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PANORAMA

La polarización y el conflicto docente

El conflicto salarial entre el Gobierno provincial y los docentes sorprende por su virulencia. Arrancó con tan alto voltaje que parece haberse salido de cauce y su efecto casi inevitable con formato de paros surgió casi como una consecuencia natural.
¿Los actores del diferendo que impedirá mañana el inicio de las clases hicieron todo lo que estaba a su alcance para evitarlo? Esa pregunta se la está haciendo el mundo de la política por estas horas, en medio de las especulaciones sobre qué supuestamente conviene a las partes en pugna.
La Provincia se encontró con un paro nacional lanzado al que adhirieron rápidamente los sindicatos docentes bonaerenses. Tan cierto como que la oferta salarial lanzada en principio del 18% de aumento ajustable cada tres meses por inflación para todo 2017, no registró, en sus dos posteriores retoques, cambios significativos como para hacer desistir a los sindicatos de las medidas de protesta.
En sectores del oficialismo provincial empieza a surgir la versión de cierto condicionamiento nacional para avanzar en dirección a desanudar la disputa con los gremios. Hablan de una "línea" surgida en altas esferas de la administración Macri urdida por el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba, que posó la mirada sobre Roberto Baradel, el líder del Suteba.
En el macrismo emparentan al sindicalista docente con el kirchnerismo, una cercanía que el propio Baradel nunca ocultó. También dicen contar con encuestas que marcarían un alto rechazo de su figura entre los bonaerenses.
Tomando como válida esa versión que recorre las entrañas del PRO, no habría que sorprenderse tanto de la referencia crítica y acaso a destiempo que el Presidente hizo sobre el líder sindical en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso.
Aquella mención podría vincularse a la estrategia electoral en la que parece embarcado el oficialismo: buscar confrontar con el kirchenrismo, polarizar "entre lo nuevo y el pasado" en el prematuro arranque de una campaña electoral que no respetó almanaques.
¿Habrá quedado atrapado el conflicto en esa lógica discursiva?
Quienes conocen los pliegues de la vida sindical señalan que Baradel también estaría disponiendo de un margen acotado de maniobra. Hay cuestiones políticas y ambiciones personales en juego -se dice que estaría tras un espacio de poder de relevancia en la CTA-, pero no sólo eso: la inflación ha erosionado el poder de compra de los salarios.
Afronta, además, rebeliones internas que surgen desde seccionales disidentes lideradas por sectores de izquierda. "A él también le sirve la pelea", grafican cerca del oficialismo. Y razonan: "Le garantizó a la Gobernadora el inicio de clases el año pasado; ahora no podía dejar de hacer paro porque pasaba automáticamente a ser uno de los gordos de la CGT".

Las bases presionan
Existen otras cuestiones un poco más simples de explicar. Puede que el condimento político sazone la pulseada, pero las "bases", los docentes de a pie, también juegan sus fichas. Alguien le escuchó en las últimas horas decir a Mirta Petrocini, la titular de la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB), que el clima no es el mejor. "Las bases están incendiadas", admitió para explicar el cerrado rechazo sindical a la oferta del gobierno de María Eugenia Vidal.
El conflicto tiene algunos otros aspectos extraños. Por lo que se sabe, la relación entre Baradel y el titular de Educación bonaerense, Alejandro Finocchiaro, venía siendo por demás fluida. Sorprendió, además, que el gobierno de Vidal, aun cuando en algún momento admitió que los salarios docentes perdieron dos puntos frente a la inflación en 2016, nunca haya planteado una oferta tendiente a recuperar esa erosión.
¿Pasará por ese reconocimiento la solución  del conflicto? Por estas horas se habla de la paritaria de los bancarios como modelo al que podría apelar el Gobierno bonaerense para cerrar con los docentes.
Los empleados del sector obtuvieron un porcentaje anual del orden del 19% y unos pocos puntos más por fuera de esas pauta, como reconocimiento de la pérdida salarial del año pasado.
"Con 10 mil millones más se arregla", estiman cerca del oficialismo. La traducción sería sumarle a la oferta ya planteada similar a la inflación, entre 4 y 5 puntos.

La última carta
Vidal, mientras tanto, juega su propia partida. En la pulseada contra Baradel buscó acercarse a los docentes a través de una carta que publicó en las redes sociales en las que les habló directamente, sin intermediarios gremiales. Acaso haya sido un gesto tardío luego de que lanzara el meneado tema de los voluntarios para dar clases a los chicos, una medida por demás discutible.
La Gobernadora está también en el medio de las versiones surgidas de usinas oficiales. Una de ellas le achaca que, al no llegar a un acuerdo con los docentes de la Provincia, impidió cierres en otros distritos ya que la negociación se ha transformado en modelo a seguir.
El escenario sigue siendo complejo porque lo que está en juego es la educación de casi 4,5 millones de alumnos. Y porque, además, los paros podrían extenderse si el miércoles, en la paritaria con los gremios, tampoco hay acuerdo. Ya se habla de otra huelga de 48 horas con fecha a determinar.
La tentación de mantener la pulseada por algún tiempo recorre algunos despachos oficiales, donde se habla de desgastar al Frente Gremial con quitas salariales y hasta sanciones económicas a los sindicatos. Pero procurar arrodillar a los gremios puede que ser una tarea costosa. El impacto de un conflicto docente no termina entre las paredes de las escuelas: fluye y se desparrama en el quehacer cotidiano de las familias.
 Lo cierto es que la discusión salarial oculta los graves problemas estructurales del área educativa y temas como el ausentismo docente, que por cierto no justifican los bajos salarios que cobran hace más de 40 años, pero que constituye uno de los tantos gastos injustificables de la Dirección General de Escuelas. <

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