LA COLUMNA INTERNACIONAL
Los malos de Medio Oriente ya no son tan malos
Los malos de ayer no son tan malos hoy. Y los buenos están a punto de dejar de serlo. Es quizás la forma general de interpretar cuanto sucede en Medio Oriente, en particular en Irak, Irán y Siria. La activa presencia de Al Qaeda modifica la visión, siempre sesgada, de Occidente sobre la región. Ahora, los gobiernos de los tres países, poco democráticos y para nada garantes de los derechos humanos, ya no son ogros a los que derrocar, sino tolerables vallas a un islamismo fundamentalista. Los tiempos cambian.
Irak
Hasta el comienzo del 2014, Irak era una crónica repetida. De esas que, por acostumbramiento, ya no mueven el interés periodístico, ni la atención mundial. Que solo quedan como preocupaciones para los servicios de inteligencia.
Así, la periódica repetición de atentados, por demás sangrientos, ya no conmovía a nadie. Ni nadie intentaba desmenuzar la realidad de un país donde conviven dos etnias –árabes y kurdos- y dos versiones de la religión musulmana entre la población árabe, sunitas y chiitas.
Nadie recordaba que kurdos al norte, sunitas al centro y chiitas al sur, exhiben escasísima voluntad de vivir juntos.
Entre tanta rutina de atentados sangrientos, de pronto, la cosa cambió con la irrupción de Al Qaeda. El 28 de diciembre pasado, el gobierno del chiita Nouri Al-Maliki arrestó, tras resistencia armada, al diputado sunita Ahmed Al-Awani vinculado a las protestas que manifestantes sunitas desarrollan en la ciudad de Ramadi. En el enfrentamiento, murieron cinco guardias y el hermano de Al-Maliki.
Dos días después, el campamento de los protestatarios sunitas de Ramadi fue desmantelado por la fuerza policial. Consecuencia cuarenta y cuatro diputados sunitas presentan la renuncia en señal de protesta y diversos disturbios acontecen en Ramadi y en la vecina Falouja.
El gobierno de Al-Maliki sostiene que todo fue orquestado por Al Qaeda y decide reforzar la presencia militar en la provincia sunita de Al-Anbar donde están ambas ciudades. Es más, dice que el campamente de Ramadi operaba como cuartel general de Al Qaeda.
El 2 de enero pasado, el Ministerio del Interior reconoce que buena parte de ambas ciudades cayó bajo el dominio del Estado Islámico en Irak y en el Levante (EIIL), el brazo político de Al Qaeda. Desde entonces, el gobierno de Al-Maliki intenta retomar el control de Ramadi y de Falouja, algo que hasta ahora no logró.
Ningún analista considera que Al Qaeda podrá ir más allá y, ni siquiera, sostener Falouja y los barrios de Ramadi que ocupa. Y es que la clave del poder en ambas ciudades está en las tribus que las gobiernan. Enojadas con Al-Maliki reclaman, entre otras cosas recursos, pero nadie piensa que pueden alinear con el terrorismo. Algo así como asustar para negociar mejor.
Pero, la cosa es muy compleja. Primero por la situación en la vecina Siria con un fenómeno similar, pero mucho más avanzado, de guerra civil. Segundo por las limitaciones del poder. Si Al-Maliki concede demasiado a las tribus sunitas para ganar su voluntad, chocará con la intransigencia chiita que obedece al muy poderoso imán Muqtada al-Sadr. Si, por el contrario, envía el ejército a reprimir habrá perdido la posibilidad de acuerdo con los sunitas.
Está en juego la viabilidad de Irak como estado.
Irán
Hace 35 años que Irán es gobernado como una teocracia. Los poderes civiles existen, incluida una fachada de democracia, pero quién toma las decisiones más importantes es quien ostenta el cargo de “guía espiritual de la Nación” y ese es el ayatollah Ali Khamenei.
Claro, 35 años es mucho, muchísimo. Sobre todo cuando el país no atraviesa desde hace ya mucho tiempo un período de bonanza. La inflación en Irán es una de las más altas del mundo. Y la inflación, en Irán y en la Argentina, daña los bolsillos de todos pero, fundamentalmente, de quienes perciben ingresos fijos.
También la gente está cansada de la censura, de la falta de libertad para publicar, para opinar, para vestirse. Son los sectores medios urbanos los que reclaman liberalizaciones, abiertamente los jóvenes, solapadamente las mujeres.
El cansancio de la gente quedó de manifiesto en la elección presidencial de junio pasado con el triunfo del clérigo “liberal” Hassan Rohani. El nuevo presidente reemplaza así al intransigente ultra conservador Mahmoud Ahmadinejad. Lo reemplaza por la voluntad de los votantes pero, sobre todo, por la voluntad del “guía espiritual” Khamenei. Nadie piensa quecKhameneise haya vuelto liberal, solo que capta desde donde viene el viento.
Ya con Rohani, pero aún también con Ahmadinejad comenzaron los encuentros secretos con diplomáticos norteamericanos sobre la cuestión nuclear iraní. Ocurrieron hace ocho meses en el sultanato de Omán, bajo la “protección” del sultán Qabus.
Fue el antecedente que ayudó a desbloquear las negociaciones entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China- más Alemania.
El acuerdo se alcanzó el 23 de noviembre yrige a partir del martes pasado por un plazo de 6 meses, durante los cuales se deberá llegar a un acuerdo definitivo.
Por el acuerdo, Irán se compromete a no enriquecer uranio por encima del 5 por ciento –uso pacífico-, de no incorporar nuevas centrifugadoras –necesarias para el enriquecimiento- y de detener la construcción de la central nuclear de Arak.
A cambio, los occidentales solo toman el compromiso de no ampliar –por dichos seis meses- el embargo sobre las exportaciones iraníes, en particular las de petróleo. Tema que jamás debe soslayarse, sobre todo si se tiene en cuenta el alto valor del crudo en el mercado mundial. Un proveedor que vuelve puede, tal vez, abaratar costos.
Siria
Todos los actores del Medio Oriente convergen hoy su mirada sobre Siria. Es que el miércoles pasado comenzó la conferencia –denominada Ginebra 2- que, teóricamente, debería establecer un régimen de transición que suplantase, en dicho país, a la dictadura familiar del clan Assad.
Difícilmente ello ocurra. Es que Bashar Al-Assad hoy es militarmente fuerte y que la oposición se encuentra extremadamente dividida, al punto de combatir entre los distintos grupos que la integran.
Como en todas las primaveras árabes, la contestación contra el régimen comenzó de manera pacífica en las calles. La brutal represión y la intransigencia dieron origen a la rebelión armada que estuvo, en un principio, liderada por el sector laico y democrático.
Arabia Saudita y Qatar proveían armas para los rebeldes. Irán y el Hezbollah libanés sostenían y luego combatirían en las filas del autócrata Al-Assad. Occidente, por su lado, amenazó con intervenir pero nunca lo hizo, ni aun cuando quedó comprobado el empleo de armas químicas por parte del gobierno sirio.
Fue la diplomacia rusa quién frenó todo intento militar occidental a través de la convocatoria a Ginebra 2 y mediante la aceptación del gobierno sirio de desmantelar su arsenal químico bajo supervisión internacional.
Todo ello brindó un precioso tiempo a Al-Assad. Por un lado porque le permitió rehacerse con la iniciativa militar. A la fecha, su aviación bombardea con TNT –trinitrotolueno- las posiciones rebeldes en la segunda ciudad del país, Alepo.
Por el otro, porque permitió el fortalecimiento de las brigadas islámicas djihadistas. Hoy existen varias guerras dentro de la guerra civil siria. La que opone al gobierno con todos los rebeldes. La que opone a los rebeldes laicos contra los grupos religiosos. Y la que opone a los grupos religiosos entre ellos como por ejemplo el Frente Al-Nosr contra los djihadistas del Emirato Islámico para Irak y el Levante (EILL) que también encontramos en Irak y que constituye un brazo de Al Qaeda.
Ahora, Ginebra 2. Con parte de la oposición que no concurre, otra parte que va a regañadientes amenazada de perder apoyo financiero occidental y árabe, con Irán que a último momento le fue retirada la invitación. Todos van para sacar a Assad, él manda sus representantes para quedarse.
Irak
Hasta el comienzo del 2014, Irak era una crónica repetida. De esas que, por acostumbramiento, ya no mueven el interés periodístico, ni la atención mundial. Que solo quedan como preocupaciones para los servicios de inteligencia.
Así, la periódica repetición de atentados, por demás sangrientos, ya no conmovía a nadie. Ni nadie intentaba desmenuzar la realidad de un país donde conviven dos etnias –árabes y kurdos- y dos versiones de la religión musulmana entre la población árabe, sunitas y chiitas.
Nadie recordaba que kurdos al norte, sunitas al centro y chiitas al sur, exhiben escasísima voluntad de vivir juntos.
Entre tanta rutina de atentados sangrientos, de pronto, la cosa cambió con la irrupción de Al Qaeda. El 28 de diciembre pasado, el gobierno del chiita Nouri Al-Maliki arrestó, tras resistencia armada, al diputado sunita Ahmed Al-Awani vinculado a las protestas que manifestantes sunitas desarrollan en la ciudad de Ramadi. En el enfrentamiento, murieron cinco guardias y el hermano de Al-Maliki.
Dos días después, el campamento de los protestatarios sunitas de Ramadi fue desmantelado por la fuerza policial. Consecuencia cuarenta y cuatro diputados sunitas presentan la renuncia en señal de protesta y diversos disturbios acontecen en Ramadi y en la vecina Falouja.
El gobierno de Al-Maliki sostiene que todo fue orquestado por Al Qaeda y decide reforzar la presencia militar en la provincia sunita de Al-Anbar donde están ambas ciudades. Es más, dice que el campamente de Ramadi operaba como cuartel general de Al Qaeda.
El 2 de enero pasado, el Ministerio del Interior reconoce que buena parte de ambas ciudades cayó bajo el dominio del Estado Islámico en Irak y en el Levante (EIIL), el brazo político de Al Qaeda. Desde entonces, el gobierno de Al-Maliki intenta retomar el control de Ramadi y de Falouja, algo que hasta ahora no logró.
Ningún analista considera que Al Qaeda podrá ir más allá y, ni siquiera, sostener Falouja y los barrios de Ramadi que ocupa. Y es que la clave del poder en ambas ciudades está en las tribus que las gobiernan. Enojadas con Al-Maliki reclaman, entre otras cosas recursos, pero nadie piensa que pueden alinear con el terrorismo. Algo así como asustar para negociar mejor.
Pero, la cosa es muy compleja. Primero por la situación en la vecina Siria con un fenómeno similar, pero mucho más avanzado, de guerra civil. Segundo por las limitaciones del poder. Si Al-Maliki concede demasiado a las tribus sunitas para ganar su voluntad, chocará con la intransigencia chiita que obedece al muy poderoso imán Muqtada al-Sadr. Si, por el contrario, envía el ejército a reprimir habrá perdido la posibilidad de acuerdo con los sunitas.
Está en juego la viabilidad de Irak como estado.
Irán
Hace 35 años que Irán es gobernado como una teocracia. Los poderes civiles existen, incluida una fachada de democracia, pero quién toma las decisiones más importantes es quien ostenta el cargo de “guía espiritual de la Nación” y ese es el ayatollah Ali Khamenei.
Claro, 35 años es mucho, muchísimo. Sobre todo cuando el país no atraviesa desde hace ya mucho tiempo un período de bonanza. La inflación en Irán es una de las más altas del mundo. Y la inflación, en Irán y en la Argentina, daña los bolsillos de todos pero, fundamentalmente, de quienes perciben ingresos fijos.
También la gente está cansada de la censura, de la falta de libertad para publicar, para opinar, para vestirse. Son los sectores medios urbanos los que reclaman liberalizaciones, abiertamente los jóvenes, solapadamente las mujeres.
El cansancio de la gente quedó de manifiesto en la elección presidencial de junio pasado con el triunfo del clérigo “liberal” Hassan Rohani. El nuevo presidente reemplaza así al intransigente ultra conservador Mahmoud Ahmadinejad. Lo reemplaza por la voluntad de los votantes pero, sobre todo, por la voluntad del “guía espiritual” Khamenei. Nadie piensa quecKhameneise haya vuelto liberal, solo que capta desde donde viene el viento.
Ya con Rohani, pero aún también con Ahmadinejad comenzaron los encuentros secretos con diplomáticos norteamericanos sobre la cuestión nuclear iraní. Ocurrieron hace ocho meses en el sultanato de Omán, bajo la “protección” del sultán Qabus.
Fue el antecedente que ayudó a desbloquear las negociaciones entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China- más Alemania.
El acuerdo se alcanzó el 23 de noviembre yrige a partir del martes pasado por un plazo de 6 meses, durante los cuales se deberá llegar a un acuerdo definitivo.
Por el acuerdo, Irán se compromete a no enriquecer uranio por encima del 5 por ciento –uso pacífico-, de no incorporar nuevas centrifugadoras –necesarias para el enriquecimiento- y de detener la construcción de la central nuclear de Arak.
A cambio, los occidentales solo toman el compromiso de no ampliar –por dichos seis meses- el embargo sobre las exportaciones iraníes, en particular las de petróleo. Tema que jamás debe soslayarse, sobre todo si se tiene en cuenta el alto valor del crudo en el mercado mundial. Un proveedor que vuelve puede, tal vez, abaratar costos.
Siria
Todos los actores del Medio Oriente convergen hoy su mirada sobre Siria. Es que el miércoles pasado comenzó la conferencia –denominada Ginebra 2- que, teóricamente, debería establecer un régimen de transición que suplantase, en dicho país, a la dictadura familiar del clan Assad.
Difícilmente ello ocurra. Es que Bashar Al-Assad hoy es militarmente fuerte y que la oposición se encuentra extremadamente dividida, al punto de combatir entre los distintos grupos que la integran.
Como en todas las primaveras árabes, la contestación contra el régimen comenzó de manera pacífica en las calles. La brutal represión y la intransigencia dieron origen a la rebelión armada que estuvo, en un principio, liderada por el sector laico y democrático.
Arabia Saudita y Qatar proveían armas para los rebeldes. Irán y el Hezbollah libanés sostenían y luego combatirían en las filas del autócrata Al-Assad. Occidente, por su lado, amenazó con intervenir pero nunca lo hizo, ni aun cuando quedó comprobado el empleo de armas químicas por parte del gobierno sirio.
Fue la diplomacia rusa quién frenó todo intento militar occidental a través de la convocatoria a Ginebra 2 y mediante la aceptación del gobierno sirio de desmantelar su arsenal químico bajo supervisión internacional.
Todo ello brindó un precioso tiempo a Al-Assad. Por un lado porque le permitió rehacerse con la iniciativa militar. A la fecha, su aviación bombardea con TNT –trinitrotolueno- las posiciones rebeldes en la segunda ciudad del país, Alepo.
Por el otro, porque permitió el fortalecimiento de las brigadas islámicas djihadistas. Hoy existen varias guerras dentro de la guerra civil siria. La que opone al gobierno con todos los rebeldes. La que opone a los rebeldes laicos contra los grupos religiosos. Y la que opone a los grupos religiosos entre ellos como por ejemplo el Frente Al-Nosr contra los djihadistas del Emirato Islámico para Irak y el Levante (EILL) que también encontramos en Irak y que constituye un brazo de Al Qaeda.
Ahora, Ginebra 2. Con parte de la oposición que no concurre, otra parte que va a regañadientes amenazada de perder apoyo financiero occidental y árabe, con Irán que a último momento le fue retirada la invitación. Todos van para sacar a Assad, él manda sus representantes para quedarse.