Una joven de 31 años realizó una denuncia por abuso sexual agravado consumado contra el actual cura párroco de Florentino Ameghino, Gabriel Ghilardini. Según consta en la causa judicial (IPP-18-03-000427-20/00) –que está en trámite de investigación y avanza conforme a las posibilidades en el contexto del Aislamiento social preventivo y obligatorio-, se denunció que el hecho tuvo lugar en el 2000, cuando la víctima tenía doce años, en la localidad de Capilla del Señor, ciudad cabecera del partido de Exaltación de la Cruz, perteneciente a la Diócesis de Zárate-Campana.
Actualmente, el sacerdote Gabriel Ghilardini está a cargo de la Parroquia Inmaculada Concepción de Ameghino y, previamente, había desarrollado su tarea pastoral en Campana, distrito en el que se radicó la denuncia en su contra el pasado 6 de abril de 2020, en la Unidad Funcional de Instrucción Nº 3, de violencia familiar, a cargo de la Dra. Eleonora Day Arenas.
Respecto del estado procesal del cura Gabriel Ghilardini, desde la UFIJ Nº 3 de Campana confirmaron a Democracia que se encuentra en situación de imputado por abuso sexual agravado consumado y que, una vez reunidos los elementos necesarios y analizadas las pruebas, entre ellas las pericias, se evaluará la posibilidad de procesarlo y citarlo a indagatoria pero que aún no hay fecha prevista.
“Este tipo de causas tarda en avanzar, ya que eso ocurre a medida que lo decida la víctima, con la denunciante ya se comunicaron desde el Centro de Asistencia a la Víctima y le ofrecieron ayuda”, indicaron desde la UFIJ Nº 3 de Campana y agregaron que “la causa está en trámite de investigación y avanza pero en este contexto hay pericias que solo pueden hacerse de manera presencial y Asesoría Pericial no está trabajando en esto por el Aislamiento social preventivo y obligatorio”.
Por otro lado, detallaron que el cura Gabriel Ghilardini ya fue notificado respecto de que existe una causa en su contra.
En tanto, en los últimos días, se realizaron las pericias psicológicas a la joven denunciante y resta que se acerque a declarar a la Fiscalía, ya que por la situación sanitaria que atraviesa la Argentina no están tomando declaraciones presenciales y la denuncia fue radicada una vez iniciada la cuarentena por el coronavirus Covid-19.
Otros casos: Monja Luisa Toledo, condenada por castigo físico y reducción a la servidumbre.
La denuncia
La joven denunciante detalló: “Al cura lo conocía por catecismo, yo en ese entonces tenía 12 años y recién me había mudado al pueblo, era muy tímida, no conocía a nadie, y en mi casa se vivía un ámbito de violencia; él siempre se mostró muy cercano a los chicos, no solamente conmigo, y me generaba confianza para contarle sobre las situaciones en casa y los problemas con mi familia”, y agregó: “yo iba al colegio frente a la plaza, donde está también la Iglesia, cuando salía le tocaba timbre y le contaba cómo estaba, lo que pasaba, me atendía en la oficina, era mi lugar de desahogo, él me escuchaba, me contenía”.
Luego la joven detalló el momento en que comenzaron los abusos: “un día me pidió permiso para abrazarme, le dije que sí, me abrazó y me tocó los pechos por debajo de la remera; me quedé petrificada, me alejé, me abrazó de nuevo y me besó en la boca”.
Luego del episodio de abuso, la joven –entonces una niña de doce años- continuó yendo a la oficina de la Parroquia en busca de contención. “Ese era el único lugar que yo tenía para escapar de las situaciones de violencia en mi casa, me desarma que me pregunten por qué volvía, no lo sé responder, aún no sé responder eso, tenía miedo de tener la culpa, o de lo que fueran a pensar; cuando volvía, a veces se aprovechaba de mí y a veces no, un día decidí no ir más porque me sentía mal con lo que estaba pasando, además me asusté porque me invitó a pasar a su casa”.
Años más tarde, el sacerdote dejó el pueblo.
“De grande volví a vivir en Capilla del Señor y pregunté por él, me enteré de varias cosas, me comentaron que se había tenido que ir por situaciones inapropiadas, pero no tengo certeza de eso”, contó la joven y agregó que luego de que ella publicara en las redes sociales la foto de Gabriel Ghilardini, junto a su testimonio de víctima de abuso sexual, la imagen comenzó a circular y usuarias de Facebook la contactaron, relatando haber sufrido situaciones similares: una de ellas de Capilla del Señor y otra de la provincia de Santiago del Estero, mujeres hoy mayores de edad que no radicaron la denuncia formal en su contra.
“Comenté en la Fiscalía la existencia de estos casos y me acercaron una dirección de mail para trabar contacto con ellas, me dijeron que, muchas veces, no tienen problema en contar sus experiencias, aunque decidan no involucrarse penalmente, pero que sus testimonios aportan y son de gran valor”, apuntó.
“Estuve más de un año pensando en hacer la denuncia porque, además de mis cuestiones personales, no puedo tolerar que siga en contacto con chicos”, amplió la joven.
Los condenados en el Caso Próvolo: los curas Nicola Corradi y Horacio Corbacho, y el jardinero Armando Gómez.
Red de sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico
La denunciante del sacerdote Gabriel Ghilardini integra la Red de sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico de Argentina, un espacio conformado por víctimas -hombres y mujeres-de distintos lugares del país que se unieron en busca de asesoramiento, contención y acompañamiento profesional y de pares. Para formar parte no hace falta haber radicado la denuncia formal en la Justicia y está integrada por alrededor de 150 personas sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico en Argentina.
En diálogo con Democracia, la psicóloga de la Red de sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico de Argentina, Liliana Rodríguez, detalló: “el objetivo nuestro es visibilizar estos hechos, además del acompañamiento emocional y legal; en este caso puntual, se comunicó con la Red un grupo de mujeres de Florentino Ameghino, a partir de ahí, se puso en contacto con nosotros la víctima; tuve varias charlas con ella de acompañamiento, me contó cómo fue su situación, y luego se integró a la Red”.
Rodríguez agregó: “nuestro trabajo consiste en la articulación de acciones, nosotros no tomamos una acción contra el denunciado pero sí alertamos a la comunidad donde estuvo y donde está que hay una denuncia y que esta Red puede decir, con absoluta seguridad –por los cientos de casos que la integran- que quien abusa no lo hace solo una vez; estamos seguros de que la valentía de esta víctima va a abrir la posibilidad de que otras chicas o muchachos, que hayan pasado por esta situación, puedan romper el silencio y, detrás de eso, otras voces se identifiquen”.
La psicóloga Liliana Rodríguez puntualizó también: “sabemos que existen otras personas que fueron víctimas de este cura pero todavía no han tomado contacto con la Red, lo sabemos y no por esta víctima que radicó la denuncia contra Ghilardini en Campana, sino porque se han comunicado indirectamente otras personas y nosotros, como Red, respetamos y les decimos que los estamos esperando, sabemos que cada uno, en su propio tiempo, decidirá si quiere denunciar, penal o canónicamente, si quieren dar o no su nombre, se respetan sus derechos”.
Liliana Rodríguez, psicóloga de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico.
“La metodología se repite”
“La metodología se repite una y otra vez: así como las huellas emocionales de quienes han atravesado esta situación son visibles para todos aquellos profesionales que estamos capacitados en este tema, que las vemos mucho antes de que las personas puedan decir “fui abusada/o”, de la misma manera se observa la repetición de la conducta del abusador, lo llamamos plan sistemático de la Iglesia de encubrimiento e impunidad”, apuntó Liliana Rodríguez a este diario. añadió que “cuando la institución Iglesia toma conocimiento de una denuncia, o de los comentarios en una localidad de que existe posibilidad de denuncia, lo que hacen es trasladar al cura y, con eso, buscan mantener la impunidad, por eso nos encontramos con que hay curas y monjas –mayormente curas- que han abusado de tres o cuatro generaciones y hay denunciantes de distintos lugares del país que fueron abusados por la misma persona”.
Por otro lado, Rodríguez puso énfasis en que “la Red no está en contra de la fe o las creencias de las personas, eso es un derecho, nosotros estamos en contra de la pedofilia en la Iglesia; nuestro accionar tiene que ver con estar en contra del plan sistemático de encubrimiento que tiene la institución, desde ahí nosotros decimos que no son ‘manzanas podridas’ porque los relatos demuestran que no están locos, que no lo hacen una sola vez, que son conscientes de sus actos, que eligen a sus víctimas, en los relatos de los y las sobrevivientes se pueden ver los puntos vulnerables que tenían cuando eran niños o jóvenes y en los que estos abusadores se apoyaron, posicionándose como amigos, confesores o padres, entonces: ¿Cómo un niño o niña no va a confiar en alguien que representa a Dios en la Tierra, que le da cariño y lo protege? Esa es la tremenda traición de la confianza”.
“Nuestro objetivo no es cazar brujas, es visibilizar el hecho, que la gente pueda recuperar el pensamiento crítico por sobre el fundamentalismo; apuntamos a que no lo nieguen, que se abran a preguntas porque esto, más la Educación Sexual Integral, más la separación Iglesia - Estado es lo que nos va a permitir, como sociedad, salvar a nuestros niños y niñas de los depredadores, si logramos fortalecerlos”, relató Rodríguez y sumó que “se tiende a culpabilizar a la víctima, mucho más en casos de abuso sexual eclesiástico, y tenemos que abrirnos a preguntas, porque ninguna persona relata y expone una situación de estas características, públicamente, si no lo ha vivido”.
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