Axel Kicillof afronta una difícil relación con la Casa Rosada.
LA PROVINCIA

Números que aprietan, potenciales aliados y fuertes tensiones en el PJ

Por más que afina el lápiz, a Axel Kicillof los números no le dan. El corte del envío de fondos no automáticos desde la Nación a la Provincia, decisión que se enmarca en la obsesión del presidente Javier Milei de llegar cuanto antes al déficit cero de las cuentas nacionales, abre un gran interrogante: hasta cuándo -en términos de calendario- el Gobernador va a poder cumplir con las obligaciones del Estado provincial. En la Gobernación se trazan hipótesis, horizontes financieros.

Hay un primer punto de corte que es crucial: el aguinaldo de mitad de año. Con fondos propios, una fuerte presión impositiva y cierto racionamiento del gasto, en el Gobierno bonaerense creen que podrán pagarlo en tiempo y forma. Pero si no hay cambios en la lógica de ajuste nacional, los últimos cinco meses del año asoman complicados en esas mesas de análisis oficialistas. Septiembre y octubre están marcados en rojo. Ni hablar diciembre, fecha del segundo medio aguinaldo.

Kicillof cuenta con herramientas para evitar un crack económico de la Provincia, todas con mala prensa. Tiene autorización legislativa para tomar una deuda millonaria, que es una de las formas de cubrir el déficit. También tiene la facultad de emitir cuasi moneda, una situación “in extremis” que en verdad no le gusta a nadie en el gabinete. Axel sabe que si Buenos Aires fuera por ese instrumento tendría un impacto nacional mucho mayor. Especula con usar eso como herramienta de presión en eventuales negociaciones con la Casa Rosada. El problema para él es que, hasta ahora, y en una actitud desprovista de cualquier dimensión política, a Milei pareciera no importarle nada el tema.

El llamado de los libertarios, apañados por el Presidente, a una rebelión fiscal por la suba de impuestos provinciales que empezaron a llegar este mes, inquieta pero por ahora no preocupa en serio en la Gobernación. 

Un punto a favor

Una módica buena noticia para el Gobierno bonaerense fue que la Procuración Nacional dio su visto bueno respecto a la competencia original de la Corte Suprema de Justicia de la Nación para intervenir en la demanda del Estado provincial contra la administración nacional por la eliminación del llamado Fondo de Fortalecimiento Fiscal. Es un trámite judicial formal que no sorprende porque el máximo tribunal siempre toma estos casos. Se trata del dinero que en su momento se le sacó a la CABA y se re-direccionó a la Provincia (gestión Alberto F.) para atender las exigencias salariales de una casi amotinada policía kicillofista. Es una partida que Milei guadañó. Por eso el reclamo.

La demanda que presentó la Provincia tiene datos muy atendibles. Como la histórica discriminación que sufre en materia de coparticipación de impuestos (recibe mucho menos de lo que aporta), su alta concentración población, en especial en el Conurbano, y su situación objetiva de vulnerabilidad social, con el 58% de sus habitantes pobres y ni hablar de los indigentes. Los fondos compensatorios que han llegado desde la Nación, dice el escrito, “no han sido suficientes para revertir” este déficit estructural y hoy son “de vital importancia para el funcionamiento del estado provincial y la provisión de servicios”. La Corte, se aclara, no tiene plazos para expedirse.

El frente interno

Aún con este panorama de escasez de recursos a cuestas, que asoma prioritario, Kicillof también debe atender un frente interno vinculado a la política. Prematuramente -o al menos así suena hoy por aquello de las prioridades- algunos dirigentes del peronismo presionan para que el Gobernador empiece a definir ya un perfil de candidato presidencial.

Esa compulsión a la precocidad es casi un reflejo peronista porque hay un liderazgo nacional prácticamente vacío, en un partido bastante resquebrajado. 

El ex Instituto Patria Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda, lo tiró sin vueltas recientemente en un acto en Lanús. Pidió “construir en un lugar distinto” para darle “fortaleza y volumen a la candidatura de Axel”. Ferraresi ficha en el grupo de alcaldes que hace base en Ensenada y está alejado de los jefes comunales más tradicionales del GBA, que quedaron pegados al lomense Martín Insaurralde, hoy un mancha venenosa desde lo público pero aún con notable influencia subterránea en el mundillo justicialista provincial.

La idea de Ferraresi está dirigida a tensionar con La Cámpora y con Máximo Kirchner, titular del PJ bonaerense con pretensiones de no perder ascendencia, y busca imprimirle músculo político al gobernador, quien prácticamente no tiene un esquema propio de fortaleza interna. Kicillof no cuenta con legisladores provinciales o nacionales bien de su riñón o que “matan” por su liderazgo. Así, se apunta a una elección de medio término, en 2025, donde Axel pueda tener no toda pero al menos una parte de la lapicera para confeccionar las listas de candidatos. Algo que lo fortalecería políticamente en las negociaciones o, eventualmente, en las peleas para las definiciones de 2027.

Kicillof por ahora no avala nada de esto en público pero deja hacer. La coyuntura hoy le exige la pulseada permanente con el Presidente.