No son pocas las veces que, en temas de política internacional, las crisis generan cúmulos de información sin que por ello resulte sencillo precisar orígenes y razones del conflicto. Es así que los análisis giran en torno a supuestos que, muchas veces, solo son consecuencias o cuestiones paralelas sin que se pueda precisar la intencionalidad de quienes las provocan.
Valga como ejemplo el expansionismo nazi en Europa durante la década de 1930. Primero fue la remilitarización de la cuenca del Ruhr, luego fue el “Anchluss” -la anexión- de Austria, luego el desmembramiento de los Sudetes de Checoslovaquia, luego la ocupación directa de Checoslovaquia y su partición. Por último, la invasión de Polonia que llevó al mundo a la Segunda Guerra Mundial.
En cada uno de esos pasos, ni Francia, ni Gran Bretaña, comprendieron que ese expansionismo no tenía límite, que formaba parte de la ideología nazi, que estaba escrito en “Mein Kampf” -Mi Lucha- el panfleto redactado por Adolf Hitler mientras se hallaba en prisión en Munich.
En el libro, Hitler planteaba el “Lebensraum” -el espacio vital- alemán. Dicho espacio vital solo podía concretarse mediante el expansionismo a expensas de otros estados. Estaba escrito pero nadie lo leyó, o lo creyó, hasta que ya fue tarde.
Algo similar ocurre con la crisis en la península coreana. Corea del Norte acaba de hacer público el por qué de sus amenazas de ataque nuclear contra su rival Corea del Sur y contra los Estados Unidos y Japón.
Un editorial, publicado el 23 de abril pasado, en el Rodon Sinmun, dice textualmente: “Si la República Popular Democrática de Corea -el nombre oficial de Corea del Norte- se siente en una mesa de negociación con los Estados Unidos, será en el marco de un diálogo entre potencias nucleares y no en un diálogo donde una parte reclama de la otra el desmantelamiento de su arsenal nuclear”. Cabe decir que el Rodon Sinmun es el diario oficial, el único permitido, por otra parte, por el régimen stalinista.
Y aquí está el nudo de la cuestión. Amenazas, fanfarronadas, preparativos militares, movilización de tropas, emplazamientos de lanza misiles móviles, etcétera, son movimientos tácticos en la estrategia de lograr un reconocimiento del país como potencia nuclear. Estrategia que persigue el objetivo de estabilización definitiva del régimen norcoreano en el escenario internacional.
Esa estabilización definitiva va mucho más allá. Permitiría cerrar el capítulo de la Guerra de Corea -1949/1953- que terminó en un mero armisticio sin tratado de paz. Posibilitaría un status diferente para el régimen: de paria y mal visto por la comunidad internacional a ser admitido como parte del club de los poderosos, al menos desde el punto de vista -nada menor- militar.
De alguna manera, Corea del Norte sigue el camino que, en su momento, recorrieron Francia y China. Ambas pretendieron contar y manejar su propio arsenal nuclear con el doble objetivo de limitar su dependencia para la defensa de terceros -Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente- y de ocupar un lugar destacado en la política internacional. Ambas lo lograron con Charles De Gaulle y con Mao Tsé-tung.
La diferencia radica en que Francia y China, son dos de las cinco potencias -el resto son Estados Unidos, Rusia y Gran Bretaña- a las que el Tratado de No Proliferación Nuclear, firmado en 1968, autoriza a poseer un arsenal atómico. La razón de esta autorización consiste en que fueron los únicos cinco que detonaron bombas nucleares hasta 1967. Es decir, ya poseían el armamento a la fecha del Tratado.
Tres estados nunca firmaron el tratado. Dos de ellos -India y Pakistán- reconocen abiertamente poseer armamento nuclear, y el tercero -Israel- no lo reconoce aunque tampoco lo niega. Es un secreto a voces que el estado hebreo posee cerca de 200 ojivas nucleares. Hubo un cuarto, que fue Sudáfrica quien, asistido por Israel, llegó a contar con un pequeño arsenal y hasta detonar una bomba en el Atlántico. Pero, con el fin del régimen del “apartheid” y bajo la presidencia de Nelson Mandela, el país renunció a su arsenal, lo desmanteló y firmó el Tratado de No Proliferación.
Distinto es el caso de Irán y de Corea del Norte, aunque existe una diferencia entre ambos. Sobre Irán se sospecha que se apresta a crear su arsenal pese a haber firmado y ratificado el Tratado. En cambio, Corea del Norte creó el suyo, pese a también haber firmado el Tratado, pero revocó su firma en el 2003. De allí que lo de Irán, si se concreta, será violatorio del Tratado, mientras que lo de Corea del Norte, lo fue pero dejó de serlo con su retiro.
Claro que lo legal poco importa a la hora de hablar de armamentos. Es más, el Tratado de No Proliferación Nuclear nada prevé como sanción para aquellos firmantes que no lo cumplan. Su vigencia depende exclusivamente de la voluntad política. A la fecha, serían no menos de cuarenta los estados con capacidad de iniciar un proceso de armamentismo nuclear, entre ellos la Argentina.
Antecedentes
Como se dijo anteriormente, Corea del Norte repudió el Tratado en abril del 2003. Dos años después, los norcoreanos afirmaron poseer cabezas nucleares. Algunos expertos prestaron atención al aviso y dedujeron que la capacidad norcoreana rondaría en el orden de 10 cabezas.
Sin embargo, la comunidad internacional dudó sobre la veracidad de esas informaciones en virtud de la falta de pruebas. La respuesta norcoreana fue la detonación de una bomba nuclear en octubre del 2006. La prueba fue parcialmente exitosa, dado el escaso poder del aparato.
Pero en abril del 2009, Corea del Norte lanzó un misil que atravesó el espacio aéreo japonés. Así, el mundo tomó nota de la existencia del Taepodong 2, capaz de alcanzar Alaska y Hawai.
Hoy, la balística norcoreana está compuesta por el misil de corto alcance , el Nodong, que amenaza a Corea del Sur y Japón; el de medio alcance, Taepodong 1 que llega a la isla norteamericana de Guam; el Musudan, también de medio alcance, que llega a Alaska y el nombrado de largo alcance, el Taepodong 2 capaz de transportar una ojiva nuclear hasta Hawai, aunque subsisten dudas sobre su precisión.
Hasta el momento, se considera que Corea del Norte llevó a cabo entre 3 y 5 pruebas nucleares, que el poder de las bombas detonadas oscila entre 6 y 40 kilotones y que el arsenal nuclear cuenta con un máximo de 27 cabezas.
Política
En el pasado, Corea del Norte “administró” su política nuclear en función de otras necesidades. Así, durante el gobierno de Kim Jong-il, el padre del actual dictador, a finales de la década del 90, la agricultura norcoreana colapsó, las hambrunas se generalizaron en el país, y Kim Jong-il no tuvo más remedio que recurrir a la ayuda exterior.
Para ello, negoció un “desmantelamiento” parcial de su programa nuclear, a cambio de ayuda. Fue un momento de limitadísima apertura que incluyó algunos acuerdos económicos con Corea del Sur.
A la luz de los acontecimientos actuales, la situación no es ni remotamente parecida. La población norcoreana padece carencias de todo tipo, pero no se registra el extremo de la hambruna. Por su parte, el totalitarismo del régimen no permite, ni tolera, la más mínima disidencia. Proliferan en Corea del Norte, los campos de confinamiento para quienes osan expresar alguna queja.
Tras su último ensayo nuclear, en febrero pasado, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, votó una serie de sanciones contra el régimen norcoreano. Ahora, Corea del Norte “va por todo”. No solo pretende que las sanciones sean levantadas sino que persigue su reconocimiento como potencia nuclear -con derecho a ello- a fin de evitar este tipo de sanciones.
“Va por todo” y parece estar dispuesta a mucho. Cerró el complejo industrial de Kaesong -ciudad fronteriza con Corea del Sur-, el emprendimiento de empresas surcoreanas en territorio norcoreano que generaba más de 50.000 empleos con una cifra de negocios de casi 500 millones de dólares anuales, en un país donde falta de todo.
El interrogante es si está dispuesta a más. Es decir a lanzar algún misil con cabeza nuclear. Y ese, es un punto de no retorno.
Las probabilidades de que lo haga no son muchas, dada la magnitud de la respuesta que arriesga y la casi segura imposibilidad de contar con una generalización del conflicto que ponga a China y Rusia de su lado.
Todo parece pues que habrá tensión para rato. Con amagos y amenazas frecuentes. Con alertas permamentes y con la posibilidad de accidentes o errores que desaten la conflagración.
Y con muchas consecuencias secundarias. Como el probable rearme de Japón. Como el desarrollo de capacidad nuclear en Corea del Sur. Y como el efecto espejo en otras partes del mundo, por ejemplo, Irán.
LA COLUMNA INTERNACIONAL
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