Es la historia de nunca acabar. Pero también es la historia imposible de abandonar. Es lo que deben pensar, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, y su secretario de Estado, John Kerry. La referencia es válida para todo el Medio Oriente pero, en particular, para la interminable relación conflictiva entre Israel y los palestinos.
El proceso de paz que trabajosamente llevó adelante Kerry capotó ante la intransigencia de ambas partes que desembocó en la finalización de las conversaciones, decidida por el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
Unas negociaciones en las que siempre estuvo claro que pretenden los palestinos y nunca del todo claro cuánto quiere el gobierno israelí, pese al equilibrio que necesariamente surge de las declaraciones estadounidenses.
Aclaración: cuando se habla de los palestinos, se habla de dos sectores hasta hace unos días totalmente enfrentados que, ahora, acaban de llegar a un acuerdo.
Un sector es la Autoridad Nacional Palestina (ANP), una entidad proto estatal sin completo reconocimiento internacional, que encabeza el presidente Mahmud Abás y cuya jurisdicción real se limita a Cisjordania, también nombrada como West Bank.
El otro es el Hamas, una organización cívico-militar, juzgada como terrorista por muchos estados, que gobierna la Franja de Gaza, territorio sin continuidad con Cisjordania.
La Autoridad Nacional Palestina reconoce la existencia de derecho del Estado de Israel. Hamas, la niega. Es esta, seguramente, la diferencia mayor entre uno y otro agrupamiento palestino.
Pero ¿Qué quieren? Hamas parece perseguir el difuminado sueño de destruir al Estado de Israel. Obviamente, la ANP todo lo contrario. Es con la ANP con quién se llevaban a cabo las negociaciones.
Demandas
¿Cuáles son las demandas de la ANP? La liberación de prisioneros, la fijación de fronteras, el cese de la colonización israelí en Cisjordania y Gaza, el derecho al retorno de los palestinos o sus descendientes que abandonaron sus hogares en 1948, y el establecimiento definitivo de un Estado palestino con la parte este de Jerusalén como capital.
Claro, es la hipótesis de máxima. Pero, el gobierno israelí no parece dispuesto a ceder en ninguna. Y así, claro, la paz es imposible.
Que se establezca un estado palestino es algo que a la corta o a la larga, algún gobierno israelí deberá admitir. Que Jerusalén este sea su capital, es mucho más difícil. La ciudad sagrada para cristianos, árabes y judíos terminará algún día regida por algún estatus internacional, o así, al menos, sus lugares sagrados. No obstante, si alguien alguna vez concede algo al respecto, es bastante más probable que sean los palestinos, dado que los israelíes efectivamente ocupan Jerusalén.
La fijación de las fronteras y, por ende, el cese de la colonización israelí sobre Gaza y Cisjordania es casi el punto sobre el que se puede negociar su contenido, no su continente. Si va a existir un estado palestino, lógico es que disponga soberanamente de un territorio limitado por fronteras.
Pero el gobierno de Netanyahu no solo no avanza sobre el punto sino que ni siquiera congela la colonización y, cada dos por tres, autoriza la construcción de nuevos asentamientos en tierras reivindicadas por la ANP.
Seguramente el punto más difícil es el retorno de los emigrados y/o sus descendientes. Es que las propiedades de todos ellos, casas-habitación, comercios, talleres, tierras agrícolas, fueron expropiadas sin indemnización y hoy ocupadas por tenedores de buena fe. Probablemente, sobre la cuestión habrá que tranzar indemnizaciones.
Intransigencia
El gobierno israelí del primer ministro Netanyahu se especializa en complicar cualquier negociación, más aún cuando debe culminar. Fue así que Netanyahu lanzó su nueva demanda del reconocimiento por parte de los palestinos de Israel como Estado judío. Dicho reconocimiento implicaría automáticamente la ilegalidad de la demanda del derecho al retorno.
Lo de Netanyahu es grave en sí mismo, más allá de la cuestión palestina. Es un retroceso en los tiempos. Es dotar de carácter confesional a un Estado moderno. No es diferente de las pretensiones de los fundamentalistas islámicos. Y se asemeja, demasiado, a una impronta racista. A tal punto que John Kerry señaló el riesgo que Israel caiga en el apartheid. Además ¿Qué significa a ciencia cierta un Estado judío? ¿Un Estado que aplica el Talmud?
Es más, lo de Netanyahu ni siquiera es legal. A tal punto que, días después, se comprometió a presentar un proyecto de ley a la Knesset –Parlamento- sobre el “estatus de Israel como estado nacional para el pueblo judío”. Va de suyo que Israel lleva 66 años de existencia de Estado laico, no confesional.
Y como era de esperar, el “embarre de cancha” de Netanyahu, motivó la reacción de Abbas. Lo primero fue pedir el ingreso de la Autoridad Nacional Palestina a numerosas agencias internacionales. Es decir, a mostrar un consenso internacional del que Israel se aleja cada vez más.
Como la presión –en definitiva de ello se trata- surtió poco efecto. Entonces, la ANP llegó a un acuerdo, que puede ser histórico, con el rebelde Hamas.
El acuerdo establece la formación de un gobierno de “unión nacional” para finales del presente mes de mayo dirigido por el presidente Mahmoud Abbas y compuesto por tecnócratas que deberá preparar las elecciones presidenciales y legislativas, que deberán llevarse a cabo seis meses después. Es decir, a fin de año.
En conflicto desde el 2007, la reconciliación de la ANP y del Hamas redoró la estrella de un Abbas que comenzaba a ser visto como demasiado comprometido en un diálogo con Israel donde no alcanzaba ningún objetivo.
Claro que el acuerdo tiene destino incierto. Acuerdos como el presente, en el pasado no llegaron a buen puerto. No obstante, el debilitamiento del apoyo externo al Hamas, particularmente con la caída de los Hermanos Musulmanes en Egipto, es un elemento a tener en cuenta. Fácil es hacer un texto, difícil implementarlo. Por ejemplo ¿Qué va a ocurrir con los servicios de seguridad e inteligencia de uno y otro bando? ¿Serán fusionados? ¿Bajo qué mando? ¿Cuáles serán las instituciones nacionales, hoy divididas entre los dos sectores? ¿Qué pasará con el reconocimiento de Israel?
Y queda afuera un actor que no para de crecer: la Djihad islámica, grupo efectivamente apoyado por Irán y el Hezbollah, no así el Hamas como pretende confundir Netanyahu.
Por supuesto, todo esto permitió a Netanyahu dar por terminadas las negociaciones ¿No era eso cuanto quería? Para él, objetivo logrado. Para Abbas, un paso sumamente arriesgado. Para Obama y Kerry, otro fracaso y van…
LA COLUMNA INTERNACIONAL
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