El desembarco de Sergio Massa en el peronismo oficial, que desde lo fáctico maneja el cristinismo, supone la presencia de un actor más en la mesa de negociación de las listas de candidatos de la Provincia en los tres niveles de gobierno -nacional, bonaerense y municipal- y, por ende, la irrupción de una realidad incómoda, aunque sea conveniente en términos estratégicos: son muchos pretendientes para los lugares expectantes que están disponibles.
Los primeros en prender las luces de alerta frente a este inminente acuerdo superestructural fueron los intendentes justicialistas del Conurbano, que aportan la sustentación territorial a las pretensiones de la dupla presidencial Alberto Fernández-Cristina Kirchner y al binomio provincial Axel Kicillof-Verónica Magario.
Cuando se anuncie la unificación de los espacios hasta ahora conocidos como Unidad Ciudadana y Frente Renovador -se llamaría Frente Patriótico- se profundizará una instancia que ya se abrió en forma no oficial: la del “poroteo” de cargos entre los intendentes del PJ, el massismo recién llegado y Máximo Kirchner, el principal operador político de su madre en la Provincia de Buenos Aires y líder de La Cámpora. La agrupación aparece con pretensiones expansionistas ante la eventualidad de que el justicialismo vuelva al poder bonaerense.
Hoy vence el plazo para presentar alianzas en la Justicia Electoral pero recién el sábado 22 de este mes es la “deadline” para anotar a los candidatos de todos los niveles. Son diez días de guerra de nervios y negociaciones políticas minimalistas. Algo es seguro: los intendentes del Conurbano (Martín Insaurralde, Gabriel Katopodis, Juan Zabaleta, Mariano Cascallares, Fernando Grey, Gustavo Menéndez, y demás) prefieren que Massa se sume al PJ, convencidos que le dará más volumen político al espacio. Pero no quieren que Fernández, Máximo y Wado de Pedro, apoderado del espacio K, lo sobrevaloren.
“Que no le paguen más de lo que vale”, explica muy llanamente un representante de esa cofradía de jefes comunales que nunca han podido animársele a Cristina pero que, por lo bajo, han sido muy críticos de sus formas de relacionamiento político con ellos cuando era presidenta.
“Nosotros ya hicimos un gesto. Ahora queremos la devolución”, amplía ante este diario uno que gobierna aproximadamente 20 minutos de la Capital Federal. Se refiere a la aceptación de la candidatura de Axel Kicillof a la gobernación, que para ellos es un extranjero en tierra bonaerense y les significó lo más parecido a la definición de “tragarse un sapo”. Y también alude a que el segundo lugar en el binomio provincial no fue para un representante de esa logia de hombres sub-cincuenta sino para Magario que, en la dinámica interna del PJ bonaerense, regida por la eterna tensión matanceros vs. el resto del GBA, juega para un grupo de intendentes más referenciados con el mundillo del peronismo del interior provincial.
Aquella “devolución” esperada alude a las pretensiones de los intendentes del PJ en el contexto de la negociación tripartita. La mínima: que se les respete la territorialidad, entendida como la no injerencia del massismo en sus armados locales, y que les aseguren los lugares que le corresponde a cada distrito gobernado por el peronismo en las listas secciónales que estipulan las candidaturas a diputados y senadores provinciales.
Si hay listas unificadas con Massa en lugar de que todo se ordene en una Primaria Abierta, se supone que el peronismo tradicional deberá dejar lugares libres para la gente del tigrense. Y eso generará polémica interna cantada.
Por aquello de que resignaron las aspiraciones de ir en la fórmula a la gobernación, los jefes comunales no aceptarían la vieja explicación que en el mundo PJ suele aplicarse para calmar ansiedades y dar por sentados pagos políticos: “No nos metemos con tu distrito; hacé lo que quieras allí”. Replican los alcaldes: “Eso ya lo tengo”.
Se trata, pues, de obtener una cierta “ganancia política”. Massa pretendería tener más peso en las nóminas de la Primera Sección Electoral (norte del Conurbano), donde se supone que es más fuerte su figura, en detrimento de los alcaldes del PJ de esa zona, que en el GBA es l amenos desfavorable a Cambiemos Es que el oficialismo tiene una verdadera pesadilla en la Tercera Sección (Sur del Conurbano), con distritos de muy fuerte aceptación de Cristina, como Lomas de Zamora o La Matanza.
Esto significa que para que el tigrense aspire a mantener más o menos lo mismo que hoy tiene en la Legislatura (una decena de diputados, dos senadores, un par de aliados), los peronistas deberían resignar algo. Es lo que se puntea por estas horas en una mesa a la que acaba de agregarse otro sector con pretensiones de poroteo: el sindical, de la mano de Hugo Moyano, que ya expresó apoyo a la dupla kirchnerista para la Provincia.
Y después está la pretensión de que los intendentes tengan un esquema de poder real en un eventual gobierno de Kicillof, si éste logra imponerse a María Eugenia Vidal. Tal vez un poroteo que deba quedar para más adelante. Es una instancia que, indefectiblemente, en el justicialismo suele resolverse después de medir los comportamientos leales durante la campaña electoral y el día mismo de la elección.
TRASTIENDA POLÍTICA
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