PROPIETARIO Y VÍCTIMA DEL ROBO

El propietario de la relojería asaltada brindó detalles sobre los hechos

Entre preocupado, apesadumbrado e indignado, Oscar Salvati, propietario y víctima del robo acontecido el martes en su comercio de relojería y alhajas "O.J.S" ubicado en Rivadavia al 800, visitó ayer la redacción de DEMOCRACIA para relatar su versión de cómo ocurrieron los hechos.

Salvati llegó al local comercial a las 17, junto con un cliente a quién atendió y despidió momentos después. Un cuarto de hora más tarde, un hombre de baja estatura con tintura tipo "clarito" en el cabello ingresó para pedir presupuesto por la reparación de dos relojes. Momentos después, ingresó un segundo hombre quién camina hacia él y desenfunda un revólver 38 con el que lo amenaza.
"Somos del San Martín. Quedate piola o matamos a tu hija" fueron las palabras del monólogo intimidatorio. Salvati es padre de una joven de 18 años, dato que revela posesión previa, por parte de los delincuentes, de información sobre la víctima.
"¿Dónde está la plata?, preguntaron, mientras conducían al comerciante al baño del local. Una vez allí, ya no fue necesario preguntar, ni aguardar una respuesta. Retiraron un cuadro ubicado arriba del marco de la puerta de ingreso y de una especie de cavidad en la pared retiraron el botín. Sabían qué buscaban y dónde estaba.
Según el comerciante, el faltante fue de 700 dólares estadounidenses, 6.500 pesos de los cuales 3.000 provenían de un préstamo para la adquisición de mercadería y más de 35.000 pesos en joyas y relojes.
"El que parecía mayor revisaba lo que bajaba de la cavidad, mientras el cómplice guardaba en un bolso traído al efecto". Salvati describe como "sacado" al primero de los ladrones y se agita cuando cuenta que, en ese momento, ingresa su hija. El delincuente mayor la toma por los cabellos y la amenaza con la pistola en la cabeza para conducirla al baño. Padre e hija son allí maniatados con precintos plásticos.
Cuando salen los delincuentes, Salvati logra zafar sus brazos e, inmediatamente, corta los precintos de sus piernas. Sale a la calle e intenta perseguir a los ladrones. "En ese momento, por la calle lateral percibo un Volkswagen Gol blanco estacionado con una persona a su lado a quién confundo con un policía y le solicito ayuda. Luego me di cuenta que se trataba de un tercer delincuente que oficiaba como "campana".
De la vecina inmobiliaria le prestan un celular para llamar a la policía donde le piden el número de documento para atenderlo. Salvati se indigna cuando señala que pedía ayuda y le respondían con formalismos. No obstante, el móvil policial -siempre según el relato de la víctima- llegó 25 minutos más tarde y los delincuentes lograron huir.
"Debo volver a empezar" se lamentaba un entristecido Salvati, "perdí gran parte de mi capital pero debo agradecer a Dios porque mi hija no padeció ninguna consecuencia física".

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