Desde el corazón del oficialismo bonaerense se acaba de lanzar una estudiada ofensiva contra Alberto Fernández. La creación de una mesa de coordinación política bonaerense supone no sólo empujar al Presidente a que avance con una medida similar con la que el kirchnerismo busca licuarle margen de maniobra para intentar competir por su reelección: también, es una forma de ir avanzando sobre definiciones en lo que refiere a las candidaturas en la Provincia.
Acaso el dato político más relevante haya ocurrido horas antes de la cumbre peronista de Merlo en la que -entre ausentes enojados por una u otra razón- se puso en marcha la arremetida para que el Presidente abra el juego no sólo en lo que tiene que ver con la estrategia electoral sino, y acaso sea la porción más aguda de esa jugada, la intervención en las políticas públicas de su administración. En la Gobernación hubo otra reunión altamente determinante en la que se discutió cómo serán garantizados los fondos para que los intendentes peronistas dispongan de insumos básicos para sostenerse en el año electoral.
Ese debate podría leerse como una renovada señal para Axel Kicillof y su plan reeleccionista. Allí estuvo Máximo Kirchner, cuya figura pareció emerger como garante de que los compromisos asumidos tengan fluidez. Ese dato se enlaza con otro: varios intendentes ya habilitaron en sus distritos que sus brochas militantes trabajen a destajo garabateando el nombre del Gobernador.
Esas mismas señales que acaso permitan a Kicillof ver luz al final del túnel, son las que hacen ruido en su relación con el Presidente. En la Gobernación se quejan de “operaciones” de la Casa Rosada para mostrarlo en sintonía con las aspiraciones políticas de Alberto Fernández. “Nunca vamos a enfrentar a Cristina”, prometen.
Aquellos reclamos se tiñen de desconfianza. En la Gobernación están expectantes de la promesa oficial de armar una mesa a nivel nacional, pero no se hacen ilusiones. “Habrá que ver qué es lo que se plantea allí. No sabemos incluso a quién se convocará. A Axel todavía nadie lo llamó”, grafican.
Ese funcionamiento es determinante para lo que suceda en la Provincia. La incidencia del candidato presidencial es clave por el efecto arrastre de la boleta nacional sobre la de gobernador. Si fuera por los deseos mayoritarios que se respiran en la Gobernación, el nombre debería ser el de Sergio Massa, atado a la suerte de poder dar alguna buena noticia en la pelea contra la inflación. Alberto Fernández no aparece en ese menú. Tampoco en el de Cristina Kirchner.
Acaso esa incertidumbre abrió la ventana para se suelte a volar desde alguna usina oficial la vieja idea de un adelantamiento electoral en la Provincia que desenganche la suerte nacional del deseo de conservar la Gobernación. Por ahora, pura fantasía. E incluso, de muy difícil concreción.
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