Axel Kicillof comienza a mirar el Interior bonaerense, ese núcleo productivo que suele deparar severos dolores de cabeza al kirchnerismo. Esa atención debe leerse en clave electoral: el gobernador triunfó ampliamente en el Conurbano y a partir de allí sostuvo su holgada victoria en las urnas, pero en buena parte de los distritos alejados del Gran Buenos Aires su performance bajó notablemente.
De las seis secciones que no forman parte del núcleo urbano más poblado del país, el gobernador solo logró imponerse en la Segunda, abrazada por el corazón industrial que aportan Zárate y San Nicolás. En el resto, incluso en La Plata, Juntos por el Cambio impuso condiciones.
Kicillof tiene resuelto concretar una serie de gestos hacia esos distritos chacareros hostiles. En las próximas horas lanzará una licitación por cerca de 4 mil millones de pesos para el arreglo de caminos rurales. El calamitoso estado de esas vías por donde se saca la producción es una de las quejas recurrentes de los productores rurales.
Esa decisión se enlaza con otras. El reinicio de las obras en la cuenca del río Luján con 12.245 millones de pesos en juego, forma parte de la misma estrategia de seducción. En las próximas horas una comitiva oficial visitará Roque Pérez para monitorear los avances de los trabajos que se ejecutan en la cuenca del Río Salado que apuntan a ganar hectáreas para la producción.
Además, en planillas Excel de la Gobernación aparecen fechas con la inauguración de planes de viviendas, unas 6 mil entre las que se ejecutan por el Procrear y las que encara la propia Provincia.
Gestos claros
Esos gestos fuertemente direccionados guardan relación con un interés supremo del gobierno bonaerense: la futura composición del Senado y la necesidad oficial de revertir la mayoría que ostenta la oposición. En tres de las cuatro secciones electorales en las que el año que viene se eligen representantes a la Cámara alta, Kicillof fue derrotado. Justamente, la que reúnen a los distritos con marcado perfil agropecuario.
Dar vuelta ese cuadro para asegurarse comodidad legislativa en los dos últimos años de gobierno se ha transformado en una obsesión para el Frente de Todos. El Senado oculta llaves para abrir puertas muy preciadas. Si Kicillof no apuró el paso para cubrir la vacante que existe en la Suprema Corte, se debe a que se vería obligado a una negociación de final incierto con la oposición.
Acaso parte de esos planes para el Interior hayan encontrado vientos favorables que comenzaron a soplar desde la Casa Rosada. El desembarco de Jorge Ferraresi en el ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, es mirado con particular simpatía por Kicillof. El intendente de Avellaneda es casi un socio fundador del esquema del Gobernador, además, de un dirigente de extrema confianza de Cristina Kirchner.
Esa mirada de aceptación no encastra, en contraste, en el rompecabezas que habían imaginado otros alcaldes del Conurbano más cercanos a Alberto Fernández. Ese grupo que integran Juan Zabaleta (Hurlingham) y Mariano Cascallares (Almirante Brown), entre otros, venían hablando con el presidente para quedarse con ese misterio apenas trascendió el malestar K con María Eugenia Bielsa. Empujaron a Santiago Maggiotti (Navarro), para el cargo que finalmente Fernández dejó en manos del ultra K Ferraresi. Maggiotti debió conformarse con un el rol de escolta.
El laudo en favor del cristinismo generó ruido en el PJ bonaerense. Deseosos de armar una suerte de albertismo tardío, puede que ahora estos alcaldes encuentren algún tipo de compensación que, quizás, no tenga que ver estrictamente con el gobierno donde ya sentaron a Gabriel Katopodis en Obras Públicas. Varios intendentes del peronismo que no se sienten contenidos por el gobierno de Kicillof reclaman que Fernández se anime a ensayar un esquema propio con cierta autonomía del kirchnerismo. El resultado del reemplazo de María Eugenia Bielsa volvió a postergar esa pretensión.
A fuego lento
Mientras tanto, a fuego lento, comienza a cocinarse la negociación por el Presupuesto 2021 en la Legislatura. Los primeros contactos discretos aportan una novedad: la desaparición de María Eugenia Vidal en su rol de interlocutora con el Gobierno. “Hace meses que no se hablan con Kicillof”, admiten fuentes de ambos campamentos. “Axel pegó buena onda con Rodríguez Larreta y está hablando de una serie de cuestiones comunes como los órganos reguladores de energía y políticas para el AMBA. ¿Además no es el jefe de Vidal?”, chicanean en la Gobernación.
La negociación entre el Gobierno y Juntos por el Cambio está pasando por la ventanilla de los intendentes, representantes del poder territorial opositor. De hecho, habrá una cumbre de los alcaldes del PRO el miércoles en La Plata para definir los planteos que llevarán al Gobierno. Quizás Kicillof escuche algún que otro reclamo contra Sergio Berni, por las imposiciones del ministro en el manejo de los fondos para seguridad que recibirán las comunas.
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