“Nos conformábamos con 40”, blanquean cerca de Axel Kicillof. Antes del domingo 22, en la Gobernación firmaban con inocultable satisfacción ese número frente a una expectativa de crecimiento en el respaldo electoral en relación con lo que ocurrió en las PASO. Finalmente, el Gobernador cosechó el 45 por ciento, obtuvo la reelección y la ola que amenazaba con protagonizar Javier Milei que le hubiera complicado las cosas, no se produjo.
El Gobernador consiguió el primer objetivo que se trazó: seguir gestionando el principal distrito del país. Ahora se asoma a otros dos desafíos: empujar para que Sergio Massa sea electo presidente y construir su propia proyección nacional mirando el lejano 2027.
Para el segundo de los retos existe una hoja de ruta. Pese al deseo de varios intendentes que le reportan de verlo en la presidencia del PJ bonaerense, Kicillof no tendría intenciones de dar esa pelea. Hay quienes hablan de que la eventual proyección de Kicillof podría dar un paso concreto si logra ser encumbrado como presidente del PJ nacional.
El mandatario bonaerense ya habría empezado a trabajar en ese sentido tomando en cuenta que su actual titular, Alberto Fernández, no sólo tendrá que abandonar la Casa Rosada el 10 de diciembre sino además los galones partidarios.
Esa pieza encaja con otra. Aun cuando Massa sea electo presidente, lidera su propio partido: el Frente Renovador. La vacancia en el PJ nacional suena tentadora. Esa construcción política que ensaya Kicillof empieza por casa. La definición de su futuro gabinete quizás refleje esos movimientos. El mandatario tendría decidido premiar a los intendentes leales que se arrimaron a su figura para darle sostén territorial y otorgarle respaldo en medio de las tensiones con La Cámpora. Es altamente probable que uno de esos alcaldes del denominado “grupo Ensenada” termine desembarcando en el ministerio de Infraestructura. Sería un pago político fuerte como reconocimiento a esa fidelidad.
El otro asunto clave que gestiona Kicillof tiene que ver con Massa. Todas las fichas están puestas en robustecer las chances para que derrote a Milei en el balotaje. “Tenemos que ampliar la ventaja en la Provincia para asegurar la presidencia de Sergio”, dicen en la Gobernación. “Nadie quiere arriesgarse a tener que gestionar la Provincia con Macri y Milei en la Casa Rosada”, analizan.
La crisis por la que atraviesa Juntos por el Cambio sobrevuela la ilusión oficialista. La coalición opositora implosionó con la decisión del ala dura del PRO de ir a un rápido acuerdo con los libertarios. El operativo de seducción sobre el radicalismo, que reniega de ese audaz movimiento del ex presidente Macri, arrancó en las últimas horas.
Varios intendentes bonaerenses habrían recibido llamados desde La Plata para sumarlos a la estrategia de apoyo a Massa. Los radicales mantienen una estratégica neutralidad, acaso, para no precipitar el quiebre definitivo. Esa es otra de las cuestiones llamativas que rodean a Juntos por el Cambio: la mayoría de los dirigentes aseguran que está roto, pero nadie se hace cargo de haber empujado hacia un punto de no retorno.
El punto de inflexión es el resultado del 19 de noviembre. Unos y otros van a terminan de acomodándose según el nombre del candidato que termine llegando a la Casa Rosada.
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