en sus síntomas y transmisible básicamente por dos vías, de manera directa (por vía respiratoria a través del contacto estrecho con una persona infectada) o de manera indirecta (por contacto, generalmente de nuestras manos, con objetos contaminados y posteriormente llevándolas a nuestros ojos, nariz o boca).
Si bien el eje del problema se halla en el aspecto sanitario, lo cierto es que posee aristas económicas, sociales y culturales que merecen, al menos, un grado importante de relevancia en la discusión. 
La mayoría de los gobiernos del mundo, con distintos matices, han establecido como medida más urgente la “cuarentena” (el distanciamiento y aislamiento social). Una medida de alta intervención estatal en donde el ciudadano es privado de desplazarse libremente, salvo excepciones. Los motivos que se han dado atienden a dos cuestiones fundamentales: 1) el aplanamiento de la curva de contagiados -a fin de que todos puedan recibir una atención sanitaria acorde- y, como necesidad de ello, 2) la preparación del sistema de salud. Puede afirmarse que ha sido generalizada la adhesión a esta medida para atender a dichos motivos. Ahora bien, la costumbre social ha puesto de manifiesto que no se puede vivir tanto tiempo sin trabajar, sin reunirse con los seres queridos, sin recrearse. Esto, más que tratarse un capricho, encuentra su sentido en una definición amplia y mundialmente aceptada del término salud, que entiende a esta como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS, 1948).  
El debate necesita ser sincerado. La “cuarentena” requiere de una salida ordenada y planificada a fin de que la población adopte conductas que efectivamente ayuden a controlar la pandemia. El rol protagónico para evitar el colapso es de los ciudadanos, entendiendo que cada individuo es responsable de su cuidado. No contribuyen los discursos que buscan sembrar miedo o plantear escenarios apocalípticos para sostener medidas de alta restricción. La tarea de los gobiernos es garantizar un sistema de salud acorde en infraestructura, insumos, equipamiento y tests. También la de promover una sana convivencia con la economía, la cultura y la vida social, temas que atienden a ese concepto amplio de salud.
Muchos han denominado a lo que sigue como “la nueva normalidad”. ¿Qué implica esto? ¿Vivir más controlados o ser más responsables de nuestro cuidado? Ni el Presidente ni el Estado van a venir a frotarnos las manos con agua y jabón. El camino somos los ciudadanos. 
Ahora bien, esta realidad no puede derivar en conductas antisociales como las que se viven, principalmente en ciudades del interior, donde florece la violencia y la discriminación contra quienes padecen la enfermedad. ¿Existe irresponsabilidad en la sociedad? Desde luego. Ahora, ¿no es casi cualquier enfermedad o causa de muerte, en algún punto, responsabilidad del accionar individual?;los siniestros de tránsito ¿no implican, generalmente, el actuar negligente de uno de los involucrados?; la forma en la que nos alimentamos, ¿no nos produce enfermedades, muchas mortales, que padeceremos la vejez?; la ingesta abusiva de alcohol o tabaco, ¿no son un camino directo a consecuencias graves?; la vida vertiginosa que llevamos y el cúmulo de estrés, ¿no repercute directamente sobre patologías crónicas y severas? Lo que quiero decir es: nadie desea contagiarse de Coronavirus, así como nadie desea sufrir un siniestro, cáncer, hipertensión, cirrosis, EPOC, etc. Nuestra función, más que juzgar y estigmatizar, debe ser la de acompañar, entender y colaborar con los conciudadanos que puedan resultar afectados por el virus. 
Esta “nueva normalidad” significa un desafío inmediato que se atravesó en nuestras vidas de manera sorpresiva. ¿Vivir más controlados o ser más responsables de nuestro cuidado? La respuesta fue anticipada. Lavate las manos con agua y jabón frecuentemente, ventilá los ambientes, usá tapaboca y nariz y mantené distancia con los demás. Es nuestra responsabilidad. 

(*) Concejal UCR Juntos por el Cambio Florentino Ameghino.

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