ENFOQUE
La desigualdad y el partido de los ricos
Thomas Piketty ha cautivado repentinamente al establishment de la izquierda norteamericana. Piketty es un economista francés, que ha escrito un largo estudio (577 páginas) titulado “Capital in the Twenty-First Century”, cuya intención es proveer de una justificación intelectual para atacar a los súper ricos.
Es de sorprender que “Capital” alcanzara el puesto 16 de la lista de best-sellers de tapa dura y no ficción del New York Times, una hazaña considerable para un tratado académico que, aunque escrito claramente, no es un libro de suspenso.
Se esté de acuerdo o no con Piketty, su proyecto representa un prodigioso éxito de investigación. Con otros economistas, ha montado estadísticas que rastrean la distribución de los ingresos y de la riqueza de muchos países llegando al siglo XIX.
La conclusión más obvia de los datos es de sentido común: incluso las sociedades más igualitarias tienen enormes desigualdades en la riqueza económica.
Ejemplos
Piketty presenta los países escandinavos en las décadas de 1970 y 1980 como ejemplos de “baja desigualdad”.
Aún así, el 10 por ciento más rico contaba con el 25 por ciento del ingreso nacional y el 50 por ciento más pobre tenía sólo el 30 por ciento; la “clase media” -el 40 por ciento por debajo del 10 por ciento más alto- recibió el 45 por ciento de los ingresos.
En la actualidad, la distribución en los Estados Unidos es mucho más desigual. En 2010, el 10 por ciento más alto recibió alrededor del 50 por ciento del ingreso nacional, y el 50 por ciento más bajo obtuvo el 20 por ciento; el 40 por ciento del medio obtuvo el 30 por ciento.
Las naciones europeas están habitualmente en el medio; el 10 por ciento superior se lleva el 35 por ciento del ingreso nacional.
Más desigualdad
Lo que muestra Piketty es que en los últimos 30 años la desigualdad ha estallado casi en todas partes, especialmente en Estados Unidos y Reino Unido.
Esta conclusión refuta la llamada Curva de Kuznets. En 1954, el economista norteamericano Simon Kuznets (1901-1985) sostuvo que la desigualdad de los ingresos disminuiría a medida que las sociedades se modernizaran. Los trabajadores pasarían de puestos de trabajo de baja remuneración a puestos industriales mejor pagados. Las brechas se estrecharían. Eso parece haber ocurrido en Estados Unidos desde la década de 1920 a los años 50, la porción de ingresos del 10 por ciento más rico cayó de alrededor de un 50 por ciento a alrededor de un 35 por ciento.
Pero ahora ha vuelto al nivel de los años 20. Este asombroso hecho, divulgado previamente en publicaciones académicas, ayudó a que la desigualdad se convirtiera en un importante tema político. No hay consenso sobre la causa del incremento de la desigualdad económica. Algunos economistas ponen énfasis en las altas remuneraciones para trabajadores muy especializados (banqueros de inversiones, médicos, abogados, gerentes) y para los talentos especiales (actores, atletas).
Piketty sostiene que ha surgido una clase norteamericana de “súper-gerentes” (altos funcionarios de corporaciones), cuya paga es establecida por comités de remuneración compuestos por otros altos funcionarios corporativos. El arreglo apesta a “self-dealing” (self-dealing es la conducta que consiste en aprovecharse de la propia posición en una transacción).
Todo ingreso proviene, en última instancia, de la mano de obra o del capital. La mano de obra incluye jornales, salarios y beneficios; el capital cubre el rendimiento de acciones, bonos, propiedades inmuebles, empresas y otros bienes.
Piketty teme que el capital avance incesantemente a expensas de la mano de obra. Es simple aritmética, sostiene.
El rendimiento del capital históricamente, después de ajustar por la inflación, ha promediado en un 4 ó 5 por ciento anual. Mientras tanto, el ingreso total de la economía mundial -ralentizado por avances pequeños en población y productividad- crecerá sólo entre un 1 y un 3 por ciento anual. Si el ingreso del capital crece más rápidamente que el ingreso total, su porción deberá aumentar. Peor aún, dice, el ingreso del capital está más concentrado que el ingreso de la mano de obra.
En Estados Unidos, el 10 por ciento más rico posee alrededor del 70 por ciento del capital, principalmente en acciones, bonos y bienes raíces. Para impedir que las fortunas heredadas dominen las sociedades avanzadas, Piketty elevaría la tasa fiscal tope a los ingresos a aproximadamente un 80 por ciento en ingresos de más de 500.000 o 1 millón de dólares; también gravaría la riqueza acumulada.
Ciencias políticas
Aunque Piketty es economista, su libro es esencialmente una obra de Ciencia Políticas. Objeta a la extrema desigualdad económica porque ofende a la democracia: Se confiere demasiado poder a pocos.
Su análisis económico a veces parece sesgado para encajar en su programa político. Tomemos los aumentos fiscales. Piketty duda que perjudiquen el crecimiento económico. Eso parece cuestionable. Los incentivos deben importar, por lo menos, levemente. O consideremos su pronóstico de ralentización en la economía mundial. Eso parece posible, pero si sucede, los dueños del capital, probablemente percibirán menores ganancias.
En cuanto al poder de los súper ricos, apenas si controlan la mayoría de las democracias. En Estados Unidos, donde alrededor del 70 por ciento de los gastos federales van a los pobres y a la clase media, el 1 por ciento más rico paga casi un cuarto de los impuestos federales.
Los ingresos después de los impuestos y después de la transferencia del gobierno son menos desiguales que las cifras anteriores a los impuestos de Piketty. Aún así, la actual concentración de ingresos y riqueza instintivamente parece excesiva. Es comprensible que produzca resentimiento.
Estaríamos mejor si los ricos fueran menos ricos para que otros norteamericanos lo fueran un poco más. Pero es dudoso que una acción política para forzar esa transformación fuera beneficiosa. La lucha de clases es dolorosa; hoy en día, degradaría la confianza necesaria para una recuperación más fuerte.
Es de sorprender que “Capital” alcanzara el puesto 16 de la lista de best-sellers de tapa dura y no ficción del New York Times, una hazaña considerable para un tratado académico que, aunque escrito claramente, no es un libro de suspenso.
Se esté de acuerdo o no con Piketty, su proyecto representa un prodigioso éxito de investigación. Con otros economistas, ha montado estadísticas que rastrean la distribución de los ingresos y de la riqueza de muchos países llegando al siglo XIX.
La conclusión más obvia de los datos es de sentido común: incluso las sociedades más igualitarias tienen enormes desigualdades en la riqueza económica.
Ejemplos
Piketty presenta los países escandinavos en las décadas de 1970 y 1980 como ejemplos de “baja desigualdad”.
Aún así, el 10 por ciento más rico contaba con el 25 por ciento del ingreso nacional y el 50 por ciento más pobre tenía sólo el 30 por ciento; la “clase media” -el 40 por ciento por debajo del 10 por ciento más alto- recibió el 45 por ciento de los ingresos.
En la actualidad, la distribución en los Estados Unidos es mucho más desigual. En 2010, el 10 por ciento más alto recibió alrededor del 50 por ciento del ingreso nacional, y el 50 por ciento más bajo obtuvo el 20 por ciento; el 40 por ciento del medio obtuvo el 30 por ciento.
Las naciones europeas están habitualmente en el medio; el 10 por ciento superior se lleva el 35 por ciento del ingreso nacional.
Más desigualdad
Lo que muestra Piketty es que en los últimos 30 años la desigualdad ha estallado casi en todas partes, especialmente en Estados Unidos y Reino Unido.
Esta conclusión refuta la llamada Curva de Kuznets. En 1954, el economista norteamericano Simon Kuznets (1901-1985) sostuvo que la desigualdad de los ingresos disminuiría a medida que las sociedades se modernizaran. Los trabajadores pasarían de puestos de trabajo de baja remuneración a puestos industriales mejor pagados. Las brechas se estrecharían. Eso parece haber ocurrido en Estados Unidos desde la década de 1920 a los años 50, la porción de ingresos del 10 por ciento más rico cayó de alrededor de un 50 por ciento a alrededor de un 35 por ciento.
Pero ahora ha vuelto al nivel de los años 20. Este asombroso hecho, divulgado previamente en publicaciones académicas, ayudó a que la desigualdad se convirtiera en un importante tema político. No hay consenso sobre la causa del incremento de la desigualdad económica. Algunos economistas ponen énfasis en las altas remuneraciones para trabajadores muy especializados (banqueros de inversiones, médicos, abogados, gerentes) y para los talentos especiales (actores, atletas).
Piketty sostiene que ha surgido una clase norteamericana de “súper-gerentes” (altos funcionarios de corporaciones), cuya paga es establecida por comités de remuneración compuestos por otros altos funcionarios corporativos. El arreglo apesta a “self-dealing” (self-dealing es la conducta que consiste en aprovecharse de la propia posición en una transacción).
Todo ingreso proviene, en última instancia, de la mano de obra o del capital. La mano de obra incluye jornales, salarios y beneficios; el capital cubre el rendimiento de acciones, bonos, propiedades inmuebles, empresas y otros bienes.
Piketty teme que el capital avance incesantemente a expensas de la mano de obra. Es simple aritmética, sostiene.
El rendimiento del capital históricamente, después de ajustar por la inflación, ha promediado en un 4 ó 5 por ciento anual. Mientras tanto, el ingreso total de la economía mundial -ralentizado por avances pequeños en población y productividad- crecerá sólo entre un 1 y un 3 por ciento anual. Si el ingreso del capital crece más rápidamente que el ingreso total, su porción deberá aumentar. Peor aún, dice, el ingreso del capital está más concentrado que el ingreso de la mano de obra.
En Estados Unidos, el 10 por ciento más rico posee alrededor del 70 por ciento del capital, principalmente en acciones, bonos y bienes raíces. Para impedir que las fortunas heredadas dominen las sociedades avanzadas, Piketty elevaría la tasa fiscal tope a los ingresos a aproximadamente un 80 por ciento en ingresos de más de 500.000 o 1 millón de dólares; también gravaría la riqueza acumulada.
Ciencias políticas
Aunque Piketty es economista, su libro es esencialmente una obra de Ciencia Políticas. Objeta a la extrema desigualdad económica porque ofende a la democracia: Se confiere demasiado poder a pocos.
Su análisis económico a veces parece sesgado para encajar en su programa político. Tomemos los aumentos fiscales. Piketty duda que perjudiquen el crecimiento económico. Eso parece cuestionable. Los incentivos deben importar, por lo menos, levemente. O consideremos su pronóstico de ralentización en la economía mundial. Eso parece posible, pero si sucede, los dueños del capital, probablemente percibirán menores ganancias.
En cuanto al poder de los súper ricos, apenas si controlan la mayoría de las democracias. En Estados Unidos, donde alrededor del 70 por ciento de los gastos federales van a los pobres y a la clase media, el 1 por ciento más rico paga casi un cuarto de los impuestos federales.
Los ingresos después de los impuestos y después de la transferencia del gobierno son menos desiguales que las cifras anteriores a los impuestos de Piketty. Aún así, la actual concentración de ingresos y riqueza instintivamente parece excesiva. Es comprensible que produzca resentimiento.
Estaríamos mejor si los ricos fueran menos ricos para que otros norteamericanos lo fueran un poco más. Pero es dudoso que una acción política para forzar esa transformación fuera beneficiosa. La lucha de clases es dolorosa; hoy en día, degradaría la confianza necesaria para una recuperación más fuerte.