El sacudón estaba pautado para marzo, apenas concluido el operativo de seguridad del verano. Pero se terminó dilatando para no opacar, dicen en el oficialismo, los buenos resultados de aquél despliegue en la Costa Atlántica.
Con dos meses de demora, Pablo Bressi terminó siendo desplazado de la jefatura de la Policía bonaerense. Fue una salida que el Gobierno provincial buscó mostrar como una cuestión natural para un efectivo que acumulaba años y antigüedad para retirarse. Sin embargo, el despido esconde otros aspectos no tan inocuos ni desligados de la cuestión electoral.
Bressi había logrado salir airoso de los embates de la implacable Elisa Carrió. La gobernadora María Eugenia Vidal lo defendió de esa arremetida y de las acusaciones de supuesta connivencia con el narcotráfico. Se excusó en aquel entonces en que no se encontraron pruebas para correrlo antes. Tampoco quiso aceptar sin chistar las exigencias de Lilita y quedar condicionada por los humores de la chaqueña.
Ahora Vidal decidió actuar ante la acumulación de casos de corrupción en la fuerza que rozaban la figura del jefe policial. La aparición de sobres con dinero en la Departamental La Plata era uno de los más pesados. Acaso no tanto como la investigación de las supuestas irregularidades en las plantas verificadoras de autos de la Policía.
Esa pesquisa llevaba varios meses. La repartición estaba en la mira de las autoridades del Ministerio de Seguridad por diversas maniobras que generarían fondos para nutrir la caja negra de la fuerza. La última semana, el alto jefe policial a cargo de esas plantas cayó en su oficina con cerca de 200 mil pesos. Ese mismo día, se conoció el retiro de Bressi.
En el gobierno de Vidal dicen que fue la gota que rebalsó el vaso. “Por lo menos hubo inacción”, juzgan al referirse al ahora ex jefe de la Policía.
El despido bien puede encajar en parte de la estrategia electoral del oficialismo. La gestión de Vidal pretende ser puesta en el centro de la escena y el cambio en la cúpula de la fuerza podría interpretarse como la búsqueda de una bocanada de oxígeno en un área que sigue estando en el podio de las inquietudes ciudadanas.
En Cambiemos también empieza a inquietar la cuestión de los candidatos. La Gobernadora inició recorridas con varios de los que aparecen consolidados como Esteban Bullrich y Gladys González en procura de asociarlos a su figura, que sigue al tope de la consideración pública.
En las últimas horas se confirmó el acuerdo con Graciela Ocaña para ser postulante por la Provincia, pero ninguno de ellos despierta amores desenfrenados.
El oficialismo sigue barajando el nombre de Facundo Manes para encabezar la lista de diputados. El neurocientífico tiene reservado un lugar estelar en esa nómina, pero en el PRO están evaluando alternativas en función de los nombres que se vayan confirmando en la oposición.
Diálogos cruzados
La cuenta regresiva para el cierre de listas que operará el 24 de junio trajo una novedad fuerte en el peronismo. Los avatares personales de Daniel Scioli puede que le hayan minado severamente sus posibilidades de ser candidato. El ex gobernador aparecía como uno de los nombres potables para encabezar el armado del kirchnerismo y sectores del PJ, mucho más luego de que Cristina Kirchner comenzara a dar señales de que no competirá.
Ahora son dos intendentes los que emergen como herederos de ese protagonismo: Verónica Magario (La Matanza) y Martín Insaurralde (Lomas de Zamora).
Resuelto a enfrentar ese armado en las Primarias del PJ aparece Florencio Randazzo, quien acaba de estrenar jefe de campaña: otro ex funcionario K, Alberto Fernández.
Fernández, quien decidió escindirse del armado de Sergio Massa, habría empezado a trabajar sigilosamente para juntar al tigrense, hoy aliado con Margarita Stolbizer, y a Randazzo.
Los diálogos -o intentos al menos- cruzan todo el espinel peronista. Un grupo de intendentes cercanos al kirchnerismo se dispone a ofrecerle a Randazzo armar una lista de unidad para evitar la interna.
Pero el ex ministro de Transporte está convencido de que su negocio político es encabezar un proceso de “renovación” del peronismo y en esa lógica, la confrontación interna surge como un eslabón inescindible de esa estrategia.
La aparición de Alberto Fernández ha puesto además en guardia a algunos dirigentes. Cerca de Stolbizer miran de reojo los movimientos del ex jefe de Gabinete y sus intentos por acercar a Massa.
No creen que ese acuerdo vaya a prosperar porque básicamente tanto Massa como Randazzo persiguen el mismo objetivo: ser candidatos presidenciales en 2019. Pero por las dudas aseguran que no los tomarán desprevenidos. “Hay un plan B”, avisan.
El ex ministro de Transporte también trabaja sobre la alternativa de desinflar al massismo. Por lo pronto, aceleró el paso para acercar a su espacio a Felipe Solá. En el randazzismo insisten en que es una figura seductora para encabezar la lista de diputados nacionales. Pero además va por Facundo Moyano.
Hay otros sondeos en danza. Uno de ellos tiene como protagonista al intendente de Ezeiza, Alejandro Granados, hoy más bien cerca de la gobernadora Vidal. No es el único: hay varios ex intendentes y dirigentes territoriales en el radar de Randazzo.
Massa también estaría hablando con algunos intendentes peronistas que dudan de compartir armado con La Cámpora. El tigrense busca aparecer lejos de la rosca política que fluye en el subsuelo y prefiere concentrarse en propuestas como las que lanzó hace unos días dirigidas al bolsillo de la gente, una iniciativa que en Tigre despierta esperanza por la posible repercusión electoral.
Los comicios se acercan y la dirigencia política argentina -toda ella- atiende a su juego preferido como ocurre hace muchos años. El problema es que ello significa intensa actividad, pero dirigida casi exclusivamente al corto plazo.
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