En lo gestual, Cristina Kirchner salió a dar su definitiva bendición a Sergio Massa con la foto que inmortalizó su encuentro en el Senado con el nuevo ministro. Esa decisión de la vicepresidenta excede aquella formalidad protocolar: las medidas que anunció el nuevo titular de Economía también cuentan con el aval de la indiscutible jefa del Frente de Todos.
Existe un canal abierto de diálogo y consultas propio que, sin intermediarios, mantienen Cristina y Massa. Sin embargo, la vicepresidenta abrió otra puerta. En rigor, se la abrió a Axel Kicillof. El Gobernador, como hombre de confianza en materia económica de la expresidenta, tiene por estas horas un rol central de consulta y análisis con el ministro y su equipo.
Esos contactos son más profundos de lo que se sabe. Massa y Kicillof se encontraron a solas varias veces. El ministro de Producción bonaerense, Augusto Costa, formó parte de una de esas reuniones. También, tuvo un cara a cara con Matías Tombolini, el flamante secretario de Comercio Interior, cargo que supo ocupar Costa durante el último gobierno de Cristina. Tombolini está sentado en un despacho que hierve: en los próximos días se anunciará la inflación de julio que rondará el 8% y es parte del dispositivo oficial que debe adoptar medidas para al menos desacelerar el aumento de los precios.
Aquellos contactos entre la Provincia y el equipo de Massa fueron incluso más allá. Por oficinas porteñas desfilaron ministros y funcionarios bonaerenses como Pablo López (Economía), Juan Cuattromo (titular del Banco Provincia) y Cristian Girard (a cargo de la Agencia de Recaudación). El scrum kicillofista tuvo acceso a los anuncios de Massa antes de que vieran la luz.
Existen, más allá de algunas decisiones impropias para el ideario kirchnerista, coincidencias básicas, según se dice en la Provincia: la necesidad imperiosa de robustecer las reservas del Banco Central, es una de ellas. También, la mencionada pelea contra una inflación que pulveriza ingresos y expectativas.
Ese acercamiento habría redundado en otro compromiso central: Massa se habría comprometido a que el lápiz rojo que pasará por diversas áreas no cruzará impiadoso sobre los recursos que la Nación le gira a la Provincia por fuera de la coparticipación. Esa decisión supone un cambio de fondo respecto de la efímera gestión de Silvina Batakis y todos estos movimientos suponen una novedad para el oficialismo. Ni Martín Guzmán ni Batakis tuvieron un respaldo tan explícito del kirchnerismo. Massa puede que sea depositario de una confianza forzada por las circunstancias, pero Cristina se encargó de darle al funcionario un volumen político por encima del que ya traía el flamante ministro.
La vicepresidenta parece dejar en claro al menos dos cuestiones. La primera, que su apuesta por empoderar a Massa cobró volumen en un escenario en el que el gobierno que ella misma ideó transitaba por la cornisa. La segunda, que los gestos hacia Massa no descuidan la obsesión por proteger y robustecer a su proyecto político que late con más fuerza desde la Provincia.
Este último principio rector no encontraría resistencia en Massa aun cuando la sustancia política de su Frente Renovador también anida en territorio bonaerense. Si el nuevo ministro persigue un objetivo político, ése es ser presidente. Kicillof, en todo caso, no emerge como un competidor porque sus deseos, y los de Cristina, pasan por su reelección.
Otros dispositivos coadyuvan a esa sociedad. Máximo Kirchner, como jefe del PJ bonaerense, mantiene una aceitada relación con Massa que anudaron en la Cámara de Diputados de la Nación. La sensación primaria tras el encumbramiento es que, al menos, la caída libre en que parecía haber ingresado el proyecto político del Frente de Todos y el gobierno de Alberto Fernández, encontró algún freno.
La expectativa que supone la novedad ayuda a sostener la ilusión y robustece la idea de que el oficialismo pareció clavar los frenos justo cuando la próxima curva conducía al barranco.
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