Sergio Berni sigue en su cargo. Se trata de una certeza que sólo parece encontrar sustento en la decisión de Axel Kicillof de sostener a su funcionario. El ministro de Seguridad afronta, paradójicamente, más fuego amigo que opositor y asoma una fuerte presión política para que el Gobernador concrete su desplazamiento.
Kicillof no quiere dar el brazo a torcer porque ese desenlace sería una concesión a los intendentes del PJ bonaerense que hace largo tiempo quieren la cabeza del ministro al que apuntan por no darles injerencia en lo que tiene que ver con la lucha contra el delito en sus distritos. A esa embestida, acaso con menos exposición, se ha sumado La Cámpora tras la represión policial en la cancha de Gimnasia. Quizás esa sensación de derrota política pudiera quedar amortiguada con el perfil y el alineamiento de su eventual reemplazante. En ningún menú aparece, por ahora, el nombre de un dirigente vinculado a los alcaldes.
Cristina Kirchner es una pieza clave en esta historia. Fue la Vicepresidenta quien impuso a Berni. Es quien, pese a la distancia que los separa desde hace tiempo, la que duda de que la solución frente a las demandas ciudadanas por la inseguridad (más allá de la arremetida de los intendentes) pase por correr al ministro. Al menos, trasciende, no estaría convencida de las alternativas que le habrían acercado.
La novela que tiene como protagonista estelar a Berni ya escribió varios finales. Ninguno, hasta el momento, fue definitivo. Incluso en el propio gobierno provincial bromean con esta situación. “Sergio siempre se está yendo, viste como es”, razonan. Kicillof preferiría mantenerlo en el cargo, antes que evaluarlo por los resultados, por lo que representa en términos de su propia figura. El ministro y su hiperactividad funcionan como un pararrayos político que absorbe los costos de una cartera que él mismo acaba de definir como una “silla eléctrica”. Ese valor agregado, más allá de que se trata de una figura de difícil reemplazo, es el motivo central de Kicillof para resistir los embates.
Otras cuestiones asoman por estas horas en la Legislatura que acaso supongan algún obstáculo en aquel debate. Kicillof acaba de enviar un paquete de pliegos de designaciones para la Justicia que está haciendo ruido en la oposición.
Hay uno en particular que tiene que ver con el estratégico tribunal de Casación con sede en La Plata. Una de las vacantes pretende que se cubra con el Defensor Oficial Manuel Bouchoux. En el camino quedó una de las ternadas, la Fiscal de Juicio Helena De la Cruz, hija del ex Procurador de la Corte.
El nombre de Bouchoux le hace ruido a Juntos por el Cambio, que estaría dispuesto a resistir ese nombramiento en el Senado. La objeción, dicen fuentes parlamentarias, pasa por su cercanía con La Cámpora. También, por su afinidad con Justicia Legítima, un colectivo afín al kirchnerismo.
Habría que seguir de cerca el desenlace de esa negociación que recién arranca. En las próximas horas la cuestión se debatirá en la Comisión de Asuntos Constitucionales controlada por el camporismo.
De allí podrían surgir novedades que acaso condicionen la sesión de la Cámara alta convocada para el martes. También, es una incógnita el impacto que podría tener la resolución de un tema bien sensible, como es el de la cobertura de vacantes en la Justicia, sobre la discusión abierta sobre el Presupuesto. Y, en particular, sobre la ley Impositiva que Kicillof necesita sí o sí antes de fin de año para poder liquidar las nuevas cargas tributarias con el comienzo de 2023.
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