En horas de la tarde de ayer, cuando el sol se escondía en el horizonte, sobre la Ruta Provincial 31, se produjo un choque frontal que dejó como saldo un muerto, identificado como Guillermo Luis Aperlo, reconocido visitador médico oriundo de Junín quien además cantaba tango por pasión y amor al arte.
El siniestro fatal ocurrió en el kilómetro 114 a la altura de la localidad de Carabelas entre una pickup S10 dominio MBU398 conducida por Micile Harry Jhon oriundo de Rojas quien sufrió lesiones leves y circulaba sentido Carabelas Rojas y una camioneta Chery Tiggo con dominio AC685QO conducida por el juninense fallecido, producto del fuerte impacto.
Tras el accidente vial, Aperlo y Micile habían sido trasladados el Hospital de Rojas por ambulancias del SAME donde el visitador médico perdió la vida tras un paro cardio respiratorio, como consecuencia de las graves heridas que lo comprometieron.
Tras la autopsia de rigor, el cadáver fue entregado a sus familiares.
La causa quedó caratulada como “Homicidio culposo y lesiones leves”.
Un repaso de su historia
A pesar de tener una fuerte inclinación artística, Guillermo Luis se dedicó a cantar recién cuando estaba cerca de los 50. En poco tiempo actuó en numerosos escenarios de Junín, la zona, algunas provincias y hasta en otros países.
Durante su infancia en La Agraria, en épocas donde trabajaba con sus padres y su hermano en el campo familiar y concurría a la Escuela N° 33 de ese paraje, Guillermo Aperlo todavía no soñaba con convertirse en un cantante de tangos, aunque había una semilla que comenzaba a germinar en su interior.
En aquel entonces, se juntaba con su padre a mirar el programa Grandes Valores del Tango en su viejo televisor, en donde se deleitaba con Diego Solís, Fernando Soler, Jorge Falcón, Rosanna Falasca, Enrique Dumas, Guillermo Galvé y tantos otros.
Cuando terminó la primaria, se vino a Junín e hizo el secundario en el Colegio Industrial, mientras vivía en el internado de dicho establecimiento educativo.
Al finalizar su escolaridad, se fue a estudiar abogacía a Rosario, carrera que no terminó. Estando allá, se dio cuenta de que era “un león vendiendo”. Fue así que, a partir de los distintos trabajos por los que pasó, vio que tenía “pasta” para eso.
“Un día me di cuenta de que yo no era para la abogacía – contó en una entrevista que brindó a Democracia–, que iba a ser infeliz, y la dejé. Y ahí empecé a hacer distintas cosas, pero siempre vendiendo: fui conserje de un hotel y vendía habitaciones, fui empleado de un banco en el que vendía servicios, y fue, justamente, trabajando en un hotel donde me encontré con el gerente de un laboratorio multinacional, que ya no existe más, que me dijo que tenía cualidades para ser visitador médico”.
Entonces hizo esa carrera en Rosario. Se recibió, consiguió trabajo y trabajaba para uno de los laboratorios más importantes del país.
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