La tradicional laxitud estatutaria del PJ bonaerense tuvo el último fin de semana un nuevo capítulo, que pretendió forzar una imagen de unidad interna entre sectores que venían a los tumbos, distanciados, y que parecen tener miradas diferentes sobre la manera en que ese partido debe llevar adelante el rol de fuerza opositora al macrismo.
De hecho, la unidad que pretendió mostrar el peronismo provincial durante el último Congreso partidario, realizado en Hurlingham, tendrá que pasar un par de pruebas interesantes antes de llegar al tiempo de las definiciones electorales del año que viene.
La primera de ellas, que a la vez es una de las causas del envalentonamiento justicialista de estos días, se daría si la situación económica general consigue algún repunte que ayude a menguar el aparente descontento social con la gestión nacional de Mauricio Macri, quien anunció que buscará la reelección. “En el descalabro económico es más fácil juntarse”, analizó, con cierta obviedad, una fuente del PJ ante este diario.
La segunda prueba remite al propio justicialismo. En un par de semanas, el llamado “peronismo de los gobernadores”, que es refractario a incorporar componentes del kirchnerismo, presentará en sociedad su intención de convertirse en una alternativa a Macri en 2019. Será casi lo contrario de lo que se vio en San Luis hace pocos días, en una reunión que mostró la alianza interna entre los hermanos Rodríguez Saá, el cristinismo más puro (Gabriel Mariotto, Amado Boudou, Agustín Rossi, La Cámpora) y el alicaído –judicialmente- Hugo Moyano.
Todo parece indicar que el acto de abril, operado por el senador Miguel Pichetto, acentuará una “grieta” peronista que ya existe y que en Buenos Aires se venía expresando con la formación de dos polos: el grupo de alcaldes peronistas dialoguistas, por un lado, y los más alineados con Cristina Kirchner, por el otro.
Surge, pues, el interrogante: ¿Este PJ bonaerense con supuesta unidad que se mostró en Hurlingham y que convocó a regresar a todos los que se fueron, en cuál de los dos justicialismo se parará? ¿En el que mostró la foto de San Luis o en el que se verá en Gualeguaychú el mes próximo y reuniría figuras como el salteño José Urtubey, el entrerriano Gustavo Bordet o el sanjuanino Sergio Uñac?
Todo parece indicar que el acto de abril, operado por el senador Miguel Pichetto, acentuará una “grieta” peronista que ya existe y que en Buenos Aires se venía expresando con la formación de dos polos: el grupo de alcaldes peronistas dialoguistas, por un lado, y los más alineados con Cristina Kirchner, por el otro.
El último sábado se reunió el Congreso provincial del PJ, que es el máximo órgano partidario. Los objetivos declarados del encuentro fueron tres: nombrar las nuevas autoridades del cuerpo, incorporar la paridad de género y reformar -una vez más- la carta orgánica del partido para evitar sanciones a los afiliados que fueron candidatos por otras fuerzas en las últimas elecciones. Las que ganó Cambiemos.
Sobre este último punto, se cambió el artículo 47 del estatuto interno que dice: “Corresponderá aplicar ineludiblemente la cancelación de la afiliación por tiempo indeterminado cuando un afiliado integre la lista de otra fuerza política en oposición a la conformada por el Partido Justicialista”.
Es lógica la modificación: si no la hacían deberían haber echado a todos los que estaban presentes en el Congreso. Empezando por el propio presidente del partido, el merlense Gustavo Menéndez, y demás autoridades actuales.
Es que el año pasado todos compitieron en contra del PJ, por el cristinista Frente Unidad Ciudadana. Debido a la negativa de la ex presidenta a disputar una Primaria, el postulante oficial del partido fue Florencio Randazzo, que sacó menos puntos que la Izquierda.
Al Congreso, finalmente, lo preside el matancero Fernando Espinoza, uno de los que se venía oponiendo al bloque de intendentes dialoguista. El motor de ese grupo es el lomense Martín Insaurralde, que se lleva pésimo con Espinoza.
Luego de una reunión tensa, el sábado se acordó que el Congreso tenga representación de todos los sectores. Pero un órgano clave del PJ, la Junta Electoral, quedó en manos de los intendentes.
Juan Zabaleta, de Hurlingham, la preside. Su par de Malvinas Argentinas, Leo Nardini, lo secunda. Ariel Sujarchuk (Escobar) y Mariano Cascallares (Almirante Brown) también la integran. Espinoza pudo colar a la intendenta de La Matanza, Verónica Magario. Un saldo a destacar es que La Cámpora no tiene presencia.
La “autoamnistía” que decidieron los congresales implica, además, que pueden volver al PJ oficial los peronistas que integran el Frente Renovador de Sergio Massa. A éste le ofrecieron un lugar destacado -primer delegado al Congreso Nacional Justicialista– o que brinde un discurso de cierre como invitado. Prefirió no exponerse. Pero el intendente de Tigre, Julio Zamora, quedó como autoridad del cuerpo que preside Espinoza. Y Felipe Solá, que se desvive por regresar oficialmente al PJ, terminó como primer congresal nacional.
Lo dicho: la unidad se ató por la buena voluntad coyuntural de las partes. Pero estos dos polos internos tienen bloques separados en la Legislatura provincial, acentuando aquella grieta intra partidaria. ¿Se unirán ahora? Acaso sea esa una tercera prueba para medir la fortaleza de la unidad de la que se habló el pasado fin de semana.
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