Un significativo espaldarazo de confianza recibió ayer la gestión del frente Cambiemos, que pese a su cuestionada política económica logró imponerse no tanto en la Capital Federal -como se esperaba-, sino también en la estratégica provincia de Buenos Aires, relegando a un inesperado segundo plano a la ex presidenta Cristina Kirchner.
Al cabo de una campaña relativamente breve, pero intensa en el distrito más populoso de la Argentina, el oficialismo obtuvo uno de esos éxitos que garantizan gobernabilidad o que al menos permiten, en el caso de ratificar este desempeño en octubre, comenzar a transitar una segunda mitad de mandato sin turbulencias políticas de temer en el corto plazo.
En las últimas semanas, el macrismo se esforzó para instalar la idea de que el candidato en estos comicios de medio término era "el proyecto" y que una eventual derrota podía desencadenar una "vuelta al pasado", o sea, al kirchnerismo, al que el Gobierno insiste en relacionarlo con la corrupción.
La estrategia, considerada incluso como una "campaña de miedo" por la oposición, parece haberle rendido frutos a Cambiemos, con su gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba a la cabeza, ya que ganó en la ciudad de Buenos Aires y en la Provincia condenó a Cristina a cumplir un descolorido rol de actriz de reparto, lo que torna aún más sabrosa la victoria en las urnas.
La ex presidenta, que probablemente se convierta en senadora nacional en los comicios del 22 de octubre venidero, luchaba voto a voto este domingo por la noche en su intento por desplazar del primer puesto al macrista Esteban Bullrich, que se imponía por apenas 2 puntos sobre la líder de Unión Ciudadana escrutadas el 70 por ciento de las mesas.
Una misma ecuación
Sea cual fuera el resultado final de esta carrera por la cima de las preferencias al cabo de la convocatoria a las urnas en la Provincia, la ecuación para Cristina no debería variar mucho, si es que efectivamente su objetivo de máxima está puesto en 2019, con apenas dos alternativas posibles, una más alentadora que la otra: ganó, pero perdió; o perdió, pero ganó.
Ocurre que si bien logrará ocupar muy probablemente una banca en la Cámara alta a partir de diciembre, desde donde comenzar a edificar -o no- sus aspiraciones y posibilidades de regresar a la Presidencia dentro de dos años, triunfar o perder por uno o dos puntos este domingo quizá termine convirtiéndose en octubre en un simple "premio consuelo" para la ex mandataria.
La votación decisiva -claro está- será la que ocurra dentro de poco más de dos meses, cuando Cambiemos intentará confirmar su rendimiento en estas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) e incluso mejorar su desempeño si logra sumar el llamado "voto útil" o, por qué no decirlo, "voto anti-K".
Para Cristina, un traspié ahora, posiblemente signifique un nuevo tropezón en octubre; pero un eventual triunfo, ajustado, sufrido, no necesariamente debería traducirse en victoria en octubre: y ciertamente, la ex presidenta necesita de los éxitos como del aire que respira para lanzarse eventualmente a una carrera presidencial de largo aliento con la mira puesta en 2019 (faltan dos años aún).
Desafiando las encuestas -que anunciaban un holgado éxito de Cristina sobre Bullrich-, e incluso a pesar de su cuestionada política económica (de ajuste, por cierto), el macrismo no solo se lució en la Capital Federal, donde arrasó Elisa "Lilita" Carrió, sino que en la Provincia, con la gobernadora María Eugenia Vidal al frente de la campaña, salió definitivamente airoso en un test clave, crucial, para el futuro inmediato del Gobierno.
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